maginarse a una comunista con mantilla (?) haciendo la genuflexión en el Vaticano ante un Papa sonriente, por muy defensor de los pobres y desfavorecidos que este sea, enardecerá bíblicamente al rancio católico, patriota y derechista confeso. No sería descartable que más de un sacerdote de la recalcitrante España profunda, hooligans confesos del ultraconservadurismo de Cañizares, Rouco y Munilla, cayeran en la tentación de enmarañar su homilía de mañana con un alambicado mensaje de rebeldía teológica contra esta inesperada recepción nada ingenua del Santo Padre.

Yolanda Superstar Díaz abre así su carrera presidencial a los ojos del mundo en la plaza romana de San Pedro para estupefacción de sus compañeros de Gobierno que se enteraron por la prensa de tan singular acontecimiento, la algarabía de su legión de incondicionales por el descomunal golpe de efecto y el abatimiento de Pablo Casado, incapaz pese a sus empeños de alcanzar semejante bendición papal.

Esta estratégica visita de la vicepresidenta al Papa Francisco saturará todas las portadas, encabezará informativos, desbordará las redes y, sobre todo, marcará un punto de no retorno. Díaz oficializa desde hoy el liderazgo de un amplísimo espectro sin tatuajes a la izquierda y la derecha. Lo hace a lo Macron, sin estructura ni otra dependencia partidista ni lobbista que su cualificación, osadía, protagonismo y olfato de la oportunidad. Imaginarse a partir de ahora a un par de rivales internos tipo Belarra o Montero tosiendo siquiera mínimamente a esta candidata incuestionable, o presionando la exigencia de un trozo de la tarta, solo puede ser respondido con un sonoro desprecio o un ataque de risa floja. A decir verdad, y con perspectiva de futuro y realismo, en Unidas Podemos solo les quedará elegir entre ella o el caos cuando vuelvan las urnas.

No es de extrañar que la ortodoxia del PP vea un contubernio comunista en el Vaticano. No se habían repuesto de la candidatura como embajadora en el Vaticano de Isabel Celáa, la killer de la asignatura de religión y la escuela concertada, cuando otra roja se cuela por los pasillos de la Santa Sede. Parece un diciembre maldito para los populares. A su desinfle progresivo en las encuestas derivado de la versallesca revuelta de Madrid, al incesante malestar interno por la imagen de debilidad que transmite Casado en su inconcebible pelea con Ayuso, al desgaste que siempre supone ver acosados a Cospedal y Rajoy por el enésimo caso de corrupción, va la Unión Europea y bendice con 10.000 millones de sus fondos al Gobierno Sánchez. El líder del PP, presto a cortarse las venas políticas. Mientras él despotrica sin descanso por Latinoamérica contra ese atajo de filoetarras, independentistas y comunistas que dirigen su país, Bruselas obvia tan repetida pataleta y le guiña un ojo a Sánchez, incluso sin los Presupuestos aprobados, aunque bien encarrilados.

Ocurre que ERC va a hacer sudar al presidente socialista, aunque en el foro nadie cree que la sangre llegue al río. De momento, el recado de las enmiendas presupuestarias en el Senado redobla los tambores de guerra, como le ocurre con la Ley de Residuos. En la Ley Audiovisual, los republicanos vuelven a sentirse tan indignados por el engañado de última hora que Sánchez se ha visto obligado a rescatar a la desahuciada exportavoz parlamentaria Adriana Lastra para que alivie esa rebeldía de Gabriel Rufián, que tan bien conoce. Se avecinan horas de órdago en la última quincena del año.

Ahora bien, para emociones fuertes, siempre nos quedará Catalunya. Ese enjambre de la convivencia soberanista depara puñaladas barriobajeras. Así se entiende cómo la presidenta del Parlament acerca al precipicio a su teórico socio Pere Aragonès al instarle a la cuestión de confianza que recogía aquel acuerdo de conveniencia exigido por la CUP que respaldaba la mayoría del entonces procés. Con amigos como Laura Borrás, el presidente de la Generalitat sigue sin necesitar más enemigos para verse acorralado, porque ciertamente le sobran. La última puya le puede hacer daño porque ha prendido con fuerza, llegando su eco hasta la UE. La polémica generada en torno al uso del castellano en Canet del Mar no se va diluir en un vaso de agua. Otra vez las dos trincheras empiezan a retroalimentarse para cargar sus baterías. En esta ocasión, con niños de por medio la propagación del fuego se dispara y, por tanto, aumenta el riesgo de quemarse a los dos lados de las llamas.