amentábamos en otra PíldoraPíldora la ausencia de veterinarios en el gabinete de crisis del coronavirus. Si bien sólo escribo para lectores inteligentes, siempre se cuela alguno de los otros y seguro me malinterpreta. Me refería a la planificación operativa del evento y me remontaba a la dinámica existente en la profesión veterinaria desde 1924, con la creación de la Organización Mundial de la Sanidad Animal (OIE).

Abundando en ello, el 12 de diciembre de 1904 se publicó el reglamento de policía sanitaria de animales domésticos, que ya preconizaba el aislamiento y otras medidas de control, en la línea de lo que estamos aplicando en la actualidad. Medidas en las que profundizaría la Ley de Epizootias de 1914. En ese gabinete figuran tres uniformados, de los que dos son diplomados en estado mayor, a juzgar por las divisas, es decir, con formación en administración, personal, logística, planeamiento e inteligencia. Visión de conjunto. Con independencia de que se cuestione su presencia en un problema sanitario estricto, estoy seguro de que ellos sí conocen las potencialidades de los veterinarios en esos niveles.

En este momento hay veterinarios en activo, excluyendo a nuestro ínclito telepredicador emérito, capaces de aportar sus conocimientos en epidemiología y las descritas habilidades, para integrarse en el gabinete de crisis. En la crisis del H1N1 tuve el privilegio de participar en una serie de supuestos de pandemia que se nos plantearon desde el Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco, inventariando recursos para hacerle frente, en sesiones de "estado mayor" que se celebraban con la participación de una docena de profesionales, salvo dos excepciones, ninguno médico. Conozco el paño. Acordarse de comprar producto local. Ahora toca cordero, asado, aunque ensucie el horno o guisado con sus alcachofas o al chilindrón, ahora que tenemos tiempo para cocinar.