- El histórico anarquista navarro Lucio Urtubia Jiménez falleció ayer a los 89 años en París, ciudad a la que tuvo que exiliarse en 1954. Urtubia no se consideraba "ningún santo", un hombre con "mucha suerte", que "había hecho lo que había querido", con la fortuna de haber "vivido lo imposible", sin saber las razones por las que había podido hacerlo, lo cual no es un mal epitafio, pese a que su larga vida no estuviera exenta precisamente de dureza y de complicaciones, aunque también de intensidad, en el marco de la épica y las contradicciones de la segunda mitad del siglo XX, en plena Guerra Fría, con un avance global del capitalismo pese a movimientos de contestación cultural como el de Mayo del 68, que vivió de cerca.

Lucio Urtubia se había convertido en un icono, con su discurso a contracorriente, su apasionada vida y su txapela casi inseparable. Entrevistado en 2014, defendía que "esta sociedad se puede cambiar, y que a sus 83 años continuaba "viviendo la utopía" conforme a su ideal, "luchando en contra de esta gente que tiene los medios y los utilizan mal o no saben utilizarlo". Y lanzaba una idea: "Si alguien se dedicara a falsificar DNI, ¡qué placer supondría ayudar a todos estos inmigrantes que no tienen papeles!"

Urtubia, de profesión albañil, nació en Cascante en febrero de 1931 en el seno de una familia republicana con cinco hijos, y escasos recursos económicos. Su padre fue encarcelado en la guerra en el Fuerte de Ezkaba. En 1954 en plena mili, el hijo desertó del ejército. "Deserté de la mili por robar y si llegan a detenerme me habrían aplicado la pena de muerte por robar a la Patria", contó en 2014. Así que se buscó la vida en Francia, y fijó su residencia en París, donde no tardó en relacionarse con anarquistas, a través de quienes conoció a intelectuales como Albert Camús o André Bretón, entre otros. Urtubia se rodeó de gente que gente que manejaba con destreza las artes gráficas, llegó a instalar nueve imprentas en París, y fue testigo de diferentes acontecimientos históricos ocurridos en la segunda mitad del siglo XX, apoyando con su participación el régimen del Fidel Castro y participando en toda clases de actividades antifranquistas. Conocido como un Robin Hood vasco, para Urtubia era "un honor robar a un banco". Su idea de libertad, explicada en Navarra en 2008 era "desobedecer sin complejos a un poder arbitrario, conquistar la independencia por medio de un oficio, mantener la solidaridad con los desheredados y compartir riquezas que la vida pone en nuestras manos". Al tiempo que confesaba no creer en ningún modelo de estado, "porque ninguno ha demostrado nada cuando ha llegado al poder. Yo solo creo en la autogestión, y eso es compartir".

Este navarro, que estuvo hasta en cinco ocasiones en situación de busca y captura, rindió cuentas con la justicia por última vez en 1996, pasó por muchas cárceles, "pero siempre por muy poco tiempo".

Entre otros, el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, se refirió ayer a él como "un albañil revolucionario que luchó toda su vida por un mundo mejor con la alegría de quien sabe que siembra futuro".