penas quedaban unos días para una celebración largamente esperada, con esas sesiones de fotos que preludian la ceremonia religiosa y el banquete de rigor. Todo ello iba a tener lugar cualquier fin de semana de este mes de mayo finalmente tan extraño. Los protagonistas de esta historia, menores llamados a celebrar su primera comunión, han acabado confinados en sus casas, con un horario de salida restringido, siguiendo sus clases vía telemática y con sus trajes y vestidos en el armario a la espera de mejor ocasión. “Todo estaba en marcha justo cuando se decretó el cierre. Tenía citas para los días siguientes. Las familias iban cogiendo hora, como es habitual, en una fechas en las que todo son preparativos: el vestido, la peluquería...”. Como las piezas del dominó, todo se fue cayendo. Así lo recuerda Arantxa Manterola, de la tienda de fotos Donimag de Pasaia. Sesiones canceladas, iglesias cerradas, banquetes que nunca se celebraron. “Hay familias que desde entonces me han estado llamando. Tengo previsto abrir el lunes, pero las comuniones han quedado aplazadas”.

El parón que dio al traste con la actividad laboral de Manterola y de prácticamente toda la sociedad fue anunciado el 13 de marzo, cuando el departamento de Salud vasco aprobó la declaración de emergencia sanitaria. Euskadi contaba aquel viernes con 417 casos positivos de coronavirus y 14 muertos. La declaración de emergencia sanitaria prácticamente se solapó con el decreto del estado de alarma todavía en vigor.

¿Y qué ocurre ahora con las comuniones? Según informan desde el Obispado de San Sebastián, no hay una disposición concreta al respecto. Durante estas semanas tan inciertas cada parroquia ha establecido contacto directamente con las familias para buscar una fecha. Todas lo han dejado para después del verano, pero en estos momentos nadie está en disposición de saber cuál será el escenario una vez se relajen las medidas de confinamiento. “La situación es variable en función de cada iglesia, y muchas han decidido retrasar la fecha a septiembre, aunque el curso pastoral se reanuda en todo caso el 25 de mayo”, indican las mismas fuentes.

Un primer paso dentro de esa desescalada hacia la normalidad se dará el lunes en los lugares de culto, toda vez que las iglesias vascas vuelvan a acoger la celebración de misas con público. Se recomienda a los fieles acudir con mascarilla (aunque no será obligatorio).

Eso sí, se imponen medidas restrictivas, como no superar un tercio el aforo en esta primera fase, indicando además los lugares que deben ocuparse para guardar la distancia de seguridad.

Así lo han acordado los obispos de las diócesis de Donostia, Bilbao y Gasteiz con el Gobierno Vasco. Será preciso nombrar a personas que distribuyan a los fieles en las iglesias para garantizar el respeto de las distancias de seguridad y que ordenen las entradas y salidas para evitar agrupaciones en los accesos. El acuerdo entre los obispos y el Gobierno Vasco contempla también ofrecer gel hidroalcohólico desinfectante a la entrada y a la salida de las iglesias.

Colectivo de riesgo

Liturgia y salud

Una serie de recomendaciones que llegan en un contexto todavía un tanto incierto, con una evolución de la epidemia por el momento descendente pero que exige todas las cautelas con un colectivo de riesgo como el que integra el grueso de los fieles.

Es por ello que, a pesar del acuerdo, no todas las iglesias celebrarán eucaristías desde la semana que viene. Javier Hernáez, párroco de Altza, apela a la prudencia. “No me cabe ninguna duda de que por encima de la liturgia está la salud. En nuestro caso, al celebrarlas los domingos, la primera misa sería la del 17, pero he optado por aplazarla hasta el 24 por lo menos, porque hoy por hoy ni siquiera está claro si los horarios de salida de los mayores serían compatibles con la celebración”.

Las personas que den la comunión se deberán desinfectar las manos antes y después de la distribución y se llevará a cabo una desinfección “continua del templo y los objetos litúrgicos”.

Los prelados invitan a las personas mayores, enfermas o en situación de riesgo que valoren la conveniencia de acudir a misa.

Tanto dentro como fuera de la Iglesia, nadie sabe cuándo podrán finalmente darse la mano o un abrazo los pequeños con sus mayores, en un reencuentro tan esperado a estas alturas de confinamiento.