Cuatro ojos vivaces al otro lado del cristal y debajo, dos narices rojas que asoman para que a los niños y niñas que esperan a ser atendidos en la unidad de pediatría del Hospital Donostia se les ilumine la cara.

Son Pantxineta y Koskorro Kurrusko Kuskurro. ¿O era al revés? Unos días esta pareja y otros días otra acuden fieles a la cita en la que los integrantes de Algaraklown trabajan para que cada lágrima se transforme en sonrisa: a veces tímida, a veces en forma de carcajada.

Desde que llegan para prepararse a las 9.30 horas de la mañana, las miradas se dirigen a ellos, que salen de su guarida arrastrando su carro lleno de magia. Son payasos del hospital, y no fallan a su público llueva, nieve o haga sol.

No se les pasa un niño por alto, ni aquellos que tratan de esconderse. Saben cómo dirigirse a los que ya conocen, como Ilra, ingresado en la unidad de oncología pediátrica. Pantxineta le saluda con un "¡chócala!", y comienza en el juego. Su madre sonríe al ver ese divertido diálogo entre los payasos y el niño, que hace rodar sobre la cama su ambulancia de juguete.

Por los pasillos se cruzan y se divierten con Xare, con Julen, con Lucía pero también invitan a sus madres, padres, aitonas y amonas a compartir una sonrisa, un guiño. Todos juegan en el mismo equipo.

El miércoles es el día en el que los payasos recorren los pasillos para acompañar a los jóvenes pacientes hasta el quirófano. Así, el trayecto es más ameno, más alegre, con menos miedos.

Saioa Aizpurua, directora artística y fundadora de Algaraklown es, además, una payasa de tomo y lomo: la misma Pantxineta. Zaira García es la presidenta de la asociación, también payasa, aunque ya no dedique a ello tantas energías.

Una decena de payasos y payasas componen Algaraklown. Algunos reciben una remuneración por su dedicación, otros no; pero todos y todas llegan al Hospital Donostia cada día con el mismo entusiasmo que la primera vez.

Consultan las listas de los niños ingresados, por si les conocen, y preguntan a los profesionales médicos y de enfermería sobre su situación. Los payasos son alegría, pero su tarea no es una broma.

Algaraklown nació tras observar que en otros lugares ya existían los payasos de hospital, con una magnífica aceptación. Saioa Aizpurua se trasladó a Madrid para recibir formación específica en la materia. "Descubrí lo que era ser clown de hospital y me enamoré".

De vuelta casa, el grupo promotor se puso manos a la obra para que Algaraklown fuera una realidad que ayudara a "humanizar el hospital, porque los niños aunque estén enfermos tienen la capacidad de jugar".

Pero es que, además, los payasos contribuyen a "sacar las emociones en un momento tan delicado". "Si además conseguimos que puedan reír, es algo mágico, maravilloso. Pero no venimos solo a hacer reír, sino a despertar emociones a través del juego. Así podemos ayudar al niño y la niña a soltar emociones, nervios y tensiones", explica.

Y es que incluso en los momentos más duros puede haber espacio para el juego y surgen "situaciones deliciosas". "¡Esas payasas guapas!", les saluda el personal cuando pasa junto a ellas. Porque la complicidad con ese personal es fundamental para que todo discurra de forma adecuada.

Así fue desde el principio, desde que Algaraklown propuso a Osakidetza llenar de alegría los pasillos y habitaciones del área pediátrica del Hospital Donostia. Para ello invitaron a los responsables del hospital a acompañarles en su recorrido y tras ver la labor que realizaban les dieron la bienvenida con los brazos abiertos.

Inicialmente, explica García, Algaraklown echó a andar de forma voluntaria, pero con el tiempo quedó en evidencia la necesidad de "profesionalizar" la labor para que hubiera personas que se dedicaran a ello de forma especializada. Por ello, parte del equipo es remunerado, a pesar de que deben continuar con sus trabajos, algo que quieren cambiar para que la dedicación sea plena.

Además, Algaraklown cuenta con un equipo de "voluntarios muy formados" que suman sus fuerzas en esta tarea tan gratificante pero no exenta de duros momentos.

"Salgo de aquí de subidón", asegura Pantxineta, horas después de haber entrado en la unidad de lactantes protegida por su bata verde y su mascarilla. Los bebés les siguen con la mirada y las madres y los padres, muchas veces, les dan las gracias por esos minutos que les brindan para la evasión.

