ese a llevar más de una década sin dedicarse a la enfermería de manera remunerada, Mari Carmen Echeverría no necesitó ni quince minutos para dar su nombre en la bolsa de trabajo para enfermeras geriátricas que ha abierto la Diputación de Gipuzkoa con motivo de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. "En la radio llevaban un par de días anunciándolo, el colegio de enfermería nos había mandado un par de correos diciendo que las residencias geriátricas necesitaban enfermeras, y el viernes mismo -día 27- estaban venga decir que necesitaban enfermeras y que en el boletín había salido la resolución de la Diputación. Cogí el ordenador, leí la resolución, el impreso estaba anexo, lo imprimí, lo rellené y lo envié. En un cuarto de hora", resume esta donostiarra de 60 años, que recuerda: "Lo eché y después de comer ya me estaban llamando. Fue rapidísimo todo. Estoy encantada".

Este lunes se incorporó a su nuevo trabajo en la residencia Anaka de Irun, tras casi 15 años sin ejercer. "Una es enfermera siempre, desde que naces hasta que te mueres", asegura esta mujer que dejó su profesión para cuidar de su madre enferma y una tía mayor. Ahora, con la crisis sanitaria provocada por el COVID-19, el momento para volver no podía ser más idóneo. "Había que hacer algo, de alguna manera tenía que ayudar, poner un granito de arena en mi medida y haciéndolo lo mejor posible", dice.

En el centro residencial Anaka se ha encontrado con la complejidad del confinamiento en la tercera edad y la soledad que este acarrea. "Por protección, los usuarios están confinados en sus habitaciones. Son gente que de normal hace la tertulia en la sala de estar, comen todos juntos y ahora los tienen en su habitación, casi sin poder salir y lo llevan como pueden", cuenta Echeverría, que añade: "Nosotras tampoco podemos estar haciendo mucho porque se trata de estos días, hasta que pase todo esto, que no haya mucho flujo, mucho movimiento y entramos lo justo y necesario y lo que ellos nos demanden, pero están deseando salir y nosotras de que salgan, porque son muchos días. Son mayores, lo que más les gusta es que les hables y les cuentes cuatro tonterías. El que tiene habitación compartida muy bien, pero el que tiene habitación sola, no tiene más que las cuatro paredes y la tele".

Su papel en la residencia es diverso. "De enfermería como tal no tengo mucho trabajo en la planta en la que estoy, porque son residentes autónomos, independientes. Alguno tiene pequeñas cositas, algún diabético, pero poco más, les ayudamos con la medicación y sobre todo intentamos hacerles el día lo más ameno posible y, aprovechando que yo soy una cara nueva, ellos se aprovechan de ello", explica. Sin embargo, esta compañía está condicionada por las medidas de seguridad que impone la situación sanitaria. "Les hacemos una compañía un poco a distancia porque tampoco puedes estar muy cerca de ellos y nosotros vamos con la máscara, la bata, solo nos ven los ojos a través de las gafas, pero hacemos lo que podemos", narra.

Pese a todo, la experiencia está siendo altamente positiva. "Yo estoy encantada", afirma esta sanitaria, gratamente sorprendida por la situación que se ha encontrado en Anaka: "Lo tienen muy bien organizado porque los ancianos que dieron positivo en su día están en una planta aparte, confinados, el personal está muy bien protegido, los tienen muy bien controlados y están viendo día a día la evolución porque son personas bastante mayores y, además de ser positivos al COVID-19, tienen patologías derivadas de la edad".

Pese a acercarse al virus, Echeverría no ha sentido miedo "en ningún momento", y se siente satisfecha por el paso adelante dado, que le ha llevado hasta Anaka, una experiencia que recomienda a todas las personas que estén en su misma situación. "Depende mucho de la personalidad de cada uno, pero echar una mano creo que es algo que puede hacer todo el mundo, pero si eres enfermera más. En mi generación, que ya tengo 60 años, estamos muchas que estamos sanas y que podemos echar una mano aunque sea pequeña. Que te lo agradecen mucho", insiste.

A su juicio, es el momento de arrimar el hombro ante una situación extrema. "Veías lo que estaba pasando en China pero ha llegado con tal rapidez que yo no me lo veía venir", asegura Echeverría, que cree que lo más difícil del confinamiento está por venir. "Queremos que todo termine a toda pastilla y no, ahora llega la otra parte difícil, la de contener al que quiere salir ya. Contenernos va a ser difícil porque todos tenemos muchas ganas de todo", sentencia.

"Intentamos hacerles el día lo más ameno posible a los usuarios de las residencias"

Enfermera

"Una es enfermera desde que nace hasta que se muere y de alguna manera tenía que ayudar