- Con los contagios disparados y Euskadi estrenando nuevas restricciones que afectan principalmente al ámbito social, NOTICIAS DE GIPUZKOA reúne los testimonios de rostros conocidos en Gipuzkoa que han pasado la enfermedad con cuadros clínicos más o menos graves y que piden a la población que siga las recomendaciones sanitarias para minimizar los riesgos.

Es quizá quien peor lo ha pasado de entre las personas entrevistadas y, aun con todo, se considera un "afortunado", consciente no ya de que hay mucha gente que ha sucumbido a la enfermedad, sino porque hay quien ha padecido largos meses de ingreso. Andrés Krakenberger es activista de derechos humanos y portavoz de la Asociación contra la Pena de Muerte de Pablo Ibar y el COVID-19 le mantuvo un mes ingresado en el Hospital de Santiago de Vitoria, estando nueve días en la UCI, siete de ellos intubado.

A Krakenberger el virus le pilló en pleno mes de marzo, cuando la saturación de los hospitales y el desconocimiento en torno a esta enfermedad se convirtieron en un cóctel dramático que puso en jaque el sistema de salud. Este activista de recursos humanos recuerda que, tras varios días de febrícula, y "tres toneladas de paracetamol después", consiguió convencer al médico que le atendió al otro lado del teléfono de que no conseguía tener bajo control sus síntomas.

Así las cosas, acudió a urgencias, donde tras muchas pruebas, decidieron que lo mejor era que ingresara. "Ingresé un día y a la mañana me dijeron que me pasaban a la UCI. Recuerdo cómo entré en el ascensor, pero no cómo salí. Perdí la consciencia en el trayecto y desperté siete días después con una sensación de que me estaban tratando de arrancar la garganta. Era el médico quitándome el tubo", recuerda.

Desde ese momento hasta su completa recuperación han pasado muchos meses -recibió el alta definitiva la pasada semana-, en los que llegó a tener que aprender hasta a volver a utilizar la cuchara. Sin embargo, es optimista y recuerda que, al igual que él, mucha gente que ha estado muy mal ha salido adelante y ahora puede llevar a cabo una vida "absolutamente normal". No obstante, lanza un mensaje a la precaución: "Hay que tener cuidado y seguir las recomendaciones. Tengo la sensación de que en Vitoria, donde durante la primera ola se sufrió muchísimo, en general se ha tenido mayor cuidado. Las veces que me ha tocado ir a Gipuzkoa, en cambio, he visto a la gente más relajada. Aquí -por Araba- lo normal es que uno conociera a una o más personas que han sufrido el virus; creo que allí no ha sido así", dice.

un pozo de profundidad incierta

El deportista de élite Oier Aizpurua tan solo estuvo ocho días ingresado en el Hospital Donostia, pero en ese tiempo le dio tiempo a conocer el infierno. "Yo veía que estaba cayendo a un pozo cuya profundidad no conocía", recuerda ahora, casi ocho meses después.

En su caso, los primeros síntomas llegaron "de golpe". "Estaba haciendo los etxeko lanas con las crías y de repente empecé con fiebre. De golpe me caía, no podía estar de pie. Tenía un cansancio infinito, o me tumbaba o me caía". Era finales de marzo y el sistema hospitalario estaba colapsado.

Aislado en su habitación y con paracetamol cada ocho horas, Aizpurua sufría "fiebres, escalofríos y mucho malestar" que no mejoraron con el paso de los días, por lo que acabó en Urgencias, donde confirmaron que padecía neumonía bilateral. Quedó ingresado y a partir de ahí, todo fue a peor y comenzó el miedo. "Mi cuerpo no respondía, perdí la voz y mi cabeza se empezó a ir. Ves que no mejoras y te empiezas a asustar, porque ves que los médicos tampoco se lo explican. Entraban en la habitación con los trajes especiales y solo les veías los ojos. Yo intentaba conseguir información mirándoles a los ojos, pero solo veía miedo", recuerda. "Era ese momento en el que en la tele no había más que covid. Estabas solo en la habitación y veías las imágenes de Ifema, de la morgue del palacio de hielo de Madrid y te planteabas si tú vas a ser uno de ellos", añade.

