El antídoto de Janssen para frenar el covid ya se ha empezado a distribuir en los centros de salud de Gipuzkoa. Este viernes han salido desde el ambulatorio de Gros vacunas a medio centenar de domicilios en los que residen personas con movilidad reducida. La ventaja del nuevo preparado es que basta un solo pinchazo para ser inmune al coronavirus. "¡Qué contenta estoy de que hayáis venido, y además una sola dosis, que suerte hemos tenido!". Natividad Martín, de 82 años, parecía recibir esta mañana el preparado como un regalo caído del cielo.

Las primeras 6.850 dosis llegaron el jueves a Euskadi. Los viales eran ordenados concienzudamente esta mañana en el ambultorio de Gros, donde se ha detallado el plan de actuación desde primera hora. Una veintena de enfermeras ha seguido las indicaciones de Osane Dorronsoro, responsable de coordinación de los equipos que se desplazan habitualmente a distintos centros de salud de Donostia. Este viernes tocaba visitar distintos domicilios, ya que la monodosis de Jannssen está reservada por el momento para las personas que no pueden desplazarse por problemas físicos.

"A diferencia de Pfizer, que una vez descongelada hay que aplicar sin demora, esta resulta más fácil de manejar porque solo necesita refrigeración de 2 a 8 grados", explica la coordinadora en la primera planta del ambultario de Gros. Las sanitarias, entretanto, van introduciendo las vacunas en una mochila azul acolchada con hielo. Están a punto de salir. Los profesionales se desplazan por parejas mientras Laida Irastorza sigue pegada al teléfono preparando las citas del día siguiente.

Alain Martínez, de 33 años, y Ana Etxarri, de 29, están a punto de iniciar la ruta diaria. Casi siempre lo hacen a pie, como en esta ocasión en la que les acompaña NOTICIAS DE GIPUZKOA. Antes de salir a la calle depositan en un mostrador de la entrada las mochilas utilizadas el jueves, que serán trasladadas de nuevo a las instalaciones de Bexen Medical, ubicadas en Hernani, donde volverán a cargarse las monodosis en la medida que vayan llegando a Euskadi.

ANTES DEL APERITIVO

Los dos sanitarios caminan por el barrio de Gros, donde les espera Natividad, la primera mujer a la que tienen que atender. A pesar de su juventud, estos enfermeros atesoran ya una dilatada experiencia. Han visitado un sinfín de residencias, domicilios y centros sanitarios. "Hay situaciones que realmente te sorprenden. Hay personas de avanzada edad que están muy bien, como la mujer de 98 años que nos dijo el otro día que no llegáramos más tarde del mediodía porque era la hora del aperitivo y la gilda", sonríen.

Entre anécdotas y curiosidades que rodean su quehacer diario han llegado casi sin darse cuenta al número 33 del Paseo Colon. En el primer piso les aguarda Natividad. Se acaba de levantar de la cama. "Natividad, ¿alergia a alguna medicación?". La mujer, acodada en la mesa del salón, dice que no. Se remanga el brazo izquierdo y les mira con ternura. "Ya tenía ganas, ya".

Antes de aplicarle la dosis, la enfermera gira la vacuna una decena de veces para asegurarse de la transpariencia del contenido. A diferencia del preparado de Pzifer, no es preciso diluir en suero la monodosis de Janssen, por lo que todo resulta más sencillo. "¡Qué bien amatxi, ya está!", le abraza su hija Cristina Gómez después del pinchazo.

Durante la última temporada la mujer ha estado delicada de salud y desde hace un mes vive con Cristina. "¡Qué suerte hemos tenido, una sola dosis!", vuelve a decir. "Muchas gracias, de verdad; muchas gracias". Los sanitarios bajan las escalera poco después con la satisfacción del trabajo bien hecho. Casi siempre reciben muestras de gratitud.

Durante un cuarto de hora aguardan en la calle, junto al portal. Deben asegurarse de que la mujer no presenta ninguna reacción. Si fuera alérgica esperarían media hora. "¿Qué tal con la nueva vacuna?". Casualidades de la vida, acaba de pasar junto al portal la subdirectora de Enfermería en la OSI Donostialdea de Osakidetza, Eli Barandiarán. Esta profesional muestra su interés por el comportamiento que van teniendo los pacientes con el nuevo preparado. Transcurridos los quince minutos de rigor, Ana mira su reloj y llama por el interfono. "¿Todo bien?". Una vez que recibe el visto bueno de la familia, los sanitarios emprenden de nuevo la marcha.

Cuenta Ana que es una labor gratificante que permite conocer el estado de salud de una población de avanzada edad que en muchos casos sigue gozando de buena salud. "El otro día estuve vacunando a un matrimonio de 99 y 97 años. Él cumplía los cien en verano. Llevaban toda la vida juntos, siguiendo sus rutinas, levantándose para leer el periódico".

El próximo destino es el número 19 de la calle Manteo, también en el barrio de Gros. Hay que andar un rato. La caminata permite intercambiar impresiones sobre la situación laboral de estos jóvenes. Suena el teléfono de Ana. "Me acaban de llamar para hacer un contrato relevo, pero al 50%. Si tuviera familia ni me lo pensaría, pero en este momento creo que no me compensa", reflexiona la joven mientras sube las escaleras dejando atrás la Avenida de Navarra del barrio de Gros.

LA SEGUNDA PACIENTE

María Arantzazu Egurza cumplirá 80 años el 13 de mayo, aunque ella insiste en que todavía tiene 79. Es la segunda paciente que está a punto de recibir el nuevo antídoto. Ana le explica las posibles reacciones al medicamento durante las próximas horas. "Quizá te duela el brazo, tengas algo de fiebre o te sientas cansada". Se lo dice por precaución antes de aplicarle la inyección, aunque los sanitarios reconocen que no está habiendo problemas.

"Ya tenía ganas de que llegara la vacuna después de tanto tiempo en casa; ha sido un aburrimiento". Desde que le sobrevino el ictus tiene problemas de movilidad. Muestra cierta inseguridad, por lo que espera que a partir de ahora, cuando salga a dar un paseo en la silla de ruedas, al menos no tenga que estar pendiente del virus.

"Muy animada te veo hoy", le grita una vecina que le ve asomada en el balcón donde intercambia unas palabras con este periódico. Lo sanitarios aguardan en la calle por precaución. Egurza reconoce que está hasta el gorro del coronavirus. "Nos vuelven locos con tanta información", dice mirando a su pareja, Manuel Pazos, de 77 años, que ya ha recibido la primera dosis de Moderna y espera la segunda para el próximo 9 de mayo, justo el día que finaliza la prórroga del estado de alarma.