l lehendakari y la consejera Artolazabal han entregado esta semana a la profesora Elisa Loncón el premio René Cassin de los Derechos Humanos. Este premio anual debería ser más conocido y también deberíamos conocer mejor al baionatarra René Cassin, su historia personal y su gigantesca contribución a los Derechos Humanos, pero eso quedará para otro día, si interesa. Hoy quiero hablar de la premiada o, siendo más sincero, de las reflexiones que su perfil me sugiere.

Chilena, mapuche, lingüista, académica, líder social, política y otras muchas facetas se unen en un personaje que cautiva por su sencillez, su autenticidad y su serena sabiduría. Hace poco más de un año fue elegida como presidenta de la Convención Constitucional de Chile. Sus primeras palabras fueron en mapudungún, la lengua mapuche. Mari mari es su fórmula de saludo.

Los pasos que están dando los constituyentes parecen guardar un razonable equilibrio entre la ambición transformadora y la prudencia política. La misma senda parece haber tomado el nuevo presidente, Gabriel Boric, nombrando un ejecutivo joven, profesional, mayoritariamente femenino y moderadamente socialdemócrata, con el que quizá haya desilusionado a los sectores más izquierdistas y combativos de su electorado, pero que resulta la mejor forma de armar un proyecto para un país que requiere, tras unos años de confrontación, mayor unidad para dar legitimidad a la nueva constitución y consolidar, más allá de los brindis al sol, las reformas que se quieran acometer.

La integración de los pueblos originarios que habitan Chile ha sido uno de los puntos más calientes de las negociaciones constituyentes. La tarea de Loncón en este punto ha sido clave. El fallo del jurado René Cassin valoraba que "ha trabajado para defender y reconocer las diferencias lingüísticas y culturales del pueblo mapuche y de los pueblos originarios de Chile, así como su autonomía política y territorial. Ha sido una gran promotora de la educación intercultural bilingüe en espacios sociales, académicos y políticos defendiendo la plurinacionalidad en Chile y luchando por el reconocimiento de las naciones preexistentes. Elisa Loncón no solo ha destacado en el ámbito académico, sino también en el trabajo social."

La compleja historia del pueblo mapuche se escapa por su riqueza a quien quiera adaptarla a la medida de sus categorías mentales. El pueblo mapuche fue el único que conservó durante la conquista y la posterior colonia algo parecido a una soberanía política jurídicamente reconocida sobre parte de su territorio. Es, como diríamos por aquí, un "hecho diferencial" que conlleva consecuencias políticas potentes. No es casual que muchos líderes mapuches se hayan querido mirar en ocasiones en el espejo de la experiencia vasca o, al menos, en alguno de sus elementos tanto culturales como de autogobierno.

Pero también nosotros podríamos aprender mucho de la complejidad histórica observando el caso mapuche. Un pueblo, por cierto, cuya memoria está marcada por lo que nosotros, desde nuestra pacata y miope plataforma presentista, entendemos como contradicciones de un hombre de estirpe bermeana que lo combatió con fiereza indómita al mismo tiempo que era capaz no sólo de apreciar su dignidad de pueblo, sino también la grandeza de sus formas y la razón política y jurídica -articulada conceptualmente- de su resistencia. Un hombre que identificó como héroes individuales y con nombre a líderes para quienes creó así una memoria compartida que ha llegado hasta hoy.

El territorio mapuche fue territorio de imposible control para los conquistadores y para la colonia. Y su historia compleja es igualmente territorio de entrada difícil tanto para una cultura uniformizadora y centralista que los quiere olvidados, como para una cultura revisionista, aparentemente crítica, que pretende resolver los conflictos del pasado sin preocuparse por conocerlos mínimamente, dotándose para ello de un kit de bricolaje de certezas morales con pies de barro.