La situación llegó a ser de tal gravedad que los médicos ofrecieron al deportista zumaiarra dos opciones: probar con un tratamiento experimental que no se había utilizado en Gipuzkoa o ingresar en la UCI. "Sabía que la UCI era la última estación, así que pensé: Firmo lo que sea", dice, aunque antes llamó a casa para despedirse por lo que pudiera pasar.

Sin embargo, el tratamiento surtió su efecto y su mejora fue inmediata, casi milagrosa. "A la misma velocidad a la que estaba cayendo al pozo empecé a subir", cuenta. En apenas cuatro días recibió el alta hospitalaria y, tras 14 días en cuarentena en su casa, pudo empezar a hacer vida normal.

"Todo pasa, pero el susto ahí se queda y te hace replantearte muchas cosas. Yo he aprendido a quitar importancia a las cosas que no la tienen", dice.

No obstante, lamenta que esta es una reflexión que solo han hecho quienes han sufrido el covid en sus propias carnes o de cerca. "Si la gente viera cómo funciona un hospital en plena pandemia, se nos quitaría mucha tontería como sociedad -reflexiona-. En vez de multar a la gente que se salta las medidas, yo les mandaría a trabajar a un hospital: a limpiar, a llevar la comida a los enfermos... El 90% de la gente cambiaría de actitud".

Además, lanza un mensaje a los más jóvenes: "Mi experiencia no se la deseo a nadie, pero nunca sabes cómo te va a afectar. Quizás a ti no te afecta, pero a lo mejor a tu padre sí y no sabes qué versión de la enfermedad le va a tocar. ¿El asintomático? ¿La versión hospital más UCI más entierro? ¿Estamos dispuestos a jugárnosla? Yo no estoy dispuesto a correr el riesgo de contagiar a mis padres. Y menos por salir de fiesta". E insiste: "Todavía no se sabe por qué a unas personas les afecta más que a otras, pero hay que recordar que hay gente sana de 20 años que ha muerto por esto". Y subraya: "A quienes creen que esto no les afecta, claro que lo hace, porque con su comportamiento están contribuyendo a prolongar esta agonía. Van a ser responsables de que mucha gente lo pase mal, pero también que muchos negocios cierren y que la vida de mucha gente se trunque".

En este sentido, apunta: "La hostelería es parte del problema, pero no la raíz. La raíz es cómo nos comportamos como sociedad. Al cerrar la hostelería podemos no acabar con el problema y sí crear otro, porque miles de familias se quedan sin su trabajo". "Y por supuesto que se pueden seguir haciendo cosas, pero hay que ser conscientes de que tenemos un invitado y que tenemos que tomar las medidas que sean necesarias con ese invitado", concluye.

la importancia del confinamiento

A Carlos Benito, director del Punto de Atención Continuada (PAC) de la calle Bengoetxea de Donostia, el virus también le llevó al Hospital, aunque en su caso no fue necesario el ingreso en la UCI. Fue en agosto, cuando la segunda ola comenzaba a coger fuerza y llevó al Gobierno Vasco a decretar es estado de emergencia sanitaria. "Empecé con algo de febrícula y una sensación como de que algo me había sentado mal", cuenta. Como médico, decidió confinarse de inmediato y en 24 horas se realizó la PCR, que arrojó un resultado positivo. Tras ocho días con molestias intenstinales, una noche sintió que se ahogaba, por lo que sin dudarlo, acudió al hospital, donde quedó ingresado. Tras seis días en tratamiento y con soporte de oxígeno, volvió a casa "con una fatiga terrible" que ahora, mes y medio después, comienza a remitir.

Tras su experiencia, se siente afortunado. "Estando ingresado, en la habitación me trajeron a un hombre de 76 años, muy simpático, muy hablador... Yo veía que le costaba hablar y me dijo que llevaba varios días así. Esa misma noche le bajaron a la UCI y, ahora he sabido que, por desgracia, 40 días después, no salió".

