- Su mayor miedo no es caer enfermo. Dice que es joven, 37 años, y que probablemente a todos nos tocará pasarlo antes o después. Lo que teme, ante todo, es fallarle a sus clientes, a sus vecinos. Joseba Etxezarreta les atiende a diario, de 8.00 a 14.00 horas, en su carnicería de Ordizia. Es el horario que acordaron los comerciantes de esta localidad de Goierri ante la crisis del coronavirus.

Desde el primer día que cerraron los bares del pueblo y detectó que algunos clientes le entraban de cháchara al establecimiento, relajados, decidió dar un paso al frente: cerró una de las dos puertas de acceso a su local, “que es bastante grande”, limitó el aforo en el interior a tres personas y “ahora estoy pensando si no sería mejor aislarme”, dice, en su caserío de Ataun, sin su mujer e hijo. Minimizar riesgos. “Si caigo yo, el establecimiento se cierra, pero es que además lo peor sería que alguien pueda pensar que se ha podido contagiar en mi establecimiento y que le quede ese poso. Sentimos una responsabilidad enorme; no queremos fallar a la gente”, asegura.

“Estamos abiertos por necesidad, para dar un servicio, mientras otros locales se ven abocados al cierre forzoso y lo mínimo que puedo hacer es hacer las cosas lo mejor que pueda. Esterilizo todos los días las monedas con agua con lejía y les doy el cambio a los clientes en una bandeja, para que lo cojan ellos; y pongo en un cuenco las monedas que me dan los clientes para luego esterilizarlas”, asegura.

Tanto su primo, como él, que son quienes atienden en el establecimiento, utilizan guantes para su labor y se lavan las manos con agua y jabón cada vez que atienden a un cliente, y ponen a disposición de los usuarios jabón hidroalcohólico. “Yo creo que lo que tenemos los comerciantes pequeños es un compromiso añadido con nuestros vecinos, nuestros clientes”, y no solo en esta situación tan especial, sino durante todo el año. “Son más que nuestros clientes, son vecinos y amigos”, asegura.

La tensión, pese a todas las medidas adoptadas, es evidente. Se lleva por dentro, reconoce, pero “la gente está respetando muy bien. Desde los primeros días, todos le han cogido la mecánica y creo que lo han aceptado bien; todos somos conscientes de la situación y la colaboración es total”. El resultado es que la gente guarda las distancias, espera su turno con paciencia y “cada vez son más los que pagan con tarjeta. Yo acepto el pago con tarjeta desde hace tiempo y sin ningún mínimo de cantidad”, afirma.

La responsabilidad le ha llevado también a poner coto a algunos intentos de acopio de género por parte de clientes no habituales.

“En una situación así, yo no le puedo dar ocho pollos a un cliente que no conozco y luego venga un habitual y no tenga. El suministro es diario y estamos para eso, pero no podemos fallar a la gente”, insiste Etxezarreta.

“Esterilizo todos los días las monedas y me lavo las manos después de atender a cada persona”

Carnicero de Ordizia