n medio de una campaña en la que parecía ser necesario dilucidar quién presentaba la mejor tarjeta social de los proyectos en competición, Bakartxo Tejeria ha venido a recordar la genética constitutiva del proyecto nacionalista vasco, que integra las demandas nacionales y sociales como si fueran las dos caras de una misma moneda. En respuesta, Urko Aiartza (que fue senador de EH Bildu y hoy es responsable principal del foro de pensamiento Monzonlab) ha manifestado en Twitter que la declaración de Tejeria apuntaría a que el pensamiento de la Quinta Asamblea de ETA se esté haciendo hegemónico.

La posición de Aiartza indica que la izquierda abertzale continúa aferrada a sus mitos originarios. Para este grupo, la ETA del 68 sigue siendo el acontecimiento que funda la historia vasca moderna, con el que tratan de marcar una divisoria entre lo que perciben como la época oscura que le precede y el 'luminoso tiempo' que originarían el pensamiento y acción conocidos de aquella organización. ETA se disolvió hace dos años, pero parece que algunos quieren seguir capitalizándola política e ideológicamente.

En el mejor de los casos, lo que aquí se evidencia es una ignorancia atrevida. Por mucho que Aiartza y demás demanden la necesidad de reanimar un pensamiento propiamente vasco, no les será posible hacerlo arrinconando la experiencia práctica de las instituciones que ha gobernado el nacionalismo vasco desde su mismo surgimiento, entendiendo siempre que las cuestiones nacional y social formaban una única causa a la que había que dedicarse sin perder de vista los valores éticos y democráticos.

"La causa legítima que defendemos€ se lucha por la liberación nacional y se lucha por la liberación social" (Gabon 1936), proclamaría el primer lehendakari varias décadas antes de que ETA abrazara la ideología marxista. Agirre y sus sucesores, hasta el momento presente, han contribuido al impulso del progreso nacional y desarrollo social que hoy es perfectamente visible. Al contrario, la emancipación nacional y social prometida por los seguidores de la Quinta Asamblea se ha quedado en mera palabrería revolucionaria, aportando únicamente un balance trágico que a la mayoría de los vascos solo nos produce vergüenza.

Mañana se decide el liderazgo político para la reconstrucción del país. El liderazgo ha de practicarse como servicio al país. La política institucional de la izquierda abertzale sigue aferrada a aquella tradición, acogotando la acción social que no logra controlar. Lo que podemos esperar de Urkullu es, por el contrario, que continuará por la vía aguirrista, aportando un liderazgo que buscará estimular la iniciativa popular, sin pretender tutelarla o arrastrarla a sus posiciones.