- Bajo la crisis sanitaria que ha ido centrando toda la atención se ha ido gestando una recesión económica y social cuyas consecuencias todavía no se vislumbran en toda su dimensión, pero que anticipan un vuelco de 180 grados. El futuro más inmediato va a exigir “una reconfiguración del sistema de trabajo y un cambio de esquema”, sostiene Iñigo Martínez, coordinador del Aterpe de Cáritas Gipuzkoa, donde ya tienen puesta la mente en la atención a colectivos que lo van a pasar mal. “Nos estamos preparando para atender a todas las personas que se van a quedar desprotegidas”.

No va a ser fácil responder a las nuevas demandas, como tampoco lo ha sido conciliar las restricciones del estado de alarma con la atención diario a los usuarios de Aterpe y Ho-tzaldi, dos recursos de referencia de Cáritas que han vivido semanas de vaivenes. Mes y medio después se puede decir que se ha podido ofrecer una respuesta y encauzar la atención, a pesar de la situación tan cambiante y de los constantes contratiempos, que podían haber ocasionado un contagio comunitario que felizmente no se ha producido.

La colaboración con la Diputación se ha antojado fundamental. En Aterpe, ya desde un comienzo, dos de los 20 usuarios rompieron el confinamiento. Su salida coincidió en el tiempo con la sintomatología que comenzaron a presentar ocho personas más que presentaban patologías previas. Para evitar cualquier contagio, se decidió el traslado de estos usuarios al albergue foral de Hondarribia, donde se atiende a personas sin hogar con sintomatología.

De las personas que continuaban en Aterpe, una rompió en dos ocasiones las medidas de confinamiento y otras dos comenzaron a mostrar síntomas compatibles con el COVID-19. Las tres fueron derivadas también a Hondarribia. De las trece, una decena se encuentra ahora en el Hospital San Juan de Dios (Arrasate), a la espera del desenlace de su estancia temporal. Hotzaldi, que fue concebido para ofrecer alojamiento nocturno, hubo de transformarse en centro de estancia permanente, atendiendo a los requerimientos sanitarios para evitar más contagios. Aquí también se ha registrado algún que otro episodio de fiebre, con un traslado a Hondarribia.

En este contexto, la Diputación se ofreció a liberar la presión del centro, y una veintena de usuarios han sido trasladados al albergue de Orio, por lo que actualmente en Hotzaldi hay quince personas. Cáritas, que respira algo más tranquila, dice que por el momento podrían atender con garantías a una decena de personas más.

A ello se suma el incierto escenario que plantea la medida aprobada por el Gobierno central de autorizar la salida a los adultos el sábado. Durante este tiempo ha habido bajas entre el personal, es mucho el trabajo que se ha realizado para evitar contagios, y nadie sabe qué ocurrirá una vez que se relajen las medidas de contención actuales. Por lo pronto, Cáritas agradece la colaboración de la Diputación, “que ha estado muy rápida a la hora de dar respuesta”, e incide en que tiene la mirada puesta en todas esas personas que tienen un perfil de calle y que ahora están siendo atendidas en recursos de urgencia, pero cuyas necesidades irrumpirán una vez se levante el confinamiento. “Nos estamos preparando para lo que pueda venir”.

Colectivo de riesgo. Comedor, ducha, lavandería... Detrás de cada servicio que presta Cáritas dentro del área de atención a las personas sin hogar hay unos 300 voluntarios, la mayor parte de avanzada edad que, de buenas a primeras, han pasado de prestar ayuda a convertirse en un colectivo de riesgo confinado en sus hogares debido a un virus especialmente virulento con este sector de población. En algunos casos se han podido despertar entre ellos temores ante posibles contagios. En otros, aunque estén dispuestos a echar una mano, pueden surgir dudas debido a la presencia de un patógeno que ha venido para quedarse, y que puede comprometer su salud. “Es otro reto que nos aguarda por delante. Cómo reorganizar el retorno a la normalidad con el voluntariado, teniendo en cuenta su perfil y esta nueva realidad”, expresa con preocupación Iñigo Martínez, coordinador del Aterpe de Cáritas.