Nuevamente la bacteria Listeria monocytogenes vuelve a protagonizar titulares de prensa. Hace unas semanas fue una partida de quesos en Ezkio. Esta vez en una empresa ejemplar en todas las acepciones de la palabra, del Alto Deba guipuzcoano. Afortunadamente, no se ha detectado hasta el momento, ningún consumidor afectado.

Como ya lo hiciéramos a finales de agosto y como consecuencia del asunto de la carne mechá, alertábamos desde estas mismas páginas del riesgo inherente a todas las industrias alimentarias, por los estragos que podía causar la bacteria de marras.

Sin embargo, siendo la misma bacteria, la ocasión es propicia para señalar algunas diferencias entre el caso que nos ocupa y el que protagonizó tantas páginas el pasado verano.

En el caso andaluz, y según la información recogida en los medios, asistimos a un sainete por la parte empresarial, que negaba toda responsabilidad por las ingentes cantidades de lejía que gastaban, con un descontrol absoluto del destino de los productos que fabricaban o comercializaban e incluso de la naturaleza de éstos, mientras que por la parte administrativa, Gobierno andaluz y Ayuntamiento sevillano, de distintas orientaciones políticas, dirimían sus diferencias en público, haciendo gala de su absoluto desconocimiento de las competencias propias de cada Administración en materia sanitaria, como si la listeria y el resto de microrganismos sean capaces de diferenciar municipios, provincias, comunidades autónomas o estados. Una chirigota, pero esta vez sevillana.

En el caso guipuzcoano, han sido los controles internos de la propia empresa los que han detectado la presencia de la listeria en cuatro lotes de medallones de foie y fue la empresa la que, inmediatamente, dio aviso a las autoridades sanitarias competentes que, a su vez, a través de la Red de Alerta Sanitaria, lo comunicaron a la instancia gubernamental madrileña y ésta a la europea.

Ha sido la propia empresa la que ha procedido a inmovilizar todos los lotes del producto, presuntamente afectado, entre sus distribuidores y establecimientos de venta, al tiempo que aportaba toda la información a la inspección sanitaria oficial y se hacía presente en los medios de comunicación. Un ejercicio de transparencia y colaboración con la Administración, además de lealtad y seriedad para con sus clientes.

Debemos ser conscientes de que el riesgo cero no existe en ningún ámbito de nuestra vida. Tampoco en la sanidad alimentaria, a pesar de las medidas que adopten las empresas implicadas y los controles que impongan las administraciones competentes.

Lo hemos comentado en alguna otra ocasión: la listeriosis quitará protagonismo a la salmonelosis, con la particularidad de que sus consecuencias pueden ser mucho más graves.

Para empezar, el periodo de aparición de los síntomas, en los casos de listeriosis oscila entre las seis horas posteriores a la ingestión hasta los 70 días, mientras que la salmonella actúa a partir de las seis horas y hasta las 72, más o menos. Como en el caso de las salmonellas, los colectivos más afectados son los niños, los ancianos y las personas bajas de defensas por cualquier motivo, pero la listeria puede atravesar la barrera placentaria y provocar abortos en las embarazadas, además de los síntomas digestivos típicos a los que hay que añadir septicemia y meningitis. Es decir, la listeriosis es mucho más grave que la salmonelosis, pudiendo ser mortal.

Aunque apenas ha trascendido a los medios, también en esto se significará el carácter guipuzcoano. En la última década se han contabilizado más de un centenar de hospitalizaciones de personas en Gipuzkoa, con ocho personas fallecidas, un aborto, siete meningitis y otras tantas septicemias, como consecuencia de la listeriosis.

Puedo asegurar que, desde la Administración sanitaria vasca, un grupo técnico compuesto por médicos epidemiólogos, microbiólogos y veterinarios de sanidad alimentaria, en contacto con otros grupos europeos, observan con atención la evolución de esta bacteria, aplicando sobre el terreno cuantas medidas preventivas se consideran adecuadas, pero insisto, debemos ser conscientes de que es imposible garantizar la seguridad alimentaria absoluta, incluso en empresas tan innovadoras, a la par que punteras, como la que ahora ha cobrado triste protagonismo.