uedo con una persona en el amaratarra bar Iruña, antiguo bar Benito de mi infancia, que tenía un loro de Gabón, o yaco (Psittacus erithacus), gris con la cola roja, que se paseaba por la barra ante la indiferencia de la parroquia, compuesta por taxistas, maleteros y otros empleados de la intermodal -Topo + Vascongados-. Entonces no había pintxos que proteger. Algunos bocadillos, encurtidos y una tortilla de patatas. Llego con un poco de antelación. La camarera, diligente, me señala una de las dos mesas libres. Opto por la más discreta. La limpia junto con las sillas, con un papel de cocina y desinfectante y me invita a sentarme. Me pregunta lo que voy a tomar. Y más increíble todavía, me lo trae sonriente, junto con el tique. El diputado de la Hacienda foral ya sabe que he pedido un Rueda. Se repite la operación al llegar la persona que esperaba. Gracias a un virus chino tenemos unos bares limpios y un buen servicio. Esto no puede durar mucho. Me temo que pronto volveremos al "servicio a la donostiarra", autoservicio, mala cara y pestilente trapo húmedo.

Japón acaba de levantar la desescalada después de haber sido originales en el control de la pandemia. Identificaban los puntos de contagio y realizaban las cuarentenas oportunas, pero sin paralizar el país, a pesar de las críticas mundiales. Ahora pueden demostrar que tenían razón. Curiosamente y en contra de lo que podamos pensar, los medios de transporte, especialmente el metro con sus aglomeraciones, no han sido los focos de contagio. A pesar de la poca distancia entre viajeros, todos portaban mascarilla, no hablaban e iban pendientes de su móvil. Además, la ocupación descendió bastante. Donde se desmelenan, beben, charlan y se infectan los "banzais" es en bares, karaokes, gimnasios y discotecas, los auténticos focos de contagio.

No nos olvidemos de Joaquín y Alberto, del vertedero de Zaldibar, ni de comprar producto local, de nuestros baserritarras. Doctor en Veterinaria