los que vivíamos en la década de los 80 del pasado siglo en la Margen Izquierda y en otras comarcas de este País nos tocó vivir el cierre de empresas y la pérdida de miles de puestos de trabajo debido, en parte, a la reconversión industrial. Gran parte del tejido productivo se había quedado obsoleto y no era competitivo. La situación era fruto de la desidia, de procesos de deslocalización, falta de inversión, carencia de infraestructuras, innovación, deficiencias en la formación, etc. En poco tiempo, miles de personas pasaron a engrosar las listas del paro y la pobreza.

En ese mismo periodo vivíamos los episodios más cruentos de violencia e intimidación, ejercidos y/o jaleados por un determinado sector político y social que hacía oídos sordos al deseo mayoritario de abandonar el terrorismo y construir un País entre todos y para todos… Era, también, el periodo más álgido de la guerra sucia, organizada, financiada y amparada por el estado… Y cuando las dificultades se acumulaban y los vaticinios empeoraban, vinieron las inundaciones de 1983. Barrios, pueblos, negocios anegados y vidas truncadas. Y aun así, trabajando, arrimando el hombro, salimos adelante, construyendo una sociedad más justa y cohesionada que la anterior.

Décadas después, nos golpeó la crisis financiera global de 2008 que tuvo su origen en el colapso de la burbuja inmobiliaria en Estado Unidos en 2006. Dicha crisis financiera trajo consigo una crisis económica y alimentaria mundial… Y superamos todas las dificultades, gracias a que teníamos un tejido social fuerte, un tejido productivo competitivo y unas instituciones ?gracias a los instrumentos que nos da el autogobierno? financieramente saneadas que pudieron tirar, en parte, de endeudamiento para poder sostener los servicios públicos básicos.

Y cuando empezábamos a ver el final de las crisis desatada en el 2008, con menores tasas de paro, mayor recaudación, mejores servicios, capacidad de endeudamiento e inversión, en pocos meses, un virus se ha llevado por delante la vida de miles de personas en todo el mundo, algunas de ellas nuestros vecinos o nuestros mayores, y ha generado miedo a lo desconocido, frustración por las vidas arrebatadas, pérdida de esperanza. Ha originado, también, otra crisis económica y alimentaria global. Pero no abandonemos. Otra vez toca levantarnos, como lo hicieran nuestros mayores, juntos en la adversidad y en la reconstrucción. Nos toca trabajar, con más ahínco que nunca, con dedicación y altura de miras para superar esta situación que nos ha tocado vivir. Tenemos por delante un reto descomunal para poder reconstruir este País. Pero solo lo conseguiremos si colaboramos entre todos y todas.

El objetivo es que subamos, una vez más, a la cima sin dejar a nadie atrás, si es necesario, ralentizando el paso, para que lleguemos todos juntos… Y para lograrlo, necesitamos de un gobierno fuerte, con capacidad de liderazgo, resolutivo, riguroso y solvente en la gestión, consciente de su responsabilidad y que huya de vender humo y de realizar promesas huecas e irrealizables. Sí, necesitamos un gobierno y un Parlamento consciente de su enorme tarea: la reconstrucción, el volver a levantar este País.