Como paciente y como médico, Benito tiene claro su consejo: "Cuando piensas que lo puedes tener, lo primero que tienes que hacer es confirnarte para no joder", y advierte de que nadie está exento de sufrir esta infección. "Está habiendo gente joven en la UCI, son los menos, pero ninguno estamos exentos. Tú igual lo pasas leve, pero vas a llevarlo a casa, donde están los aitas, y luego puedes ir a donde tu abuelo...", expresa. Por ello, insiste, la mejor receta para "no jugar a la lotería" radica en "intentar no estar en contacto con el virus y, para eso, nada de reuniones sin mascarilla en sitios cerrados".

Este facultativo pide un esfuerzo especialmente a la población más joven, a quien ve menos concienciada con la situación: "Veo a la gente mayor, a partir de 50-60 años, muy concienciada, porque saben lo que les puede pasar y toman todas las precauciones del mundo. Tienen miedo de pasarlo mal. El resto... El joven nunca tiene miedo a nada, no ve peligro, se autoconvence de que esto es una tontería. La juventud va a perder uno o dos años de su vida, pero tiene que pasarlo como lo pasamos el resto. Nos ha tocado y punto. Lo que hay que hacer es seguir las indicaciones y respetar todo lo que nos dicen", insiste.

"los peores días de mi vida"

Aitor Francesena, surfista ciego desde hace siete años, ha sufrido infinidad de operaciones en los ojos desde que tiene uso de razón. Sin embargo, no duda al afirmar que el COVID-19 ha sido "la peor experiencia" que ha vivido. A mediados de marzo participó en un campeonato del mundo de surf en Estados Unidos y al aterrizar en Madrid a su regreso, ya se encontraba "fatal".

Tras confinarse en su casa de Zarautz y sufrir doce días de mucha fiebre, llegando incluso a los "delirios" episodios de diarreas "terribles" y cuadros de deshidratación, acudió al Hospital Donostia, donde se sintió "desatendido". "Me mandaron de vuelta a casa. Gracias a que la directora de la Policlínica es amiga mía, entre ella y Basque Team, que se hicieron cargo de mí, ingresé en Policlínica".

Reconoce que una vez recibió tratamiento médico, más allá del paracetamol que le indicó el médico que durante los doce días previos le llamaba por teléfono, mejoró notablemente y, en apenas seis días, recibió el alta hospitalaria, y pronto empezó a sentirse "muy fuerte". El peligro había pasado, pero una experiencia así no se olvida fácilmente: "Fueron los días más difíciles de mi vida".

Ahora, ocho meses después de aquello, se siente decepcionado con la situación que está atravesando el territorio. Sin embargo, su primera reflexión va dirigida a la clase política. "En esta situación, los políticos tenían que haber colaborado entre ellos, y no lo que han hecho", dice.

Además, considera que todas las medidas han ido fijadas al sector hostelero. "¿Es realmente un foco tan importante de contagio? ¿Se ha estudiado bien lo que pasa en los colegios, en las oficinas?", se pregunta.

Pide que se respeten las recomendaciones, especialmente "usar mascarilla y lavarse constantemente las manos", pero entiende que haya un sector de la población menos concienciado con la gravedad de la situación. "Con todos los asintomáticos que hay, es normal que haya gente que piense que no pasa nada. Además, hay mucha desinformación", se queja.

Todos ellos fueron sorprendidos por un virus que, como una bofetada de realidad, les sacudió de una forma que no esperaban. Por ello insisten en que ni la edad, ni la forma física ni el estilo de vida son eximentes para pasarlo mal.

"En esta situación, los políticos tenían que haber colaborado entre ellos y no lo que han hecho"

Surfista

"En vez de multar a la gente, yo les mandaría a trabajar a un hospital; el 90% cambiaría de actitud"

Piragüista y remero

"Cuando piensas que lo puedes tener, lo que tienes que hacer es confirnarte para no 'joder' a los demás"

Médico

"En Vitoria se sufrió mucho en la primera ola y se ha tenido cuidado; en Gipuzkoa he visto más relajo"

Activista de Derechos Humanos