- La vuelta a la normalidad va ganando enteros cada día que pasa, aunque por el momento nada volverá a ser igual, y no hay más que detenerse en la última medida aprobada. El uso de mascarillas será obligatorio en espacios cerrados y en la calle si no puede garantizarse la distancia de seguridad de dos metros. El Gobierno y las comunidades autónomas acordaron ayer por la tarde en el seno del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Sanidad ampliar el uso de mascarillas. "Será obligatorio, como hasta ahora, en el transporte público, y también en espacios cerrados y en la vía pública si no es posible garantizar la distancia mínima de seguridad de dos metros", informó el Ministerio de Sanidad en un comunicado. El uso de las mascarillas quedará regulado en una orden ministerial que se publicará en los próximos días.

Novedad que llega ante este paulatino despertar en las calles, donde se advierte que hay vida más allá de la pandemia y que la sociedad va saliendo de su letargo. La vía pública ofrece una imagen que nada tiene que ver con el páramo en el que se había convertido hace tan solo unas semanas, con dos millones y medio de personas confinadas en sus casas. En este contexto, el Gobierno Vasco ve motivos fundados para dar finalmente por superada la emergencia sanitaria por la pandemia de coronavirus.

Fue decretada el pasado 13 de marzo en una, por aquel entonces, desconcertada población, que registraba aquel día 71 nuevos positivos, con 417 personas contagiadas, la mayor parte de ellas (310) en Araba. El relato de los hechos es bien conocido desde entonces. Durante los dos últimos meses uno de los principales retos ha sido evitar a toda costa el colapso del sistema sanitario. "Lo peor está por venir", advertían las autoridades de modo insistente. Aquel día, en el que se decretó la emergencia sanitaria, Gipuzkoa contabilizaba 24 casos y el número de fallecidos en Euskadi ascendía a 14. Nadie intuía lo que estaba por venir.

A modo de balance, basta una cifra para comprobar la inusitada virulencia con la que se ha empleado el coronavirus desde entonces: son ya 1.467 las personas que han perdido la vida por la pandemia en Euskadi, lo que arroja una triste media de 20 fallecimientos diarios.

Como pudo comprobarse ayer, con unos cielos despejados que animaron a dar el paseo diario, tras la tormenta siempre llega la calma, y así ha sido en Euskadi también, donde el escenario ha ido cambiando radicalmente. Tanto es así que Gipuzkoa estrenó ayer la mayor libertad de movimientos que procura el desplazamiento entre pueblos sin ningún contagio ni fallecimiento, mientras España marcó un nuevo récord en la desescalada, con 59 muertos.

Superada la emergencia sanitaria, toca reordenar el sistema en todos los órdenes de la vida social, y para ello hace falta ir dando pasos. Se abre a partir de ahora en Euskadi una etapa de vigilancia sanitaria cuyo objetivo es la contención y reducción de casos, tal y como recoge la resolución del Departamento de Salud fechada a 14 de mayo.

La paulatina reincorporación a los puestos de trabajo, el inminente regreso a las aulas en algunas etapas educativas y el mayor bullir de gentes en las calles pone a prueba a partir de ahora la capacidad de gestión de cada persona, en ese necesario equilibrio entre la libertad y la responsabilidad ante una pandemia que todavía no se ha marchado, a pesar de que se vayan aliviando las medidas de contención.

La vida de la sociedad vasca ha estado sujeta a las directrices marcadas por un estado de alarma cuya aplicación entró en vigor un día después de decretarse la emergencia sanitaria, lo que supuso de facto la desactivación de la normativa vasca. Desde entonces los encuentros dominicales y telemáticos entre el lehendakari y el presidente español, Pedro Sánchez, han vivido diferentes desencuentros y momentos de tensión.

El Gobierno Vasco, horas antes de que decretara el estado de alarma, había aprobado un decreto basado legalmente en la emergencia sanitaria con una serie de medidas, entre las que no figuraba el confinamiento. Sí ordenaba durante quince días el cierre de los locales de hostelería, de sociedades gastronómicas y museos, así como centros de culto, de día para mayores, de juego y actividades deportivas. También reducía la oferta entre el 40 y el 60% de los servicios de transporte público.

Todo quedó en el aire puesto que esta serie de medidas previstas en el País Vasco se solaparon con el estado de alarma decretado por el Gobierno español, una norma de rango superior que restringió el movimiento de personas en todo el país, además de decretar el cierre de centros educativos, comercios no esenciales y espectáculos.

Después de estas semanas de "mando único" se abre ahora un nuevo escenario en el que el gobierno español se ha comprometido a la cogobernanza, garantizando el ámbito competencial que durante la gestión de la pandemia ha sido arrebatado. Así, el lehendakari Iñigo Urkullu, mediante decreto de este pasado domingo, ha decidido devolver el mando del Plan de Protección Civil de Euskadi a la consejera de Seguridad del Gobierno Vasco, Estefanía Beltrán de Heredia.

Se da la circunstancia de que todas las fuerzas policiales de ámbito local y regional habían quedado bajo el mando del Ministerio del Interior. Después de dos meses de gestión de la pandemia, los indicadores actuales sobre la evolución de la pandemia indican que la sociedad vasca se encuentra "en una fase de contención y minoración". El Gobierno Vasco, que ya se encuentra en la fase 1 de la desescalada y prevé pasar a la fase 2 el lunes que viene, da por superada la fase de emergencia sanitaria cuyo principal cometido era evitar el colapso sanitario.

Ahora toca evitar que la curva epidemiológica vuelva a tener una tendencia ascendente. En ese sentido, el número reproductivo básico se situaba hace dos meses en 1,75. Es decir, por cada persona que daba positivo, había dos nuevos contagios, cuando a mediados de mayo se sitúa ahora en 0,75. El objetivo es que de ningún modo se supere esa barrera psicológica del 1.

Mascarillas higiénicas. Cubren boca, nariz y barbilla y están provistas de un arnés que rodea la cabeza o se sujeta en las orejas. Suelen estar compuestas por una o varias capas de material textil y pueden ser reutilizables o de un solo uso, de en torno a 4 horas.

Mascarillas quirúrgicas. Para contagiados (con síntomas o asintomáticos). Se usan en ambientes clínicos y limitan la transmisión al filtrar el aire exhalado. Su misión es proteger a quien está alrededor del portador. La duración depende del fabricante y se recomienda no usarla más de cuatro horas.

Mascarillas EPI. Para personas en contacto con el virus y vulnerables (prescripción médica). Barrera entre riesgo y usuario, filtran el aire e impiden partículas contaminantes. Según su protección: FFP1, FFP2 (recomendada) y FFP3. La duración depende del fabricante y no se aconseja más de 4 horas.

Mascarillas higiénicas. Existen tres tallas entre 3 y 12 años. Si son positivos por COVID-19, con síntomas o asintomáticos positivos deben usar quirúrgicas o higiénicas con especificación UNE.

El uso de las mascarillas quedará regulado en una orden ministerial que se publicará en los próximos días

Se abre a partir de ahora en el País Vasco una nueva etapa cuyo objetivo es la contención y reducción de casos