Conocido por su activismo en favor de los derechos humanos, Andrés Krakenberger desvela una faceta oculta de la que se declara apasionado y se adentra con avidez de aprendiz en el estudio de manuscritos medievales. Muy alejada de su labor como portavoz de la Asociación Pablo Ibar, Krakenberger sería feliz en la biblioteca de El nombre de la rosa. Allí copistas, miniaturistas, traductores e ilustradores trabajaban tras los muros del monasterio benedictino del siglo XIV donde se ambienta esta novela universal y donde recalan el franciscano Guillermo de Baskerville y su discípulo, el novicio Adso de Melk.

"Siempre tuve muchas ganas de practicar caligrafía gótica pero mis otras actividades se comen casi todo mi tiempo. Así que he puesto mis energías en examinar manuscritos medievales para ver cómo era esa caligrafía y, además, me he quedado absolutamente flipado con lo que debió de ser la Edad Media. Se nos vende siempre como un tiempo oscuro, de ignorancia y barbarie. Y, sin embargo, nos hacen creer que el Imperio Romano y el Renacimiento fueron el culmen de la civilización. Pero creo que la verdad no va por ahí", matiza.

Tras su revisión de los escritos de la época destierra alguna leyenda urbana. "Tenemos idealizado el Imperio Romano y el Renacimiento y hemos demonizado la Edad Media. Pero el común de los mortales en Roma vivía peor que la mayoría de la plebe en la Edad Media. En una situación de paz, un siervo de la gleba vivía mejor que un hombre libre o un esclavo hacinado en una urbe romana. Porque allí los que de verdad estaban bien eran los patricios".

De hecho, lejos de ser la época oscura que algunos dibujan, este periodo nos ha dejado manifestaciones artísticas increíbles. No solo fue el momento de esplendor de las grandes catedrales, sino que fue la época de los grandes manuscritos profusamente decorados con dibujos y cuidadas letras iniciales ornamentadas donde se utilizaban pigmentos de altísima calidad.

Enamorado de estos libros exquisitos, Krakenberger está empeñado en contagiar este gusanillo y liga, por ejemplo, sus entradas en Twiter de manuscritos medievales con la actualidad. "Echa a rodar la rueda de la fortuna electoral en Euskadi. Impresionante miniatura de Boethius, Consolation de philosophie, manuscrito de 1460-1470, conservado en el @GettyMuseum bajo la sinadura Ms. 42", anotó tras el anuncio de la fecha electoral en Euskadi. Porque Krakeberger acostumbra a proporcionar los datos y todas las localizaciones.

"Los lunes hay que cogerlos con ganas e ímpetu. Así he cogido el mío, como se ilustra en esta miniatura del Salterio de Rutland, o Salterio al uso de Sarum, fechado entre 1515 y 1530, y conservado en la Biblioteca Británica bajo la sinadura Add MS 62925", es otra de sus entradas.

"Dependiendo del tema de actualidad aporto escritos, dibujos o miniaturas que encajan como un guante en el momento para intentar compartir esa pasión que tengo por esos manuscritos, que son francamente una delicia y pueden ser consultados porque muchísimos están digitalizados", señala.

feliz en un scriptorium Le fascina sobre todo como expresión artística. "Es increíble cómo los monjes o escribas podían hacer esas maravillas en los scriptoriums con un instrumental tan rudimentario como plumas de aves, algún cáñamo, cuchillos y poco más.

Además, un manuscrito podía ser una labor de un año, dos o hasta tres", explica. Pero él también bucea en los libros poniendo el foco histórico. "No digo solo: Uy que bonito, sino que intento investigar la historia que hay a su alrededor y enmarcarlo todo ello en la época".