e veía venir. La previa decisión de no presentar enmienda a la totalidad a los presupuestos del Gobierno Vasco indicaba que esta vez EH Bildu no iba a volver a quedar en oposición inútil. A decir verdad, la oferta del consejero Pedro María Azpiazu en la negociación era difícil de rechazar, teniendo en cuenta que el montante de la contraoferta ascendía a 162 millones de euros sobre lo presupuestado, muy por encima de los 118 planteados en el documento de la coalición. Dejando de lado la escenificación previa, el sí pero no como cortina de humo y la supuesta falta de acuerdo político, la realidad es que en esta ocasión, aunque PNV y PSE se hubieran bastado para aprobarlos, los presupuestos vascos contarán con la abstención de EH Bildu aumentando la consolidación de un apoyo político a las cuentas tan repetidamente deseado por el lehendakari. Hay que tener en cuenta que estos no son unos presupuestos más sino que, como ha reiterado Iñigo Urkullu, van a posibilitar el relanzamiento económico y social de Euskadi tras la pandemia. Y EH Bildu así lo ha entendido.

Es una gran noticia que desde la divergencia EH Bildu haya optado por el realismo en una operación inédita de consenso, cuyo resultado suma 253 millones de euros y la aceptación de tres de las seis condiciones políticas planteadas por la coalición. Es fácil de entender un desenlace satisfactorio cuando en la negociación se logra buena parte de lo demandado, pero debe ponerse en valor que EH Bildu haya decidido la opción arriesgada de apoyar las cuentas de su más notorio y frontal adversario. Una decisión que muy probablemente provocará críticas internas de los más recalcitrantes y duros reproches de la mayoría sindical.

Además de este encuentro con la realidad, de la coherencia con su comportamiento en Madrid y Nafarroa, para mejor entender el paso dado por EH Bildu habría que tener en cuenta la retirada atolondrada de Elkarrekin Podemos -formación en principio elegida por el Gobierno como apoyo preferente-, que se apartó de cualquier intento serio de acuerdo, constatando el vértigo padecido por Miren Gorrotxategi al imaginar las embestidas de ELA y LAB, el pánico ante el ataque implacable de los que ahora, precisamente, van a apoyar las cuentas. Decididamente, Elkarrekin Podemos no podía volver a ser acusado de ser la muleta del PNV. Y ahí ha quedado, aislado, en el rincón sombrío de PP, Ciudadanos y Vox.

Acordando con el Gobierno la abstención y ampliar así el apoyo a las cuentas, la decisión de EH Bildu es de gran calado político y ayuda a la coalición independentista a su normalización plena. Se libera así del desgaste de imagen que suponía el permanente reproche que desde el PNV se le venía haciendo por la incongruencia de sustentar los presupuestos en Iruñea y en Madrid mientras rechazaba cualquier apoyo en Gasteiz. La abstención suaviza las tensas relaciones entre la coalición y los ejecutivos presididos por el PNV. Es, por tanto, una buena noticia y un paso adelante en la normalización de la política vasca en la que se demuestra que la confrontación no es el único camino.

Por último, esta conclusión satisfactoria de las negociaciones es también un episodio positivo para la portavoz parlamentaria de EH Bildu, Maddalen Iriarte, notoriamente apagada en los últimos tiempos, que puede ver gratificada su labor tras haber intentado sin suerte por dos veces su candidatura a la Lehendakaritza. Podrá, al menos, llevarse esta medalla.