- Durante estos casi cuatro meses han estado alojados en polideportivos o frontones; son personas sin hogar, que ya vivían en la calle pero también otras que se hospedaban en viviendas en alquiler, habitaciones o pensiones, y que, debido al estado de alarma, perdieron ese techo bajo el que poder pernoctar. Con el final del confinamiento, instituciones y entidades no quieren que vuelvan a la calle y diseñan ya programas de intervención, con alojamiento e itinerarios de inserción, para no soltarles la mano.

El departamento de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno Vasco ha puesto en marcha, en colaboración con varias entidades del tercer sector, el programa Lehen Urratsa, dotado con dos millones de euros para el millar de personas que han sido atendidas en los distintos recursos de las tres capitales vascas durante la pandemia. En el caso de Donostia, el Ayuntamiento organizó un sistema de acogida de emergencia en el frontón Atano, planteando una atención diferenciada en función de las necesidades de cada una de ellas.

“Esta crisis sanitaria nos ha abierto una oportunidad para poder ayudar en la inclusión de las personas sin hogar”, destacó la consejera de Empleo y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, que ayer se reunió con una representación de las entidades que están llevando a cabo esta labor, como Peñascal Kooperatiba, Bizitegi, Agintzari, Erain Sociedad Cooperativa, Cáritas, Fundación Ellacuria, Etorkintza o Gizakia.

Son una veintena las entidades sociales de Euskadi que atienden a las mil personas sin hogar que han utilizado los refugios instalados en Donostia, Bilbao y Gasteiz, un trabajo de seguimiento que se ha dotado con dos millones de euros y que pretende evitar que se vean abocadas a tener que vivir de nuevo en la calle el día que se cierren definitivamente los recursos. Sus perfiles son muy diferentes, desde jóvenes migrantes no acompañados que cursaban estudios a mujeres sin hogar en exclusión grave o personas con adicciones y problemas de salud mental. Para cada uno se contemplan diferentes alternativas, como pensiones o albergues, viviendas con apoyo y centros de primera acogida, complementados en algunos casos con espacios de atención diurna.