- Nahia Sololuze repasa “un año para borrar del calendario”, que va desde el 6 de febrero de 2020 hasta hoy mismo. Lo hace desde el plano más personal, sin reproches hacia nadie, pero con un propósito bien claro, que no es otro que las familias de Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán, que aún sigue enterrado en el vertedero de Zaldibar, puedan algún día saber todas y cada una de las circunstancias que rodearon la tragedia.

Se cumple el primer aniversario del derrumbe del vertedero de Zaldibar. Antes que nada, ¿cómo se encuentra la familia?

—Ha sido un año muy complicado, de sentimientos encontrados. Hemos pasado un año que ha ido rápido pero que ha sido largo, un año para borrar del calendario. Te remueve todo un poco cuando ves que se acerca esa fecha. Pero lo vivimos como otras fechas señaladas, que al fin y al cabo también te remueven algo dentro. Te acuerdas todos los días, desde luego, pero te acuerdas más de lo que ha pasado en fechas como esta.

Rebobinemos en el tiempo. Tarde del 6 de febrero de 2020, le suena el móvil y le dan la fatídica noticia…

—La pesadilla empezó sobre las 17.30. Estaba trabajando, dando clase. Mis amigas empezaron a mandar un montón de wasaps, que se había caído un monte a la autopista en Ermua. No le hice mucho caso, no le di importancia. Hasta las 17.30, cuando ama llamó. No era capaz de decirme nada, solo decía Nahia, Nahia, Nahia... Me pasó con una compañera, que me contó que a mi padre le había pasado algo, que era el vertedero. Uf… qué ha pasado aquí, me pregunté, y me puse muy nerviosa, en estado de shock. No era capaz ni de conducir. Me tuvo que llevar una compañera a donde estaba mi marido, y fuimos juntos a Eibar, donde trabajaba ama. Tardamos dos hora, que fueron eternas. Cuando llegué me lo contaron, que había caído el vertedero y había dos personas atrapadas. Uno era mi padre...

Serían unos momentos durísimos, al igual que los primeros días.

—Te sacan de tu vida habitual y es como que te metes en otra vida. Es como una película. Nuestras vidas dieron un giro radical.

En esos primeros días todo era confusión, aunque se sabía que allí estaban, enterrados bajo toneladas de basura, su padre, Alberto Sololuze, y Joaquín Beltrán.

—El día que fui a la zona del derrumbe, la primera vez que fui al vertedero, fue el 9 de febrero del 2020. Fue increíble lo que vi. Viendo las dimensiones de aquello, una vez llegada y al ver lo que había caído, supe que poder encontrarlos no iba a ser fácil. Era impresionante. Lo que cayó a la autopista no era apenas nada comparado con lo que había más arriba. Sabíamos que los equipos de rescate iban a tardar. Había, además, innumerables problemas. Problemas de estabilidad, los fuegos… muchos factores que influían a la hora de trabajar, hasta si llovía. Lo que tuve bien claro es que no quería que le pasara nada a nadie más que estuviera allí. No quería que nadie se pusiera en peligro. Suficiente era que hubiera dos personas allí enterradas. Claro, también quería que sacaran a mi padre de allí, que no estuviera sepultado entre basura.

Los trabajos se vieron complicados en esas primeras semanas. Pero el 5 de abril de 2020 encuentran el coche de su padre. ¿Fue un rayo de esperanza?

—Sí, un rayo de esperanza. Pero cuando vi el coche… era un amasijo de hierros, una bola de chatarra. Cuando ves eso dices… si así está el coche, cómo puede estar mi padre.

Ya en agosto encuentran una tibia... Estaban esperanzados porque el final estaba más cerca.

—Fue el 16 de agosto, concretamente. Sí, otro rayo de esperanza más. Me llamaron después de comer, no sé la hora exacta, para avisarme. No sabían de quién era, o Joaquín o mi padre, y teníamos un 50% de probabilidades de que hubieran hallado sus restos. Al día siguiente, que esa noche ni dormí por los nervios, fuimos a Txurdinaga, donde trabajaba la policía científica, junto a algunos consejeros y el lehendakari. Fue el 17 de agosto del pasado año. Nos explicaron cómo iban a llevar a cabo las pruebas de ADN, un método nuevo para saber de quién eran esos huesos que encontraron. Y finalmente, el 19 de agosto me volvieron a llamar y me confirmaron que eran los restos de mi padre. Dentro de toda la tragedia que hemos vivido, una noticia te da algo de esperanza, no sé cómo decirlo, para poder volver a nuestra vida, a nuestra rutina. Es un descanso, porque quería que mi padre reposara en un sitio adecuado, no enterrado en un vertedero entre basura.

