- Las vacaciones de verano han dejado de estar a la vuelta de la esquina para presentarse de sopetón sin que nadie esté en condiciones de garantizar su desenlace. Hay muchas ganas de tomarse un respiro después de tanto confinamiento, pero ningún deseo de contagiarse, y pocas veces se ha seguido con tanta atención las noticias, siempre cambiantes, de las que depende el curso que tomen los acontecimientos. El inédito verano se presenta como el día después de una devastadora tormenta, con la necesidad de reconstruir el destrozo causado por la pandemia, y que viene reflejado en los datos recabados por Eustat, con un volumen de entradas y pernoctaciones en el mes de mayo que se sitúa "a años luz" del registrado en 2019. El descalabro se percibe de manera evidente en el sector hotelero de Gipuzkoa, donde esta semana, "por fin", comienzan a llegar los primeros turistas después del cierre de fronteras y la cancelación de vuelos.

Así lo constatan desde diferentes alojamientos consultados, y de igual modo se percibe a pie de calle. Es toda una novedad después de meses en los que las cancelaciones de reservas han sido una constante, lo que ha obligado a reducir las plantillas a la mínima expresión.

Edurne Varga, la directora del Hotel Avenida de Donostia, atiende a las primeras de cambio a este periódico, a pie de mostrador, como una más del personal de recepción. "Estamos arrancando, con el personal justito, con incertidumbre, ilusión y miedo", responde al otro lado del hilo telefónico, mientras se preocupa por la tendinitis de un compañero.

Es un cúmulo de sensaciones después de un parón de la actividad sin precedentes. El impacto del COVID-19 en el sector, con el confinamiento inicial y las posteriores restricciones al movimiento, ha sido un hachazo en toda regla en plena Semana Santa, periodo clave para generar ingresos y tomar la temperatura de lo que puede ser el verano. Un tercio de los establecimientos han estado cerrados durante estas semanas. El Hotel Avenida abrió sus puertas el viernes, cruzando los dedos, siguiendo al pie de la letra el protocolo de actuación establecido, con labores de limpieza exhaustiva y geles. "Hemos comenzado a recibir a los primeros turistas; ahora mismo, para esta semana, estamos al 70%". Lo que cualquier otro año habría sido un porcentaje bajo a estas alturas de la temporada, en esta ocasión se antoja un esperanzador arranque de la actividad. Los primeros visitantes vienen de Bizkaia y Araba. Lo hacen "para tres días", tras el señuelo de una reducción de precios con la que el sector trata de ganar clientes, un tanto desconfiados por la situación. "Poco a poco vemos que hay turistas del Estado que nos muestran su deseo de viajar. Ahora mismo que se ha dado el pistoletazo de salida, estamos recibiendo a familias con hijos pequeños, que se han animado a última hora".

Esta es una característica común: la premura con la que se toman las decisiones, sin ninguna planificación a largo plazo. Para la semana que viene en este hotel de tres estrellas tienen prevista una ocupación del 30%. "Confiamos en las reservas de última hora, pero hay mucha incertidumbre, porque todo depende de la evolución de una situación que no está en nuestras manos". Desde el sector confían en que la nueva normalidad, con el fin de las limitaciones a los movimientos y la apertura de fronteras repercuta positivamente en la llegada de turistas procedentes tanto de territorios del Estado como de Iparralde y Francia, importantes mercados para el sector en Gipuzkoa. "Por lo que estamos viendo, desde luego que es de agradecer el comportamiento que están mostrando los clientes, respetando escrupulosamente las medidas de seguridad. Entre ellos también hay, por cierto, para estos días reservas de franceses, algún alemán, inglés, e incluso de Albania", repasa Varga. Por lo pronto, todos los esfuerzos se centran ahora en "retener como sea al cliente", apelando al respaldo del turismo local, como demuestra la campaña turística de verano lanzada por la Diputación esta semana, con el fin de generar un consumo interno.

La incertidumbre es grande, y el miedo libre. Así lo está percibiendo estos días Fabiola Arrondo, propietaria de los apartamentos Kantabriko Zarautz, en esta misma localidad costera. "Los clientes están siguiendo con mucha atención las noticias, y si surge un posible brote, aunque en realidad no afecte directamente a la zona, hay clientes que no lo dudan y llaman para cancelar la reserva".

Así le ha ocurrido con unos turistas madrileños que cogieron el teléfono para anular sus vacaciones en Zarautz en cuanto supieron de los brotes en los hospitales de Txagorritxu (Gasteiz) y Basurto, en Bilbao. "Estaban previsto que vinieran este pasado domingo, pero lo dejaron porque decían que tenían miedo, y ante eso nada puedes hacer", lamenta la propietaria.

El mes de agosto, si nada cambia, se presenta esperanzador en su negocio, con una previsión del 80% de ocupación. Lo que no ve tan claro es cómo sobrellevar tanta incertidumbre. "Hay clientes que llaman paulatinamente pensando en el mes de julio, pero enseguida te dicen si se puede cancelar en caso de que pase algo. Ante una situación como la que hemos vivido, y ante la posibilidad de que pudiera repetirse, por supuesto que no hay ninguna pega. El problema es que también percibimos que hay turistas que se valen de esta situación para cancelar lo que ya estaba reservado porque han encontrado una oferta mejor".

La picaresca siempre aflora en toda crisis, y en el sector tratan de readecuarse, aunque ahora mismo cueste lo indecible. Katrin Dams percibe que la gente todavía tiene miedo. "Esperemos que se vaya desprendiendo de él poco a poco". Para este fin de semana tiene reservadas la mitad de las seis habitaciones del Hotel Bista Eder de Hondarribia, que regenta. "Otros años en mayo y junio teníamos lleno sin problemas; ahora nada es lo mismo", confiesa.

Más de la mitad de las entradas de viajeros el año pasado fueron de otros territorios del Estado. Partiendo de ese dato, el sector apuesta este verano por fortalecer el turismo de proximidad, como "tabla de salvación" para un sector que da trabajo a casi 36.000 personas. "Ahora mismo contamos en el hotel con turistas nacionales y una pareja de ingleses que viven en Francia. La gente pregunta si tiene que pagar por adelantado porque no las tienen todas consigo. Veremos cómo discurre todo, en un verano en el que las reservas se hacen con muy poco tiempo porque todos esperan a última hora".