- ¿Cómo afecta esta crisis del COVID-19 al resto de investigaciones? ¿Las ralentiza, puede llegar a paralizar algunas?

-El mayor contratiempo es que hay una serie de limitaciones por el estado de alarma, que como en cualquier otra profesión, limita los ritmos de trabajo y eso sí que hace que algunas investigaciones que no están relacionadas con el COVID-19 puedan aminorarse. Pero mucho de nuestro trabajo es entender qué hace esta proteína para poder plantear experimentos a futuro e ideas nuevas y podemos hacer teletrabajo. Por otra parte, el impacto tan grande que está teniendo el COVID-19 es evidente y los investigadores nos amoldamos. Es decir, el deber de los investigadores es ayudar y ofrecer información a la sociedad en este asunto.

¿Ustedes también están con ello?

-Hay muchos investigadores, entre ellos en nuestro grupo, que aunque nuestras líneas de investigación son otras, porque no somos virólogos, sí que tenemos experiencia en envejecimiento e intentamos adaptar nuestras fortalezas para ofrecer información y ayuda en este campo.

Vamos, que aquí apechuga todo el mundo.

-La realidad es que sí. La situación es tan grave que conlleva que a todos los niveles tengamos que poner nuestro granito de arena.

Dicen los epidemiólogos que era esperable una pandemia así...

-Yo creo que sí, lo que igual no era esperable o igual no se quería ver es el impacto tan agresivo y tan maligno que está teniendo. Ya ha habido otros casos de coronavirus y de transferencias de virus de animales a humanos que han tenido su impacto en la sociedad, pero más limitado; este, por sus características, tiene una capacidad mayor de infectar. Seguramente se estudiará en los libros de historia dentro de muchos años. Es un virus que tiene una potencia de infectar importante y que afecta sobre todo a las personas más débiles y en los países con poblaciones más envejecidas.

¿Esto puede alterar nuestra configuración mental y que el cáncer deje de ser lo que más nos preocupa a nivel sanitario? ¿Ocuparán su lugar el COVID y las epidemias?

-No quiero jugar a adivino pero el COVID-19 ha venido para quedarse y es probable que hasta que tengamos una vacuna, vaya a ser un foco de riesgo y una alerta sanitaria muy significativa, pero espero que en un tiempo relativamente corto, de seis meses a un año o año y pico, se genere una vacuna y lo que se hará será cronificarlo, lo mismo que la gripe, que está naturalizada por la comunidad. Creo que con el COVID-19 sucederá algo parecido y volverá a prestarse más atención a las enfermedades que tienen un impacto más significativo, tanto en número de muertes, como por los efectos secundarios que producen. Y es cierto que los tratamientos del cáncer, la quimioterapia y la radioterapia tienen unos efectos secundarios bastante negativos y eso hace que se vea esta enfermedad como muy mala; por un lado, por el número de muertes que provoca, en algunos de ellos además de una forma muy rápida, aunque cada vez menos, y por las consecuencias que tiene.

“Hasta que tengamos una vacuna, esta enfermedad va a ser una alerta sanitaria, pero volveremos a prestar más atención al cáncer”