- El trabajo es fruto de una larga trayectoria de análisis, observación y estudio de la reciente realidad política de Euskal Herria, con especial atención en la teoría y práctica del MLNV, en su doble expresión política y militar. La obra refuta la versión según la cual la naturaleza ideológica de ETA es nacionalista y la acusación de culpabilidad que desde ciertos sectores arrojan sobre la sociedad vasca por la existencia del terrorismo.

Sobre el fenómeno de la violencia, se han escrito numerosos libros, investigaciones y análisis. ¿Qué tiene esta publicación de particular?

-Joxan Rekondo: Lo que aporta es algo en lo que Imanol ya ha trabajado en su tesis doctoral: la naturaleza ideológica de ETA. Sobre la acusación que se le suele hacer en el sentido de que es un movimiento de orientación ideológica nacionalista radical, en este trabajo queda claro que se trata de un movimiento revolucionario, en el contexto de la oleada de los terrorismos del año 68 en adelante. Por otra parte, lo que el libro aporta es fundamentación suficiente como para refutar todas las tesis que atribuyen un pecado original, una culpabilidad original de ese terrorismo a la sociedad vasca.

-Imanol Lizarralde: Refutamos esa idea que afirma que la sociedad vasca está enferma y que, por lo tanto, tiene que pasar una especie de desnazificación al estilo de Alemania después de 1945. Es una comparación que no ha lugar, sobre todo, porque en Euskal Herria en ningún momento la opción política que estaba incrustada dentro de la estrategia politica-militar tuvo una mayoría ni política ni social. Además, la sociedad vasca, si la comparamos con la de Irlanda del Norte, se ha movilizado y se ha planteado un nivel de resistencia ética y política muy grande.

El título de la obra y la imagen que lo ilustra (la manifestación del 28 de octubre de 1978) son expresión de esa resistencia.

-J. R.: El título se entiende en el marco de esa batalla, lo que se ha llamado la batalla del relato. Hay fuerzas muy importantes que están articulando un relato que viene a significar que la sociedad vasca debe realizar un acto de contrición por el terrorismo de ETA. Y nosotros decimos que la sociedad vasca es una sociedad que ha resistido, una sociedad que si miramos a sus nodos de articulación plantea una serie de actividades de resistencia muy importantes. Analizamos el papel de los empresarios, de las organizaciones pacifistas, el papel de la política, el papel de la Iglesia, el papel de la cultura... y decimos que, muy tempranamente, en la sociedad vasca en todos esos nodos se han ido articulando resistencias.

-En el ámbito de la cultura un ejemplo muy claro fue el famoso manifiesto de los 33, publicado en 1980.

-J. R.: Exactamente. El papel de la cultura es tan importante que en el año 80, las vacas sagradas de la cultura, las más importantes del siglo XX, formulan el famoso manifiesto de los 33, y ese manifiesto, a pesar de que este libro no pretende ser una defensa del nacionalismo, se configura a partir de la movilización que se produce en torno a una revista de la Editorial Iparraguirre, Muga, que surge en el ámbito nacionalista. Desde la posguerra, las instituciones vascas, entonces proscritas, clandestinas, perfilan su política de espaldas a la violencia. La violencia destruye y divide, decía Agirre.

En el libro subrayan la importancia del entramado institucional surgido con el Estatuto de Gernika como un antídoto frente a la violencia.

-I. L.: Esta es una variable muy importante. El País Vasco entra en la Transición democrática en una situación de fuerte inestabilidad sociopolítica, en medio de un proceso de desindustrialización galopante, con un paro muy fuerte, con el problema de la droga y el problema de la violencia armada y la guerra sucia, sin que haya una renovación de los aparatos del Estado. Una buena parte de la población vasca ve aquí motivos de deslegitimación del nuevo régimen lo que favorece al funcionamiento del mecanismo de integración de masas que tenía la estrategia político-militar de ETA. A partir del proceso de institucionalización iniciado en el 79, se crean nuevas instituciones democráticas, que favorecen un importante nivel de estabilización. Hasta tal punto, que Francisco Letamendia, que es historiador de la izquierda abertzale, reconoce en un libro de 1991, que el País Vasco ha basculado de ser una comunidad antirrepresiva a ser una comunidad antiterrorista.