¿La confirmación de que habían llegado hasta los restos de su padre les permitió cerrar el duelo?

—Así es. Desde entonces entras como en otra fase diferente. Empiezas a conciliar el sueño, algo que antes me resultaba muy difícil. No es agradable que nadie esté entre basura.

¿Considera que el trato recibido por las instituciones durante todo ese periodo pudo haber sido más humano? ¿Pudo haber sido mejorable?

—Todo es mejorable, siempre. Soy de esa opinión. Pero también tengo que decir que con la gente que he tenido relación diaria, los técnicos que estaban trabajando in situ para sacar a mi padre y a Joaquín Beltrán, he estado muy a gusto, y siempre me han contado, día a día, cómo iban las cosas. Que si vamos a ir hacia esa zona, que si mañana empezamos en este lado... Tampoco tengo nada que achacarles. Cada vez que iba me daban todo tipo de explicaciones. Hasta que llegó el día en que pudimos sacar a mi padre de allí. Estoy agradecida a ellos, a los técnicos de emergencia, los de Moyua, los er-tzainas, los perros de búsqueda… tanta gente, y tan buena gente. Después de encontrar a mi padre fuimos a agradecerles el trabajo que hicieron, y que siguen haciendo para localizar a Joaquín Beltrán. Ha habido mucha gente en esas labores. Y muy buena gente.

Finalmente pudieron enterrar a su padre en Markina-Xemein.

—Y allí está enterrado, en Markina, al lado de su padre.

Piden lo mismo para la familia de Joaquín Beltrán: que su cuerpo sea recuperado entre los escombros, para que la familia descanse de una vez por todas.

—Desde luego, que lo encuentren lo antes posible para que sus familiares puedan descansar. Nosotros no podemos hacer nada, ni ellos tampoco. Pero necesitan seguir adelante en sus vidas.

¿Tienen contacto con los familiares de Joaquín Beltrán?

—Evidentemente. El miércoles estuve con ellos. Pase lo que pase, nos va a unir un vínculo de por vida. A nosotros solo ellos nos entienden, y nosotros les entendemos a ellos. Compartimos una misma tragedia y nos va a unir para siempre. El consuelo es que lo encuentren, y que sea cuanto antes.

¿Han notado el apoyo de la sociedad vasca durante este año tan difícil para ustedes?

—Sí. Nos ha apoyado muchísima gente. Conocidos, no conocidos, familia, compañeros de trabajo, amigos… Es verdad que eso es de agradecer. Pero lo que te decía antes: te anima, pero consolar... hasta que encuentran el cadáver no hallas consuelo. Luego es más fácil, ves las cosas desde otra perspectiva. Pero estamos muy agradecidos, desde luego.

El asunto está ahora en manos del juzgado de Durango. ¿Qué le piden a la Justicia?

—Me gustaría saber la verdad, aunque sé que será imposible saberlo del todo. Me gustaría saber por qué o qué le ha pasado a mi padre y a Joaquín Beltrán. Me gustaría saber, fuera ya de quién sea o no el culpable, saber qué ha pasado y por qué.

Su aita fue a trabajar, como todos los días, y no volvió. Es imposible resarcir esa pérdida.

—No hay resarcimiento posible. A mí ya me han quitado lo que me podían quitar. Pero quiero dejar claro que la tragedia de Zaldibar no fue por una imprudencia. Que mi padre y Joaquín Beltrán no están entre nosotros a causa de una imprudencia, sabiendo además que los ingenieros fueron y que no descartaron ningún escenario posible.

¿Qué lección podemos sacar como sociedad de la tragedia de Zaldibar?

—Lo primero, que muchas veces ni sabemos lo que hay a nuestro alrededor. Mucha gente de Eibar o Ermua ni sabían lo que había en el vertedero, cuando está relativamente cerca de sus casas. Lo segundo, que un hecho así no puede volver a ocurrir. Aprendamos de lo que se ha hecho mal para que una catástrofe así no se repita. Que nadie tenga que pasar por lo que hemos pasado nosotros.

“Que encuentren lo antes posible los restos de Joaquín Beltrán para que su familia pueda descansar”

“Las palabras de ánimo recibidas por tanta gente ayudan, desde luego que sí, pero no te consuelan”

“Aprendamos de lo que se ha hecho mal para que una catástrofe así no vuelva a ocurrir en ningún otro sitio”

“Una tragedia así te saca de tu vida habitual y es como que te metes en otra vida. Es como una película”

“Tras encontrar los restos de mi padre pudimos volver poco a poco a nuestra vida, a nuestra rutina habitual”