"¿Que si soy un campeón? Mi madre y mi padre ya saben que soy un campeón". Oinatz tiene doce años y como cualquier otro niño de su edad mil y una aficiones. Toca el txistu y el teclado, juega al fútbol y al hockey, se le dan bastante bien las nuevas tecnologías, está en el grupo de scouts, en Amalur y se revela como cualquier adolescente incipiente a recoger su cuarto. Hoy seguramente llevará un calcetín de cada color. ¿Por qué? Oinatz es síndrome de Down y es una especie de ritual celebración hacerlo cuando llega este día.

Dicen que somos el país de la picaresca y ahí tiene poco que hacer Oinatz porque no tiene dobleces. No solo por sus doce años sino porque es algo implícito en su condición de ser síndrome de Down. Su padre Iñigo dice que no tiene filtro y su madre Itxasne añade que no sabe lo que es la malicia. Estas cualidades sobresalen por encima de su discapacidad. Oinatz tiene mucha actividad así que vale por dos, suficiente para que sus aitas tengan todas las horas ocupadas.

Sabe que es síndrome de Down y lo asume con una normalidad entrañable. "Algunos tenemos discapacidades aunque nuestros padres no las tienen". Pero eso no hace que se sienta diferente de otros niños. Tampoco cree que el resto de sus compañeros le vean distinto. Oinatz dice que los estudios van muy bien y confiesa que "ya tengo novia". Pero el nombre es "secreto y también sorpresa".

En el colegio al que acude en Portugalete, Maestro Zubeldia, se siente totalmente integrado y asegura que el resto de los niños no le preguntan nada. Sus padres explican que va a clase ordinaria con apoyo. "Hasta septiembre que me voy a cambiar al colegio San Viator en Sopuerta para hacer la ESO", explica entusiasmado de ese cambio que le hace sentirse mayor.

No ha decidido aún a qué quiere dedicarse pero durante mucho tiempo ha pensado que podría ser peluquero. Médico y futbolista no están entre sus planes pero txistulari también podría ser. Doce años después de que naciera Oinatz, Iñigo e Itxasne han tendió tiempo para asumir lo que fue un golpe duro en sus vidas pero que ahora se ha transformado en una oportunidad para conocer un mundo diferente y a gente muy admirable que de otra forma nunca hubieran descubierto.

"Era un hijo muy esperado y no teníamos ninguna sospecha de que era Down incluso hasta horas después de nacer así que fue muy duro", reconoce Itxasne. "Ahora, si retrocedo a aquel día pondría el cuarto lleno de globos. No lo cambiaríamos por nada del mundo. Nos ha enseñado a luchar" reconoce Iñigo. Y sobre todo han podido conocer esta realidad y así desdramatizar una situación que, por desconocida, se hace mucho más dura.

NORMALIDAD E INTEGRACIÓN

Hoy, Día Mundial del Síndrome de Down, Oinatz y sus padres abren las puertas de su vida para normalizar una situación y con ello conseguir una mayor íntegración.

Para la Organización de las Naciones Unidas, esta jornada forma parte de la Agenda 2030 como parte del plan de acción sostenible para proteger a estas personas contra cualquier tipo de abuso, atropello o discriminación.

Su valor y contribución para la humanidad no debe ser inferior a pesar de su discapacidad, ya que ahora se sabe que, con trabajo, atención y ayuda, las personas con síndrome de Down pueden ser incorporadas a la vida social, desempeñando múltiples actividades.

De ello hay variados y numerosos ejemplos. Este es el caso de la reconocida diseñadora guatemalteca Isabella Springmuhl, quien, a pesar de su condición, está rompiendo estereotipos en el fascinante mundo de la moda. Es una joven de tan sólo 20 años, que, con su talento, ha demostrado que no hay límites ante la adversidad.

Otro caso interesante es el del famoso actor español, Pablo Pineda. Un joven, que se ha convertido en un verdadero ejemplo de superación y que ha motivado a millones de personas que nacen con síndrome de Down. Oinatz está fascinado con los actores de la película Campeones. "Le doy muchas gracias a Jesús Vidal porque hace una buena película con los campeones".

Eso le trae a la memoria que en abril se irá de acampada a Morga, algo que le hace mucha ilusión porque el coronavirus le ha tenido parado y con su energía no es fácil.

Cuando a Oinatz le preguntaron por el coronavirus la respuesta fue racional: "una palabra compuesta. Corona de una reina y virus de una enfermedad", le dijo a su ama.

El mayor empeño de sus aitas es conseguir que sea una persona autónoma que en un futuro pueda valerse por sí misma aunque precise cierta ayuda pero que eso no le impida incluso tener una familia.

En ese camino se han esforzado aún a costa de no sobreprotegerle como muchas veces les hubiera gustado por propio instituto. "Tiene que hacer su cuarto, recoger y procuramos que esté al día de la actualidad".

Oinatz sabe que Mikel Torres es el alcalde de Portugalete, el que abre las puertas del Ayuntamiento a Olentzero y también que Iñigo Urkullu es el lehendakari del Gobierno vasco al que sigue muy cerca cómo organiza "esto del coronavirus". "Si no tendré que cambiarle", señala con inocencia.