- Hay días que marcan una vida, inolvidables; y el de ayer estaba marcado en el calendario de Ibon y Diana desde hace mucho tiempo. Hace nueve meses que comenzaron a organizar su boda, desde el sí quiero, pero el coronavirus se ha cruzado en su camino y ayer, justo después del enlace (en el Ayuntamiento de Donostia), no sabían muy bien qué les espera los próximos días. Precisamente en el momento en el que venían de hacerse fotos del reportaje de boda, en plena calle Mayor de la Parte Vieja, el lehendakari, Iñigo Urkullu, anunciaba las nuevas restricciones que afectarán a Euskadi tras la emergencia sanitaria decretada por el COVID-19. Pero ya estaban casados.

“El día de ayer (por el viernes) fue horrible. Yo no he llorado tanto en mi vida. Sobre todo las cancelaciones..., a las diez de la noche todavía llamaba gente (invitados) para cancelarnos para venir...”, reconoce Diana, resignada, pero feliz, agarrada de la mano de su flamante marido. Poco les importaba en ese momento lo que horas después pudiera anunciar el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras aprobar en el Consejo de Ministros el decreto del Estado de Alarma. “Hoy ya bien; es nuestro día”, aseguraba la novia.

Pero la última semana antes de la boda no se la desean a nadie. “De hecho, nadie ha cancelado hasta la última semana; pero de lunes a viernes, incluido ayer (por el viernes) a las diez y media de la noche, hemos pasado de 116 a 53 invitados, que somos los que hemos venido al final. No hemos tenido margen de maniobra”, lamentaba el novio: “Nos ha pillado la ola tan abajo… o sea, no hemos tenido tiempo de reacción; los que tienen prevista la boda para la semana que viene, sí han cancelado, porque han tenido tiempo; pero a nosotros no nos ha dado. Lo hacemos ya por respeto a la gente, por nosotros, y por la gente que ya ha venido...”.

La adaptación del guion original que ellos diseñaron para su boda en nada se pareció al resultado final. “El viernes por la mañana nos llamaron del Ayuntamiento y nos dijeron que el acto tenía que ser cerrado”, recordaba Diana. Para entonces ya eran varios los invitados que les habían anunciado su ausencia, pero hasta las ocho, el resto “era normal”. Se iban a poder casar ante sus familiares y amigos.

Les avisaron por teléfono a primera hora del viernes: “Solamente diez personas, incluyendo personal del Ayuntamiento, y tenían que ser unos ocho o diez minutos...”. Solo pudieron presenciar el enlace los novios, sus respectivos aitas, y una abuela. Los otros tres eran el fotógrafo, el concejal que les casó y un encargado de seguridad del Ayuntamiento. Ni los hermanos tuvieron cabida. “Es diferente a como lo teníamos previsto, pero, al menos, los que estamos aquí, lo celebraremos; ahora vamos a comer a Hondarribia. Nosotros nos casamos hoy y ya está”, admitía Ibon.

“Es que da mucha pena... Es el trabajo de nueve meses. Y la gente te sugiere... Ibon, ¿no se puede posponer? Pero, egoístamente, lo siento. No teníamos margen. Ayer (viernes) nos amargaron el día y hoy, a seguir para adelante”, zanjó. Zorionak!

“Hoy es nuestro día, el de nuestra boda, pero ayer fue horrible. No había llorado tanto en mi vida”

Recién casada ayer en Donostia