La vía institucional que lideró el nacionalismo democrático y la vía insurreccional de la izquierda aber-tzale han discurrido en paralelo, como una pugna de modelos.

-J. R.: Al final del franquismo hay varias fuerzas que buscaban influir en el proceso de construcción del país. Había una vía constitucionalista con una inclinación al jacobinismo, a resolver los problemas políticos desde la perspectiva de una única instancia, el centro político madrileño, como acaparadora del poder soberano. En Euskadi, había una fuerza, la nacionalista, que buscaba romper con esa idea de poder único, que buscaba provocar un proceso político que quería evitar que la solución al problema vasco quedara encerrado en la correlación de fuerzas del marco estatal. Y que, además de consolidar las libertades en esa situación de posdictadura, buscaba una salida para el pueblo vasco, una salida adecuada a las circunstancias, una salida que descansara en la voluntad política de los propios vascos. Y luego está la otra línea, la rupturista revolucionaria, que lo que quería era provocar desde su acción violenta la ruptura del Estado, que podría operar como elemento de desestabilización del bloque occidental. Ellos hablaban en estos términos en el año 78. Paradójicamente, estas fuerzas rupturistas revolucionarias se vinculan a la votación de la Constitución con el no, y se desvinculan de la votación del referéndum del Estatuto. Ahora hacemos el balance, de lo que ha pasado desde ese momento instituyente (en Euskadi, en 1979) hasta el año 2011, y vemos que la vía del estatuto nos ha llevado a un desarrollo político que quizá no ha cumplido todas las expectativas pero nos ha dotado de una serie de recursos que han ayudado a un desarrollo económico y social parangonable a los países con mayor desarrollo social y político. Y los otros, lo que han ocasionado a partir de 1979, por no contar los años anteriores, es una gran tragedia de cientos de muertos, heridos, amenazados y encarcelados. Es decir, el balance demuestra que este pueblo, como en otras épocas, ha vuelto reafirmar una tradición secular, probándose que es más de auzolan que de revolución o matxinada..

Pako Garmendia y José María Setien son dos pensadores referenciales en el análisis que realizan en el libro. ¿Por qué estas dos figuras?

-J.R.. Son dos personas con las que hemos tenido una gran relación. De Pako Garmendia, básicamente destacaría dos ideas que recogemos en el libro: el análisis del triángulo de fuerzas que operan en el momento constituyente, del que ya hemos hablado, y su análisis a cuenta de una pregunta recurrente que le formulaban muchos colegas que le visitaban en la universidad. Él solía decir: Cada vez que me viene a la universidad un profesor de cualquier universidad que no es vasca me pregunta cómo es posible que Euskadi haya conseguido un desarrollo tan valioso, en el terreno económico y cultural, y por otra parte, siga perviviendo el terrorismo, los asesinatos y otras prácticas inhumanas. Él estaba muy centrado con esta contradicción. Garmendia abogaba por incentivar la unión de todos los vascos a través de la resolución práctica de necesidades reales. Es algo que va muy en la línea de Arizmendiarreta, y del personalismo comunitario. Buscar la viabilidad de convergencias entre conservadores y revolucionarios, de izquierdas y de derechas en proyectos comunitarios sin ensoñaciones. Promover la cooperación, a partir de la responsabilización de las personas, sin esperar que las soluciones vengan de acciones especulativas, de echar una moneda al aire, pensando en que un acontecimiento revolucionario nos va a liberar.