"No solo vemos la enfermedad, vemos a esas personitas que, pese a la situación que están viviendo, siguen teniendo capacidad de jugar, de darle la vuelta a lo que viven, de ver más allá", asegura Aizpurua. Todo ello a través del juego. "Creemos que eso es también beneficioso para la parte sanadora y participar en ello es muy fuerte".

"Siempre pedimos permiso. No entramos en una habitación sin el permiso de los padres, es algo que hacemos ya por protocolo", explican. Si obtienen el permiso, queda otra tarea nada fácil "darte cuenta solo con la mirada si esa madre o ese padre quiere colaborar, entrar en el juego o quieren que estés con la niña o el niño y mantenerse a un lado". "Todo eso se siente, se ve, se huele. Es un aprendizaje para los payasos", aseguran. Porque Pantxineta es consciente, cada día, de que trabaja con "un hilo fino del que hay que ir tirando con cuidado".

La mejor recompensa es que les esperen con los brazos abiertos. "Muchas veces nos dicen los médicos que piden que les muevan, porque saben qué día vamos a cada sitio, a cada unidad", añaden estas entusiastas de su trabajo.

De momento, Algaraklown recorre los recovecos del Hospital Donostia los lunes, martes y miércoles, pero en un futuro les gustaría acudir en más ocasiones con su bocina, su nariz roja y su mágico carro.

Es el atrezzo con el que se asoman a situaciones muy duras, incluso, a despedidas. "El contexto hospitalario en sí es duro. El equipo médico -enfermeras, auxiliares y todo el personal- hacen una labor increíble para que no lo sea tanto. Nosotras intentamos colaborar, pero tratamos también de legitimar que puedan estar mal y que saquen las emociones para que puedan darles la vuelta", añade Zaira García.

Una labor que conlleva un importante desgaste de energía. "Damos el 200% y acabamos cansadas física y emocionalmente. Cansadas, que no mal", puntualizan.

A veces, inevitablemente, llega alguna despedida, algún niño o niña que conocen a quien acaba superando la enfermedad. "Tenemos que hacer un proceso de duelo. Es duro", aseguran. "Trabajamos con situaciones duras y nosotras nos tenemos que preparar también", abunda Aizpurua. Para "trabajarse" el equipo cuenta con una psicóloga con la que se reúnen una vez al mes para "soltar nuestras tensiones y emociones". Así, desarrollan los recursos necesarios para gestionar las situaciones que viven.

"Hay distintos recursos. Se te hace un nudo en la garganta en algunos casos, pero tienes que poner el foco en cómo en ese momento que llegas el niño trata de dar la vuelta a la situación. Te demuestran a diario que están luchando, que hay esperanza", asegura la presidenta de Algaraklown.

Clowns con formación La payasa necesita "formación" incluso sobre los procesos que pasan los niños con su enfermedad, tomar en cuenta factores distintos como la edad, el proceso evolutivo... "Tenemos que estar al día también con los juegos que hay. Es una formación continua", destaca Pantxineta.

Porque los payasos de hospital son un poco psicólogos y tienen que cambiar el chip cuando, por ejemplo, trabajan con los mayores, porque lo hacen. Con el programa Geriatriklown interactúan, semanalmente, con un equipo de mayores. Es el servicio de psicólogos del centro al que acuden el que determina con qué grupo deben trabajar los payasos.

"Es una actividad muy enriquecedora para ambas partes. Vemos cómo conectan y siempre respetamos a la persona. Porque aunque digamos que los mayores son como niños, no es así, tienen una experiencia de vida que los niños no tienen", quiere dejar claro Aizpurua.

"Tienen muchas emociones. Pasar de vivir independiente a vivir dependiente es un proceso muy duro para la persona, y poder estar ahí, acompañándoles, es muy enriquecedor", concluye.

Con grandes y pequeños Algaraklown lo da todo. Para seguir dándolo cuentan con el apoyo de socios y socias que llevan a cabo aportaciones económicas puntuales o más regulares como la opción del teaming a nombre del grupo.

"Ademas se puede aportar tiempo y ganas, ayudándonos a vender merchandising o a conseguir más socios y socias". Porque lo que cuenta es seguir llevando alegría y esa terapia que solo ellas y ellos pueden aplicar a quienes lo necesitan, una terapia que los más pequeños esperan con ilusión.

Ver cómo su rostro se transforma es la prueba más palpable de que la medicina de la nariz roja también es importante y siempre, sin excepciones, es compatible con cualquier otro tratamiento y no tiene contraindicaciones.