- A la entrada se ve a dos personas sin hogar que durante estos meses atrás se han negado por activa y por pasiva a ocupar plaza alguna en el frontón Atano III. Recogían la ración de comida diaria, pero siempre se quedaban afuera, mientras la población permanecía confinada. Ni siquiera una pandemia es capaz de doblegar el carácter indómito de quien ha sufrido lo indecible y se muestra a la defensiva, haciendo de la calle su modo o estilo de vida. Claro que no todas las personas responden a un mismo patrón. De hecho, quienes se apostaban ayer a la entrada son una excepción, habida cuenta del casi centenar de personas que llegaron a ocupar este recurso, ayer finalmente desmantelado, después de 96 días de difícil gestión, en los que el mundo ha cambiado pero las necesidades se perpetúan. “Después de todo lo que ha ocurrido se hace raro ahora ver todo este espacio vacío”.

Ni los más bregrados en servicios sociales recuerdan un dispositivo similar al habilitado en el frontón de Amara. Amaia Lasheras, de la Asociación Arrats, y Marga Martínez, técnico municipal, han sido las responsables de coordinar un recurso inédito que ya es historia. La charla con ambas tiene lugar en la grada del frontón, frente a una cancha desierta que llegó a ser cubierta por un sinfín de culturas y en pleno Ramadán. Ayer solo quedaban rastros de su paso por la estancia, que se apilaban a la entrada del recinto deportivo: cajas de frutas y sábanas; libros y cuadernos amontonados, así como tápers de arroz con verdura elaborados por Gureak. “La implicación de todo el mundo ha sido determinante. No solo de los trabajadores a turnos, sino de tantas otras entidades y empresas, como Ogi Berri, que durante todo este tiempo no ha fallado ni un solo día trayendo los desayunos”, dicen agradecidas.

“Cualquiera se puede hacer una idea de la complejidad que ha entrañado todo esto. De la noche a la mañana preparar un recurso para tantas personas fue un tanto caótico. No había ninguna normativa de referencia, el único objetivo era el confinamiento, del que evidentemente también surgieron problemas de convivencia”. Tras las palabras de Martínez, se hace de nuevo el silencio en el frontón. ¿Y a dónde han ido estas personas? ¿Qué ha sido de todas ellas? El Ayuntamiento de Donostia ha habilitado partidas económicas para que 25 personas puedan disponer de una residencia, al menos hasta finales de año. También está previsto abrir cinco pisos tutelados, completando así la Cartera de Servicios Sociales. A la espera de concretarse el itinerario que puedan seguir, el albergue de Uba sigue siendo un lugar de estancia temporal al que han sido trasladados 46 usuarios, tal y como explicó ayer a este periódico la concejala delegada de Acción Social, Aitziber San Roman, que también se desplazó al frontón acompañada por Garikoitz Agote, director del departamento.

Pero si algo ha puesto de manifiesto el trabajo directo con este vulnerable sector de población es que, con frecuencia, “la intervención es complicada”. Para ello, es preciso personal muy cualificado y lugares específicamente habilitados. El frontón ayer clausurado no es uno de ellos. “Atano, en ese sentido, no ha cumplido las condiciones, especialmente para aquellos usuarios con problemas de consumos y enfermedad mental, que no han encontrado aquí la respuesta adecuada a su situación”.

Así lo entiende Marga Martínez, que cruza los dedos y dice que “ojalá no haya que volver al confinamiento”. Durante la mañana de ayer San Roman también tocó madera en ese sentido. “Si por lo que sea hay que volver a la situación anterior, hace falta buscar otro tipo de alternativa de alojamiento. De hecho, me consta que el Ayuntamiento ya lo está haciendo”, constata Martínez.

La responsable de Arrats asiente. “No es lo mismo un frontón que el albergue de Uba o el de La Sirena. Todos los profesionales de estos recursos dicen que los usuarios han mejorado, mientras que aquí nos encontrábamos ante la situación contraria, con algunas personas que iban empeorando”. No han sido todos los casos. Incluso, puede decirse justamente todo lo contrario de chavales que han mostrado una fortaleza y ganas de salir hacia adelante en un contexto tan adverso. “Que haya jóvenes capaces de mantenerse así durante tres meses, sin entrar en peleas ni conflictos, es digno de reconocimiento. El problema está en las personas con problemas de salud mental y consumos, que requieren de un apoyo sanitario especializado”.