-I. L.: Enlazando con lo del personalismo, hay que tener en cuenta una cuestión fundamental a la hora de evaluar la figura de Setién. Setién, junto con monseñor Laboa, fue monaguillo del cardenal Roncaglia, futuro papa Juan XXIII. Y este futuro papa ya tenía conciencia de cuál había sido el papel de los católicos nacionalistas en la guerra del 36, en su lucha contra el nazismo y, por tanto, de alguna manera era parte de lo que era la basculación que se iba dar entro de la Iglesia universal hacia el personalismo. El personalismo es la filosofía oficial de la Iglesia en el Vaticano II, donde la democracia como la religión católica se compatibilizan por el principio de la defensa de la persona frente a los totalitarismos. El futuro papa Juan XXII tiene noticias del País Vasco, va a Donibane a dar una misa, visita a Irujo y a Agirre en París y su sucesor, Pablo VI, siguiendo su estela, pone a Setién como obispo de Donostia. Hay que tener en cuenta esto como una valoración del catolicismo vasco en su sentido social y democrático más amplio. Y por esta razón está Setién como obispo de Donostia.

Un obispado que se vio envuelto en la polémica constante

-J. R.: En relación a Setien, en el libro citamos una de las grandes cuestiones que le preocupan: ¿Es posible construir una sociedad en la que existen concepciones diferentes acerca de la verdad, la justicia y la libertad? Arnaldo Otegi ha citado muchas veces el concepto de la ética revolucionaria, eso de que detrás de la justificación de un atentado está el contexto. Y Otegi acaba de decir en Aiete que nunca debió haber pasado. El nunca debió de haber pasado creo que lo dijo ETA en abril de 2018. Y le añadió, “porque el conflicto debió haberse resuelto antes”. Es decir, fue el conflicto el causante de la tragedia. Esa es la ética revolucionaria, que además se radicalizó mucho más en la época de la socialización del sufrimiento. En esa etapa, después de la caída de Bidart y la caída del Muro, la Izquierda Aber-tzale recurre a las reflexiones del maoísmo radical francés personificado en Alain Badiou. Ahí se inicia una campaña durísima contra toda expresión del Estado, sea un humilde concejal o máximo dirigente. Y empiezan a arrear por todas partes. De acuerdo con su visión en blanco y negro, buscan colocar a la sociedad vasca en uno de los dos lados: ETA o el Estado. Si no te colocas a las buenas te vas a colocar a las malas, porque te vamos a colocar el conflicto a la puerta de tu casa y te vas a tener que definir.

La guerra sucia, la violencia parapolicial, las torturas, fue la otra cara de la moneda

-J.R.: Eso se encuadra en ética del mal menor, como lo define Ignatieff, idea que se ha socializado mucho, sobre todo a partir del atentado de las Torres Gemelas. Esto es una guerra y tenemos que actuar conforme a ella. En Euskadi, ya conocemos este concepto del mal menor desde hace años. Lo que ocurrió hasta la muerte de Muguruza o la reciente información sobre las cartas bomba de Corcuera, ha sido justificado por importantes responsables del Estado. “Prefiero una guerra a la independencia vasca” decía Cassinello. Sáenz de Santamaría también decía que la lucha antiterrorista “está en el filo de lo legal, a veces lo es y otras veces no”. O Felipe González, cuando dijo que pudo acabar con la dirección de ETA. “Todavía lo lamento”, dijo. Es una ética utilitaria, los fines justifican los medios.

El libro trata de desenmascarar al MLNV con la tesis de que tras el rostro nacional se ocultaba la realidad revolucionaria socialista

