- Nerea Zabaleta Lasarte, en este tiempo especial, forma parte de los investigadores en cuyas manos está el futuro de millones de personas, unas vidas que ha cambiado el coronavirus.

En su laboratorio, junto con Mass General Hospital, la Universidad de Harvard y otras fundaciones, están desarrollando una vacuna basada en terapia génica. A grandes rasgos, ¿en qué consiste?

-La terapia génica consiste en utilizar genes como tratamiento. En nuestro caso, estamos utilizando un gen que codifica la proteína de superficie del coronavirus. Se basa en un virus asociado que transporta el gen del coronavirus a las células de las personas vacunadas para que su organismo genere una respuesta inmune frente a esta proteína. En el futuro si esa persona es infectada, el sistema inmune reconoce este nuevo patógeno y no es capaz de infectar.

¿Qué otras estrategias se están desarrollando?

-Hay diferentes estrategias. Algunas se basan en proteínas. En vez de inyectar un gen que reproduzca la proteína del coronavirus, se trata de inyectar directamente la proteína con un adyuvante, una sustancia que va a hiperactivar el sistema inmune para que la reconozca. Otras vacunas también se basan en terapia génica. En vez de hacer uso del virus que estamos utilizando, asociado al ADN, usan por ejemplo el adenovirus, un virus también modificado genéticamente que tiene otras cualidades en cuestiones de reproducción, de generación de respuesta inmune y expresión a largo tiempo. Entre las vacunas génicas también están las que se basan en el ARN que codifica la proteína. Por último, están las vacunas basadas en el virus real, atenuado o inactivado, que genera una respuesta en el organismo. La diferencia entre las diferentes categorías de vacunas sería la capacidad de reproducirlas a gran escala y el tipo de respuesta inmune que va a producir cada una. No sabemos cuál va a ser la mejor, se están desarrollando muchas diferentes.

¿Qué investigaciones están más adelantadas?

-Hay varias estrategias en fase 2, en la que se debe demostrar su eficacia, una vez superada la fase experimental y la fase 1, con menos pacientes, y en la que lo prioritario es demostrar la seguridad. La última fase es la tres. Se vacuna a más pacientes para demostrar su seguridad y eficacia. Con más personas vacunadas es más fácil ver los efectos secundarios. Lo siguiente sería su aprobación y comercialización.

¿Cuándo se cree que podrá tener una vacuna para frenar el coronavirus?

-Cuando se llegue a fase tres con alguna vacuna se va a saber si es eficaz y segura. Creo que podría ser para finales de año. Probablemente será más de una de las que estamos probando. Pero ello no significa que llegue a toda la población. Habría que ver cuánto cuesta escalarla, y cuánto tiempo puede llevar producirla para tratar a mucha gente. Son otras cuestiones más prácticas que tampoco se saben.

¿Con la urgencia de esta pandemia la agencia reguladora ha flexibilizado las fases?

-Son muy estrictos en cuanto a seguridad. No es como un tratamiento para personas que están muy enfermas. En cuanto a la seguridad no han relajado nada. Si es verdad que en EEUU están dando prioridad a todo lo que está relacionado con COVID.

Para la investigación hace falta financiación. Se dice que nunca había habido tantos recursos.

-Nunca tienes el dinero que te gustaría pero es cierto que hay más recursos. Fundaciones como la de Bill Gates están financiando proyectos relacionados con el COVID. En nuestro caso, ha sido importante la contribución de Wyc Grousbeck, el dueño de los Celtics, el equipo de baloncesto de Boston. Hemos tenido bastante financiación en un tiempo récord. Por otro lado, en Estados Unidos, el Instituto Nacional de Salud está financiando bastantes proyectos relacionados con el COVID pero es imposible llevar un programa clínico solamente con la financiación pública.

¿Cuál es la mayor dificultad con la que se están encontrando?

-La mayor dificultad es el tiempo, vamos a contrarreloj. Es una situación muy grave a nivel mundial y hay que desarrollar la vacuna ya. No sirve de nada hacerlo dentro de un año porque para entonces ya habrá otras o porque una parte importante de la población se habrá infectado y habrá inmunidad de grupo. Para ser rápidos necesitamos financiación porque estamos trabajando a riesgo. Todas las fases experimentales las estamos juntando como un acordeón, desarrollando muchas cosas de forma paralela. Ello implica más grupos experimentales y el proyecto se puede caer por el camino. Es una cuestión de tener mucho dinero para poder adelantar lo más rápido posible y llegar a los ensayos clínicos.

Hay muchos virus patógenos y otros coronavirus que causan enfermedad en humanos. ¿Por qué el COVID-19 ha desatado esta crisis sanitaria?

