donostia - La estampa se asemeja a lo que bien pudiera ser una farmacia de grandes dimensiones: a un lado del mostrador, cuatro dependientes y un goteo de clientes que van y vienen posando su mirada en el fondo de estanterías blancas. Pero nadie tiene catarro ni dolor de garganta, ni hay por qué presentar tarjeta sanitaria. Sí es preciso mostrar el DNI, porque la competencia de explosivos es de la Guardia Civil. "Por ley, hay que asegurarse de que no haya menores que se lleven la munición", dice la encargada de Pirotecnia Astondoa, donde hay quienes entran con las ideas muy claras. Otros no tanto, y acceden al Polígono 27 de Martutene para coger el catálogo de petardos del mostrador. Repasan el listado de explosivos: desde el llamado TNT, al super fallero o el Megatrons. "Todo depende del color que queráis o el chispazo? También están estos otros muy vistosos", detalla el dependiente a clientes que se acercan para abrir el año con color pero sin demasiado estruendo.

Gipuzkoa no guarda relación con la Mascletà valenciana, donde la traca es el sentir del pueblo, pero pasar una mañana en un puesto de venta como el de Martutene permite advertir que hay más afición por la pirotecnia de la que se pueda intuir.

La explosión de sonido y pólvora seduce por estas fechas, con un goteo constante de clientes que aumenta conforme se acerca el fin de año. Solo en este punto de venta el jueves rozaron el centenar de clientes, cifra que ayer superaron con creces y que para el día 31 calculan que pueda oscilar entre los 300 y 400 aficionados. "Este negocio tiene relación directa con la economía. Lo nuestro no es una urgencia, no es un producto de primera necesidad, por lo que el cliente prescinde de ello cuando van mal las cosas y regresa en la medida que se recupera el bolsillo. Es algo que se nota a lo largo de todo el año", cuenta Carlos Rivero. Es el gerente de una empresa de larguísima trayectoria que, fundada en 1885, ha fascinado con su color y sonido a cuatro generaciones.

Una de ellas es la de la familia Martínez, que ayer no se lo pensó demasiado para llenar dos bolsas cargadas de artefactos con los que dar la bienvenida al nuevo año. Ni siquiera van a esperar a Nochevieja. Hoy mismo, como es tradición, celebrarán el Día de los Santos Inocentes con alguna que otra bombeta, candela o sorpresa japonesa. "Desde pequeño es una afición que he conservado, desde aquella época en la que era un chaval en Ategorrieta, siempre con la pólvora y petardos entre las manos", confiesa Jorge Martínez.

A sus 48 años, ha inculcado su pasión a su hijo Santi, de doce, que exhibe las candelas con bolas de fuego que acaba de comprar. Su hermana María se hace a un lado. Ni le gustan las fotos ni los cohetes, que la familia ha comprado para lanzar junto a sus amigos del caserío Barbotegi de Ulía. "Es increíble lo que ha avanzado el mercado. Hoy en día puedes adquirir productos que asemejan a una bomba nuclear, que prenden como un hongo", sonríe el padre de familia. Habla con la misma pasión que el hijo del "jaleo de bombazos" que encuentran todos los años de veraneo en Galicia, donde nunca faltan los fuegos artificiales en las fiestas patronales.

Eso sí, cuenta Jorge que para evitar sustos a la hora de encender tanto artefacto utilizan un mechero de caña, como los empleados para alumbrar la caldera. Son medidas que responden "al sentido común", que recomendó ayer el Ayuntamiento donostiarra mediante un comunicado.

El gerente de la empresa cuenta al respecto que, por cumplimiento estricto de la ley, tienen suscrito un seguro de responsabilidad civil para aquellos espectáculos en los que ellos participan directamente. "Pero cuando vendes el producto, la responsabilidad cambia de manos. Todo está muy detallado en cada artefacto, el modo de uso y la edad adeudada para emplearlo, pero todo depende de la responsabilidad de cada uno", advierte.

Las medidas de control de venta son tan exhaustivas que, aunque las empresas dispongan de un catálogo online, tiene un carácter meramente informativo. La adquisición del producto debe ser presencial, previa muestra del documento de identidad.

Así lo hacían ayer dos compañeros de trabajo que se ausentaron un momento de su puesto para comprar unos petardos. Más se lo pensó Jon Stipanov, de 36 años, y su hijo Eric, de nueve, que se acercaban por vez primera a este puesto de venta.

Como lo hizo Iban Torrano, de 33 años, que no es amante del ruido, pero si de la luz y el sonido que no sobrepase determinados umbrales. "Es la primera vez que voy a lanzar cohetes desde mi nueva casa. Hemos hecho hace poco la mudanza y la verdad es que he querido revivir ese bonito recuerdo que guardo de chaval. De pequeños solíamos ir a Hendaia a comprar, ahora lo tenemos más cerca", sonreía al introducir dos paquetes de cohetes en el maletero del coche.

Nagore, la encargada del negocio en Donostia, desmiente que todo sea ruido y molestias estos días. A modo de ejemplo, toma en sus manos un paquete de fuentes luminosas "muy visuales, que no hacen ningún ruido y que no se conocen". En todo caso, según la legislación vigente, todos estos productos figuran como explosivos y, según insisten, la competencia es de la Guardia Civil.

La venta online está estrictamente prohibida al ser considerada carga de armamento y munición. "La normativa es muy estricta al respecto, pero no solo por estas fechas sino a lo largo de todo el año. De hecho, hay quien piensa que solo se venden cohetes en Nochevieja, pero de aquí salen desde las antorchas que se emplean en carnavales hasta la pólvora que se emplea en el Zezensuzko de tantos pueblos", explica la encargada.