Se llama Xavier Torrentó y es de ese tipo de personas de las que cada vez quedan menos, cuyo corazón bombea más rápido que su mente. Vive ávido de transmitir, aportar testimonio vivo para la eternidad. Su relato es curioso, intrigante y de apoyo férreo a la ikurriña.

La historia que aporta, acotada, es la siguiente: en su pueblo barcelonés de 3.000 habitantes, el histórico ministro jeltzale de la Segunda República, Manuel de Irujo, pudo pintar una ikurriña sobre la pared de un garaje en el que la Delegación del Gobierno de Euzkadi en el exilio durante la Guerra Civil guardaba su vehículo oficial.

Con el franquismo, la familia propietaria de la casa la borraba cada cierto tiempo con cal, pero la bandera vasca volvía a salir a la luz una y otra vez. Alrededor de 1992, se hicieron obras en el inmueble datado de 1900 y se picó también la bandera histórica, haciéndola desaparecer para siempre.

Pero que haya sido eliminada del callejero no quiere decir que no siga presente en la memoria de innumerables vecinos de Caldes d'Estrac, denominación en catalán. Es el caso de Torrentó, que va más allá y lo hace emocionado. "Voy a solicitar al Ayuntamiento que se coloque una placa que recuerde esa ikurriña porque era un bien de todo el pueblo que salía y volvía a salir a la luz", detalla quien está impulsando la constitución de una asociación de memoria histórica en la localidad de El Maresme.

Décadas atrás, él mismo acudió al Consistorio a lamentar e informar de lo sucedido. "¡Hasta Franco desfiló por delante de la ikurriña!", subraya con voz nerviosa de orgullo por la presencia de la bandera ante el sanguinario dictador.

Torrentó la conoce y recuerda desde niño con un inocente anécdota incluida. "Cuando pasaba por la calle de nombre Bajada de la estación veía una bandera pintada. Yo tenía 10 o 12 años. Y me fijaba en una bandera inglesa pintada sobre una entrada de garaje. Me extrañaba, sin embargo, que tuviera tanto color verde. Claro, yo entonces no sabía qué era una ikurriña. Y la inglesa era correcta porque la embajada del Reino Unido estaba en las cercanías. Todo el pueblo de Caldetas conocía aquella pintada de entre 70 centímetros de ancho y 40 de alto. Y ahora sería una pena que por estar quitada no quede en la historia porque el pueblo catalán os tenemos al vasco en el corazón", subraya quien ilustra que en el municipio también estuvo durante un tiempo la delegación del Gobierno de Euzkadi a 300 metros del lugar y, según apostilla, "la residencia del ministro Manuel de Irujo y del lehendakari Aguirre se hallaba a un kilómetro" en el término de Sant Vicenç de Montalt.

Y aporta una curiosidad histórica más. Asegura que, según lo que han estudiado, con la presencia de los anarquistas, casi todas las iglesias de Catalunya estaban cerradas. Sin embargo, la delegación vasca y las embajadas internacionales presentes consiguieron que la iglesia del Carmen volviera a ser un centro de culto para uso diplomático. Este templo se halla a solo 100 metros del garaje de la ikurriña. "Por cierto, de todos los presentes, los vascos érais los más organizados y con mayor presencia".

Xavier Torrentó seguirá luchando por conseguir que quede constancia en esa calle de la presencia de la bandera. "No es como el caso de las Caras de Bélmez en Jaén que reaparecen, pero al fin y al cabo es para mí algo parecido. Es algo bonito. Tendría que dignificarse. Bien sea a unos metros de ese portal número 11 o lo mejor sería en la propia casa que sigue en pie", valora, y estima que la pintada debiera haber estado protegida por "ser un símbolo de la memoria histórica. La pena es que nadie pensó en sacarle una foto", concluye.