guarda un mes frenético. Mientras suenan los zambombazos destructivos del fascista Putin, el Gobierno Sánchez contiene el aliento por la pésima suerte macroeconómica que asoma y la patronal apela a la razón de Estado como antídoto frente a la previsible hemorragia que se cierne, en el PP vuelan sin recato los cuchillos previos al entierro de Pablo Casado. Como entremés, aparecen bajo las alfombras de la Puerta del Sol, por fin, las cuatro comisiones, que no una, del hermano de Díaz Ayuso, el origen envenenado y lamentablemente sin pruebas de todas las batallas fratricidas y desgarradas de la familia popular. Por eso, y hasta que llegue el funeral de abril a modo de congreso, abróchense los cinturones. Las emociones parecen garantizadas porque hay mucho partido por jugar aunque sea en el tiempo de prórroga. Nadie discute a estas alturas, sobre todo por incapacidad de otros aspirantes con sólido fundamento, el desenlace de Núñez Feijóo como nuevo presidente del todavía primer partido de la derecha española. Otra cosa es cómo están los cimientos.

La presidenta de la Comunidad de Madrid ya se ríe mucho menos que hace dos días. De momento, ha aumentado la cifra de la comisión de su hermano y viene a coincidir con los informes que arteramente habían recopilado de oídas García Egea y su guardia de espionaje del inspector Gadget a los mandos del fontanero Carromero. Nadie sabe cómo ha ocurrido semejante aparición ni a qué contratos responde tal gracia bien remunerada, ni por supuesto quién lo autorizó y ni siquiera por qué surge casualmente después de que el principal denunciante de este flagrante caso de nepotismo haya sido sacrificado en la plaza pública y bajo el miserable escarnio político de quienes hasta unas horas antes le habían aclamado como su jefe amado y venerable.

La izquierda madrileña, mientras recupera sin visos de demasiada unidad el pulso perdido el 4-M, se apresta a morder la veta de jamón que le acaban de regalar. Lo hace ante las dudas de la Fiscalía que lamenta la ausencia de pruebas, que no de indicios, y del desdén de un significativo ramillete influyente de medios de comunicación entregados a mejor causa de la heroína madrileña y despiadados con la crucifixión del todavía presidente del PP. Esas páginas y esas voces que hace unas semanas todavía jaleaban a Casado como estandarte de nuevo ciclo político que venía a acabar con el Gobierno de Pedro Sánchez y que ahora no encuentran hueco para publicar siquiera en una esquina la confirmación de esas leoninas comisiones que, en principio, no huelen nada bien.

Pese a todo, el muerto no goza de buena salud, pero puede morir matando. Casado dispone de ese agónico mes de vida que arrebató a pecho descubierto a los barones más magnánimos y que le permitirá accionar el ventilador de las nuevas comisiones, ahora reconocidas por arte de magia cuando ya estaba dispuesto su féretro. Consolación de calderilla, triste consuelo. Volvería a equivocarse este patético dirigente si entendiera su triste destino únicamente como la consecuencia directa del bochornoso ridículo generado por la denuncia contra Díaz Ayuso. Tenía bajo sus pasos el campo minado por su inconsistencia, la incompetencia de su equipo y la insoportable dictadura del patético García Egea. Solo quedaba el traspié definitivo para la implosión. Y al final hasta se acumularon las bombas suicidas: reforma laboral y Casero el torpe; las urnas fallidas en Castilla y León; y el espionaje de cartón piedra.

Quedaba todavía por asistir al ejercicio hiriente de la ignominia de las ratas bajándose del barco. La miseria política hecha carne. Esos mismos diputados y dirigentes que habían babeado imaginándose la inmediata toma de La Moncloa con las encuestas de los suyos en la mano y unas mayorías holgadas en las tierras comuneras y Andalucía ahora copaban rincones, salas y despachos del Congreso para afilar sin piedad la daga contra su líder tambaleante. Mientras empezaban a caer las primeras gotas de sangre fresca de la rebelión, hubo quien ni siquiera se recató en ocupar con ostentación el escaño de García Egea y recibir gustoso las primeras felicitaciones como caballo de Troya que acababa de consumar una escisión inédita y letal. El mismo judas diputado que sin rubor alguno fue el primero y único en aplaudir la gélida llegada de Casado al Congreso. Así quedaba abierta la espita para el interminable desembarco bajo una imagen de tremenda ingratitud y filibusterismo en una radiografía descorazonadora. Esta era la gente del PP que iba a gobernar un país. Feijóo, arregla esto.