-I. L.: Recuerdo como mucha gente se sorprendía por la contradicción entre lo que era la forma que adquiría el MLNV, que era una forma nacional, con lo que era su accionar concreto. De repente, empresarios que eran euskaldunes eran secuestrados y extorsionados como representantes de la burguesía nacional. Había una incomprensión en el mundo abertzale respecto al accionar de ETA. Pero lo que planteaba el MLNV era una alternativa global al propio sistema. No era una simple ruptura entre un estado y otro sino plantear un nuevo tipo de sociedad, en la cual la izquierda abertzale era una representación adelantada de esa sociedad. Al principio de la transición, lo que pretende la izquierda abertzale es crear un modelo de contrapoder. Manteniendo una organización armada, como ETA, plantea una disputa a los aparatos del estado y crea una jurisprudencia, una ley y que todos los ciudadanos vascos fueran conscientes de que si transgredían esa ley les podía pasar algo. Si tu abrías una tienda un día de huelga esa tienda podía ser atacada. Si paseabas con un lazo azul, podías ser agredido. Se plantea una forma de ley y esa forma de ley no tiene nada que ver con la cuestión de la liberación nacional.

-¿Por qué ha durado tanto ETA?

-I. L.: Los dirigentes de la izquierda abertzale creían que todo proceso negociador era un proceso acumulativo. ¿Pero qué es lo que ha pasado en Euskal Herria? Pues que hemos tenido cuatro procesos de negociación, mientras que en Irlanda del norte al IRA le ha bastado un solo proceso para acabar con su estrategia político-militar. Los dirigentes de la izquierda abertzale han llevado el concepto de guerra popular hasta su extremo y ha sido uno de los factores de la prolongación. Pensaron que iban a sacar tajada de cualquier proceso negociador y, por lo tanto, toda ruptura del proceso negociador iba a suponer que en la próxima estación iba a haber mayores posibilidades y se iba a cerrar la barraca con premios y dádivas. Aquí ha habido un mal cálculo al pensar que la prolongación del conflicto iba a servir a sus propios intereses. Y ha resultado que no.

-J. R. : Desde la sociedad vasca ha habido una clara voluntad de acabar con la violencia. Pero hay que decir que esa voluntad no se ha visto correspondida con el éxito. Este país, desde el siglo XIX, desde las guerras carlistas, apenas ha conocido un periodo de paz social, de normalidad social, hasta el año 2011. Es una historia terrible. No quiero decir que el terrorismo sea un eslabón más en esa cadena histórica. Ideológicamente, no lo es. En todo caso, no se ha resuelto por la vía rápida, pero es que igual tampoco la había. ¿Es nuestra culpa? Hannah Arendt niega las culpas colectivas. Ella diferencia culpabilidad de responsabilidad. Donde todos son culpables, nadie los es. Por eso, la culpabilidad hay que singularizarla. En cierto modo, tenemos una responsabilidad colectiva. ETA ha surgido aquí, y esa responsabilidad nos obliga a aportar más que nadie a una memoria justa y a la reconstrucción.

El libro fija su mirada en el futuro. Dicen que para crear una oportunidad que supere este pasado hay que acertar en la lectura de lo ocurrido. ¿Se está acertando?

-J. R: Me parece que el discurso del lehendakari se puede identificar muy bien con esos parámetros que en los 80 ya marcaba Gesto por la Paz, éticos, humanistas, que no buscaba influir o condicionar el debate de entre los políticos. El lehendakari representa perfectamente la filosofía del suelo ético, la injusticia de los crímenes del terrorismo. El lema ‘fue injusto’ creo que es una idea acertada y una buena enseñanza de cara al futuro. Además, tenemos que enseñar a las generaciones venideras que la forma buena de construir país es por la vía del auzolan, de la cohesión comunitaria. Sepamos que las cosas no se resuelven por matxinadas, por toma de la Bastilla, que las cosas se resuelven cada día, cooperando unos con otros. Hay que decir a nuestra gente que no es tiempo de insurrecciones. Que la vía de la cooperación y la integración comunitaria es la manera de seguir construyendo el progreso del país.

“ETA ha surgido aquí, y esa responsabilidad nos obliga a aportar más que nadie a una memoria justa y a la reconstrucción”

“Hemos tenido cuatro negociaciones, mientras que al IRA le ha bastado solo un proceso para acabar con su estrategia político-militar ”

“Desde la sociedad vasca ha habido voluntad de acabar con la violencia, pero esa voluntad no se ha visto coronada por el éxito”