-Lo que hace especial al coronavirus es que no tenemos nada de inmunidad, de ahí el problema. El patógeno está viajando libremente y no encuentra una barrera inmunitaria. Además, todavía no conocemos bien la enfermedad ni las consecuencias a largo plazo, si las hay. Hemos llegado a un punto que no tiene vuelta atrás, hay tantas personas infectadas en tantos lugares diferentes que es muy difícil de parar. Se va a quedar y se va a convertir en un virus habitual.

¿Hasta que no haya vacuna no estaremos a salvo?

-Aunque se tenga vacuna no desaparecerá del todo el COVID-19, caerá enferma muy poca gente, quizás las niñas y niños que no están inmunizados aunque no sería grave. Se trataría de un patógeno común que estaría circulando. Pero es desconocido y es probable que se comporte de manera diferente cuando tengamos inmunidad.

¿Se está investigando sobre medicamentos que pueden paliar la enfermedad?

-Si bien no soy experta en antivirales, sé que se están estudiando fármacos antivirales que podrían funcionar para el COVID-19. Si tienes un fármaco aprobado y conoces la toxicología, solo se tiene que demostrar que funciona frente a este virus concreto. Es mucho más rápido.

Se habla de que la comunidad científica comparte conocimientos. ¿Crees que está crisis sanitaria puede suponer un punto de inflexión en la investigación?

-En la comunidad científica ahora hay mucho trabajo en equipo, una conciencia de compartir para avanzar más rápido que espero que se mantenga. Pero es importante concienciar a los gobiernos y a la sociedad de que la investigación es muy importante y puede salvar muchas vidas. En realidad, si la sociedad y el Gobierno quisieran, podríamos hacer la investigación muy rápido. Se puede acelerar, bien y rápido, si tienes apoyo. El SARS y el MERS estaban ahí pero muy poquita gente los estaba investigando. Si hubiese habido más dinero y se hubiese empujado esa investigación, igual ahora estaríamos en una situación mejor. La poca investigación que se había hecho ha sido vital, porque eran coronavirus. Se sabía qué proteínas tenían y que tipo de genoma gracias a la investigación.

¿Debemos estar preparados para nuevas pandemias?

-Espero que no. Puede haber pandemias de variantes de la gripe pero creo que una crisis sanitaria como la del coronavirus pasa una vez en la vida y si pasa. Pero nunca se sabe. Tampoco lo veíamos venir nadie. No estaría mal estar preparados.

¿Qué tenemos que aprender de esta crisis?

-Una lección de humildad para empezar. Un pequeño virus puede poner nuestro mundo pastas arriba. No somos todopoderosos y habría que aprender que es muy importante el sistema sanitario. Ya lo sabíamos, pero ha quedado en evidencia. Reforzar el sistema sanitario va a ayudar a que en momentos así haya menos muertes. En cuanto a investigación, tenemos que tomar conciencia de que aunque a corto plazo parece que no es necesaria, a largo plazo se ve que es necesaria y va a ayudar a superar crisis o cualquier tipo de enfermedad.

Precisamente, en una nación poderosa como Estados Unidos el sistema sanitario no es una de sus fortalezas.

-El sistema sanitario está menos preparado porque lo utiliza menos gente. El concepto de acudir al médico es diferente. Una persona que cree que puede estar infectada de coronavirus es muy probable que no vaya al médico porque supone pagar, o copago. No es solo el sistema sanitario. Al menor síntoma no se debe ir a trabajar y se deben pasar quince días de cuarentena, pero esos días se cogen de las vacaciones. Es probable que esas personas vayan a ir a trabajar y contribuyan a expandir la enfermedad. Aunque las medidas que se están tomando a nivel individual a veces no tienen sentido, es por el bien colectivo. Deberíamos concienciarnos.

¿Cómo vive una leitzarra esta situación en un laboratorio de Boston?

-La verdad que es apasionante. He aprendido mucho. Había trabajado en ciencia básica y ahora es un proyecto enfocado a clínica, a tratar pacientes ya. La prisa también hace que tengas que trabajar muy eficaz, fallar lo antes posible para buscar por otro lado. Es una forma de investigar completamente diferente. Hay mucha presión, tanto autoimpuesta como por la situación, que nos está llevando a trabajar hasta la extenuación. El ritmo de trabajo es inhumano. Pero lo hacemos porque queremos.

¿Le gustaría quedarse unos años más en Boston , o tiene ganas de volver?

-Me encantaría quedarme unos años más en Boston Me apasiona mi trabajo aquí y adoro esta ciudad. No descarto hacer otro posdoctorado en algún otro sitio en EEUU o en Europa para seguir formándome como investigadora. En el futuro me veo inmersa en la investigación académica, formando un grupo de investigación. El dónde, el cuándo y el cómo no podría decirlo.

"Para ser rápidos y eficaces necesitamos financiación porque estamos trabajando a riesgo, en paralelo"

"La poca investigación que se hizo del SARS y el MERS ha sido vital porque también eran coronavirus"

"De esta crisis tenemos que aprender que es importante reforzar el sistema sanitario para evitar muertes "