on los que peor lo han llevado. Los mayores han tenido que vivir con el miedo de coger el virus y la imposibilidad de salir a la calle y así evitar perder movilidad. “Casi te acostumbras a no salir, cuando antes podías ir a donde quisieses y hacer lo que te viniera en gana”, confiesa el matrimonio formado por Saturnino Leon y Tere Casado, él de 73 años y ella de 65, y que han salido un par de veces cada uno a la calle durante este tiempo.

“Tenemos muchas ganas de salir. Notamos el estar en casa encerrados. Uno de los días que salí, al subir una pequeña cuesta que hay para volver, noté que me costaba”, cuenta Saturnino, quien hace un año sufrió un pequeño ictus, por lo que se encuentra entre la población de riesgo: “Había miedo a salir y coger el virus”.

Él y su mujer han establecido una rutina en casa durante el confinamiento para no perder la actividad física. Tanto por la mañana como por la tarde caminan 30 minutos. Luego, mientras él hace sus ejercicios de movilidad, ella anda en bicicleta estática unos siete kilómetros y, por último, rematan el día con una partida a las cartas y pasatiempos y sudokus. “Es muy importante tener una rutina”, asegura Tere, quien indica que el balcón se ha convertido en uno de los rincones preferidos de la casa. “Antes ni nos dábamos cuenta de lo que teníamos enfrente y ahora no paramos de salir”, observa.

Para el día de hoy no irán muy lejos, prefieren ir “poco a poco”, y sólamente se desplazarán hasta la plazoleta que tienen delante de su casa en Elgoibar. Es importante para ellos que no haya mucha gente y evitar las concentraciones para sentirse más cómodos.

No obstante, no ven necesario establecer un límite horario para las personas mayores de 70 años. “Si nos respetamos no hace falta ponerlo. Hay espacio suficiente para que podamos estar todos juntos en la calle”, señalan.