El terremoto en el autodenominado centro-derecha español no es fruto de la casualidad. Al contrario, como casi todo en la política últimamente, se fraguó en un despacho. ¿En cuál? Lo han adivinado, el de Iván Redondo, el diseñador de todos y cada uno de los movimientos de Pedro Sánchez. Las bases estaban puestas desde la bofetada electoral de Ciudadanos en Catalunya. La formación naranja, que ya se arrastraba por el escenario desde el desastre de las Generales de 2019, se convirtió definitivamente en un producto de saldo. El PSOE, o sea, Redondo, vio que era el momento de atacar y quedarse con los restos de serie de la que llegó a ser tercera fuerza política del Estado.

Murcia fue el escenario perfecto. Allí el gobierno de coalición PP-Cs tiraba mal que bien... hasta que saltó el tremendo escándalo de las vacunaciones irregulares de numerosos altos cargos populares. Ahí estaba la excusa perfecta para que los naranjas exagerasen la nota de la discrepancia. Pero eso tampoco fue casualidad. Por medio había una oferta muy golosa: el PSOE, pese a tener más representación, ofreció a Ciudadanos la presidencia del gobierno autonómico si se sumaban a la moción de censura para derribar a Fernando López Miras.

En la cocina previa había estado uno de los grandes fontaneros del PSOE, el navarro Santos Cerdán, con larga bibliografía presentada en todo tipo de apaños. Según publican varios medios, su presencia en Murcia fue clave para convencer a sus compañeros locales de la necesidad de ceder la presidencia puesto que la operación era de largo alcance. Se buscaba dinamitar todos los pactos entre el PP y Ciudadanos. Merecía la pena pagar el precio de aupar a su rival Ana Martínez Vidal a la jefatura del ejecutivo.

Era una oferta que Ciudadanos no podía rechazar... y no rechazó. Carlos Cuadrado, brazo derecho de Inés Arrimadas, ordenó al dirigente de Ciudadanos en Murcia Félix Bolaños que pusiera en marcha la moción de censura. Como argumento, el arriba mencionado: no se podía seguir sentado en el mismo gobierno tocado por el escándalo de las vacunas VIP. A partir de este instante, lo que solo sabía un puñado de personas pasa a ser del conocimiento de unas cuantas más. Era cuestión de minutos que alguien pasara el soplo.

Casado y Ayuso se enteran

Esa garganta profunda llama al presidente murciano, López Miras, para ponerle sobre aviso. En cuanto cuelga, López Miras telefonea a Pablo Casado y le hace partícipe de la jugarreta de sus socios. El líder del PP, que aunque tenga másteres dudosos, sabe sumar dos más dos, cae en la cuenta de lo que puede haber detrás: una operación para desmontar todas las coaliciones PP-Cs, empezando por la de Madrid. Hay que llamar a Isabel Díaz Ayuso.

Eso ocurrió en la noche del martes, que se les alargó entre mensajes y conversaciones a los dos dirigentes. Aunque las fuentes eran buenas, no tenían la certeza total de que se fuera a consumar la moción de censura murciana. Pero tienen que estar preparados y en ese contexto tiene lugar la frase que reproducen diferentes medios con variaciones: "Si Ciudadanos se atreve en Murcia, apretamos el botón nuclear". La otra frase es "¡No podemos permitir otra puñalada en Madrid!". No queda claro si lo dice Casado o Ayuso.

El resto es más conocido. Por la mañana se confirma la moción de censura en Murcia. Isabel Díaz Ayuso ya sabe lo que va a hacer. Aun así, participa en el consejo de gobierno ordinario como si tal cosa. Es al final cuando llega la sorpresa: disolución de la Asamblea y convocatoria de elecciones. Noqueado, es el vicepresidente cesante, Ignacio Aguado, el que corre a buscar a los periodistas para adelantar la noticia. Una hora después, la propia Ayuso lo comunica oficialmente, mientras llegan las mociones in extremis de Más Madrid y PSOE. Pero esa es otra historia.