abemos que la vacuna que nos inmunice llevará su tiempo. Por eso, para acabar con él, le aburriremos. Y la forma de aburrirle es la infección ordenada del mayor número de personas, para lograr lo que los epidemiólogos denominan la inmunidad grupal o del rebaño, es decir, conseguir la suficiente población infectada y, por lo tanto, inmunizada, para extinguir la mayoría de las cadenas de contagio, que el virus se quede sin trabajo y la tasa de reproducción del virus quede por debajo de uno. Y debe hacerse de forma ordenada para no colapsar el sistema y eso solo se consigue con el aislamiento de los casos positivos y la cuarentena de los contactos. Cuando las medidas logren reducir el número de casos por debajo de un límite, se abrirán las restricciones, que deberán imponerse de nuevo cuando llegue la segunda vuelta y los casos vuelvan a superar un umbral determinado.

A falta de aplicación de test serológicos masivos de anticuerpos, los modelos matemáticos señalaban hace una semana a España, con un 15% de infectados. Dicho de otra manera, está más cerca de la inmunidad grupal que Italia, segunda en la clasificación con un 9,8% de infectados. Lamentablemente, la tasa de mortalidad, en este momento, en España, es superior a la de Alemania.

Según el The Imperial College of Science, Technology and Medicine de Londres (ICL), un centro prestigioso en avances frente a patologías víricas, un 15% de la población española podría estar contagiada por este nuevo virus y las medidas de confinamiento, -aplanar el pico de la curva que diría Simón-, habrían salvado la vida a unas 16.000 personas. Afirman, además, que, de no haberse tomado medidas, se habría infectado entre el 60 y el 90% de la población mundial y, a pesar de todo, en opinión de los epidemiólogos del ICL, este virus va a costar 20 millones de vidas, y es algo que debemos asumir desde ahora.

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