o tienen perspectiva. No relativizan. No utilizan esa capacidad única del ser humano para situarse imaginariamente en otros escenarios. Me refiero a los que se quejan, a los que, según los medios de desinformación, están sufriendo daños psicológicos por el confinamiento, a esos que se sienten ahogados por el encierro y casi necesitan relacionarse en la terraza del bar y son portada de los medios en su primer día de libertad después de la cuarentena.

Pueden pensar en todos los secuestrados que se han sucedido en los 40 años de terrorismo que hemos padecido, una injusticia criminal, o en los presos en primer grado en aislamiento físico en una celda minúscula, con dos horas de salida al patio al día, en soledad permanente, con visitas limitadas y a mil kilómetros de la residencia de su familia, otra injusticia, pero legal. Puede servirnos también el ejemplo de los marinos que embarcaron para tres meses y llevan cinco en la mar, sin posibilidad de que les llegue el relevo desde Bermeo, porque no hay manera de desplazarse hasta Manila o Hong Kong, por ejemplo. Otra perspectiva, esta vez marina. Pensando en esto, quizás los quejicas ya se sientan menos traumatizados por el confinamiento. Nosotros tenemos comida y bebida abundantes, televisión, Internet, juegos, música, lectura, quizás, hasta una conversación interesante, posibilidad de retozar (opcional) con la pareja (si existiera) y podemos salir diariamente a la calle a hacer la compra de productos frescos por los comercios del barrio, que tenemos que dinamizarlos entre todos, y al balcón a aplaudir para aliviar la tensión diaria.

Así que menos consejos de expertos, menos chorradas y más capacidad de sufrimiento, que hará falta, y, más perspectiva.

No nos olvidemos de Joaquín y Alberto, del vertedero de Zaldibar, ni de comprar producto local de nuestros baserritarras, antes, como ahora también, esenciales para nuestra diaria subsistencia.Doctor en Veterinaria