- El confinamiento está poniendo a prueba la convivencia familiar. El mediador Asier García Real aconseja "expresar las emociones porque, cuando no lo hacemos, vienen la agresividad, la lucha y el enfrentamiento con el otro".

¿Qué dificultades añade la pandemia a la, a veces, ya de por sí difícil convivencia familiar?

-El estrés, generado por la propia situación de confinamiento, y la ansiedad por cuándo terminará, qué pasará con el trabajo, etc.

El virus asusta, pero encerrarse con la familia no se queda atrás. ¿Qué tal lo llevamos, en general?

-Los problemas son los que tenemos siempre en la convivencia familiar, pero hay un mayor desgaste emocional. Los niños están más alterados y aburridos. Tienen más dificultad para regular las emociones, más miedos y problemas para dormir, lo cual afecta a toda la familia. Pero, en general, la sociedad se está adaptando bien, está tratando de sacar el lado positivo y aprovechando para estar más con la familia. Creo que hay un redescubrimiento del papel de padres y de madres en ese sentido.

¿Hay quienes están 'conociendo' a sus hijos e hijas estas semanas?

-Parece que sí. Educar se había convertido en llevarlos a extraescolares en una sociedad en la que vivimos con un ritmo frenético y habíamos olvidado la importancia de educar en valores, autoestima, habilidades sociales... Se ha producido un frenazo y nos hemos visto todos en esa situación de ampliar los roles que tenemos como padres.

¿Cuáles son las principales causas de conflicto en la convivencia familiar en estas circunstancias?

-A nivel de pareja, sobre todo si tiene problemas, puede existir cierta conflictividad, como cuando convive más tiempo en vacaciones. Respecto de los menores, que tienen mayor dificultad para contener ciertas conductas, a veces los padres y madres tampoco estamos en el mejor momento emocional y ahí hay también un caldo de cultivo.

¿Con los y las adolescentes la cosa se complica todavía más?

-Con ellos siempre hay dificultad de comunicación y esto lo va a evidenciar más. Es una etapa de mayor turbulencia emocional, más la propia de la situación, y son más de pasar el pie de la raya. Estamos hablando de límites y de una situación restrictiva. Por tanto, ahí hay conflictos. Y los habrá a todas las edades con el uso de las tecnologías.

Los progenitores deben mantener la calma, pero ¿cómo si teletrabajan, supervisan deberes...?

-Toda familia, para evitar el caos, necesita unas normas y unas rutinas, que ayudan no solo a la estabilidad emocional, sino también a la convivencia. Si son excesivas, generan frustración y aumento de la conflictividad, por lo que hay que saber flexibilizar. Por otra parte, además de tener autocontrol, hay que expresar los sentimientos y ayudar a que los hijos los verbalicen también para que no se queden dentro y generen conflictividad. Además, hay que evitar caer en estados de ánimo negativos haciendo ejercicio, relajación o actividades que nos resulten placenteras, como leer o ver una serie.

Hay que predicar con el ejemplo.

-La educación es eso fundamentalmente. Si no somos capaces de dar ejemplo, de mantener la calma, de discutir o debatir como personas adultas... Es importante que expresemos cómo nos está afectando esta situación. Que ellos vean y aprendan cómo lidiar con los sentimientos complicados. Somos referentes, pero no tenemos que ser perfectos. Eso les generaría mucho estrés al tener unas expectativas de lo que se espera de ellos muy altas. También tienen que ver que sus padres o madres en cierta manera han podido perder el control. No pasa nada, somos humanos.

Entonces, si alguna vez los progenitores pierden los papeles, no tienen por qué 'fustigarse'.

-No, porque todos nos hemos educado en el ocultismo de las emociones desagradables y son las que les van a permitir a ellos superar situaciones difíciles y ser resilientes.