El desahucio de Pablo Casado como presidente del PP ya es un hecho. Lo visualizó él mismo a primerísima hora de la mañana con su puesta en escena en el Congreso y se certificó ayer a última hora en la cumbre de Génova con los barones que le retiraron el oxígeno político a lo largo de esta semana de vértigo en el centroderecha español. Los mismos que se han echado en brazos ya de Alberto Núñez Feijóo, con quien el líder derrotado se reunió en solitario durante hora y media antes de verse con el resto de dirigentes territoriales, que antes se pasearon cual alfombra roja a escasos metros de la sede para venerar al presidente de la Xunta. A sabiendas del resultado final, un espectáculo que le podían haber ahorrado a este serial con tintes gore.

Casado era una esquela andante desde que el pasado lunes Feijóo se pronunció en términos de “colapso” instando a soluciones urgentes y rápidas, mientras Ayuso se encargaba de trasladar que el partido se “desangra” y era necesario “un giro absoluto”. Sus decisiones, convocar primero una Junta Directiva Nacional, anunciar un congreso e incluso la renuncia de su número dos, Teodoro García Egea, solo le permitían ganar tiempo ante un fatal desenlace cantado que transmitió con gestos y palabras en la Cámara Baja. La incógnita residía en si por la noche habría fumata blanca, se sacaba un conejo de la chistera para no borrarse del todo de la escena del crimen o si presentaba la dimisión y entregaba los bártulos al presidente de la Xunta. El propósito del núcleo más cercano al hasta ahora líder del PP era aplazar su marcha hasta la celebración del cónclave. “Alargar el show es un error, la cámara lenta es un error”, clamaban los más proclives a hacer de inmediato borrón y cuenta nueva para “frenar la sangría”.

iturgaiz subió el tono

Que Feijóo es la persona a la que se agarra hoy desde el primer militante hasta el último dirigente resulta obvio porque nadie más hay en la formación con cuajo suficiente como para tratar de enderezar el rumbo de una nave que se ha estampado contra un iceberg desde que la guerra abierta entre Casado e Isabel Díaz Ayuso, apartada anoche del réquiem, estalló. Para empezar, un Carlos Iturgaiz que casi le rogó su aterrizaje en Madrid olvidando en un santiamén a quien le colocó como presidente de la filial en la CAV. Es más, le apremió a coger la puerta lo más rápido posible. A su llegada a Génova le faltó afirmar, de hecho así se le entendió, que con el líder gallego arrollarán al sanchismoTengo toda la legitimidad como presidente del PP del País Vasco para pedirle que se presente, que sea nuestro presidente, para que avancemos hacia lo que quieren tanto militantes como simpatizantes y votantes que estos días están tristes, decepcionados y enfadados con lo que ha ocurrido”, clamó con su particular énfasis.

Otros lanzaron un guiño a las bases o templaron el tono. “Es una figura de referencia”, señaló el presidente andaluz, Juanma Moreno, mientras pedía “sensatez, serenidad y generosidad a los que puedan salir y a quienes puedan llegar”. “Cabeza para salir reforzados”, aseveraba. Alfonso Fernández Mañueco, enfrascado en sus cosas en Castilla y León, en atraer a Vox hacia una abstención, abogaba por la candidatura de unidad y admitía su entrega al mandatario de la Xunta, poniendo en valor su “liderazgo moral indiscutible”. Uno de los que se apeó del club pablista, el murciano Fernando López Miras, también se refugió en el nuevo bando: “La solución es Feijóo. La situación no es agradable y requiere una solución rápida que parta del consenso y la unidad”. La rúbrica la ponía el extremeño José Antonio Monago: “Tiene peso específico para dar tranquilidad en estos momentos”. El riojano José Ignacio Ceniceros, al menos él sí, quiso agradecer a Casado haber sido “un hombre leal”. Y aún incrédula, aturdida, por el trato observado en sus compañeros en las últimas horas, donde ha visto “lo peor de la política”, permanecía la navarra Ana Beltrán. “Casado me puso y yo seré siempre leal a mi presidente, sea Pablo Casado o la persona que después llegue”, declaró. Una apelación a la lealtad que se respira a cuentagotas en el PP. Los puñales voladores se han clavado incluso desde la redes sociales.

Reverencias dialécticas en un 23-F, casualidad que contribuyó todavía más al cierre del esperpento vallenclainesco con los barones golpeando la puerta de la séptima planta de Génova en busca de dejar despejado por completo el camino a su nuevo líder. El talante de quienes se autoproclaman como los indicados para alcanzar La Moncloa. Y que tienen ya otro al que venerar y ante quien arrodillarse. Feijóo, bajo palio.

Ayuso se fue al Wanda. Al no ser presidenta territorial, Pablo Casado excluyó a Isabel Díaz Ayuso de la reunión con los barones. La presidenta madrileña tuvo plan alternativo: se marchó al Wanda a presenciar el partido de octavos de la Champions League entre Atlético y Manchester United. Otro de los protagonistas de esta historia, el ex secretario general, Teodoro García Egea, se dejó ver por la mañana en el Congreso y tiró de ironía con la prensa: “Vengo a recuperar viejas costumbres. No dejáis tiempo ni para el duelo”.