n los cursos que suelen recibir los responsables de seleccionar personal se enseñan rudimentos de comunicación no verbal. Uno de los gestos que suma en favor de un aspirante es su capacidad de mirar de frente, de no esquivar el escrutinio del contratante que busca, en sus ojos, confianza, fiabilidad, capacidad para enfrentar problemas y decidir.

En los equipos que he conformado en estos años incorporé y capté personas que miraban de frente. Necesitábamos gente así para defender a nuestra sociedad de unos generales y sus letales tropas que pretendían vender fanatismo y delincuencia por gloriosa revolución liberadora. Hoy aquellos genios puntúan y dan lecciones tranquilamente a quienes remábamos juntos para salir del agujero mientras ellos echaban gasolina al fuego. Algunas de sus tropas purgan en la cárcel sus crímenes. No son precisamente los que jaleaban aquello los que más se ocupan de conseguir que se respeten los derechos que les asisten.

Mirar de frente nos permitió desmontar el trágico libreto de aquellos militares, que se quedó sin tramoya, escenario ni teatro gracias a los focos, a la transparencia, porque contamos aquella barbaridad. Tratamos de convertir aquel relato en un elemento para la reflexión en vez de en una máquina de generar odio. Creo que aquella mirada ayudó a muchos, incluida alguna infantería que recibió en las cárceles información que sus jefes les negaban, a entender que lo que parecía impresentable, efectivamente, lo era. Así fuimos, artesanos de la paz.

Fueron artesanía los vídeos y comparecencias que hicieron escuela en el Parlamento Vasco. Eran crudos documentales que mostraban la degradación de los valores más elementales, la amenaza, la extorsión y el crimen. Afortunadamente también, en ocasiones, el fracaso de una lúgubre logística que más de 800 veces se utilizó con trágicas consecuencias. Los especialistas en propaganda de la cosa bautizaron el género como "Atutxa Films". Sugerían que ofrecía ficción. Pero en realidad miraban de frente a la incomodidad que causaban aquellos testimonios en la nomenklatura de la revolución, líderes con BMW y chalecito que pretenden ahora que olvidemos los platos que rompieron.

Esa versión 6.0 de la mentira que llaman hoy post verdad se basa en la comodidad que a veces supone no mirar de frente. Produce una miopía empobrecedora. Una cosa es ponerse gafas de sol para combatir el deslumbramiento. Otra aceptar que los gatos que vemos los contemos como liebres. Por eso animo a mirar de frente. Solo así hay oportunidades reales de criticar y de aportar, de mejorar lo que podemos hacer entre todos. Nunca vamos a encontrarlas en el autoengaño.

En esta campaña tenemos buenos ejemplos. Escucho a una periodista metida hoy a predicadora del apocalipsis pedir a gritos dimisiones en Osakidetza. Un juez ha dicho que, con el mercado mundial bloqueado, no se pudo cumplir en todas partes el ideal de seguridad y protección de los sanitarios que luchaban contra el coronavirus. Leo la sentencia y compruebo que la propaganda en que navega la ilustre candidata le ha impedido mirarla de frente. Los jueces destacan que los profesionales y políticos que sí estuvieron en el epicentro de la crisis, que informaron además puntualmente a los parlamentarios de la Comisión de Sanidad de lo que estaban haciendo, no merecen reproche legal, penal, ni profesional porque hicieron su trabajo correctamente. Menos mal que, no gestionó así los teleberris.

Los de letras tienen fama de no llevarse bien con los números. Será por eso que la misma ciudadana habla de recortes en educación o sanidad cuando es una certeza matemática que los presupuestos han subido estos últimos años. Mirando de frente las cifras se aclara el asunto de inmediato. Por eso yo a personas de visión tan sesgada, integradas en una organización de oscuros antecedentes que parecen haber olvidado, no les compraría un coche usado. No son de fiar.

Hay miradas que cautivan, que sonríen, que preguntan, que sugieren. Hay miradas que matan y miradas que mueren de amor, de alegría, de tristeza, de odio y de vergüenza.... Para captar la expresión que transmiten hay que encontrárselas de frente. Cuando se mira para otro lado, de reojo, o cuando no se mira, ese espejo del alma que dicen que son los ojos pierde azogue. Pero delata al que tiene mucho que ocultar y poco que ofrecer.