e atribuye a Rafael Gurrea, con toda justicia, la estructuración de UPN como un partido intersticial. Una organización desparramada por la mayor parte de las localidades navarras, cuya fortaleza consiste en constituir una red de gentes que dan referencia a unas siglas. Durante mucho tiempo se invirtió en montar los comités locales, y cuando esto no era posible, al menos en disponer de alguna persona encargada en cada pueblo. El modelo se pensó para que dotara de cierto crecimiento vegetativo a la formación, lento pero seguro, y también para protegerla de las inclemencias tradicionales en el espacio del centroderecha navarro. De hecho, cuando se produjo la fulgurante aparición del CDN, en Príncipe de Viana se decía que el golpe hubiera sido mortal de no haber contado con esa articulación tisular. El problema del modelo, sin embargo, era doble. Por un lado, el abandono factual de un proyecto político identificable, porque importaba más atender al paisano que construir alternativas para la acción política innovadora. Y lo segundo, que la distribución del poder era anómala por sí misma, porque los propios órganos del partido tendían a reforzar siempre la territorialidad frente a los modelos de liderazgo meritocráticos. Una de las genialidades políticas de Miguel Sanz fue precisamente su habilidad para arroparse con esa estructura esencialmente ruralizada y al mismo tiempo fortalecerse como referencia unipersonal. Lo intentó Barcina con aquella estupidez del catálogo de fotos a la entrada de cada una de las 242 localidades navarras, pero sólo quedó para los memes la imagen correspondiente a la villa de Adiós.

Viendo lo que está despachando UPN en el Congreso que hoy decidirá su nuevo presidente se percibe que la herencia conceptual de Gurrea sigue plenamente vigente. No se advierte en los contendientes propuestas mínimamente diferenciales, y en cambio la exhibición de fuerza consiste en una foto coral, en la que cada uno se rodea de un grupo compuesto de las referencias que se han podido recolectar dentro de ese modelo territorializado, lugareño, del que sigue viviendo la formación. Supongo que el más avezado de los militantes que hoy deba depositar su papeleta se habrá entretenido en ampliar las fotografías tratando de identificar el quién es quién dentro de cada grupo. Yo, que apenas conozco ya a unos cuantos, he esbozado una buena sonrisa al ver justo detrás de Sayas a un tipo que en los tiempos del PPN me chupaba el culo diariamente como fervoroso y trigueño militante que era. Pero más allá del grupeto, poca cosa. Si acaso, se agradece el razonamiento del aspirante cuando dice que convendría hacer análisis de por qué el centro-derecha navarro ha perdido varias decenas de miles de votos en la última década. Si hubiera añadido el diagnóstico y un posible tratamiento tendríamos ya el punto de partida desde el que considerar el valor esencial de cada una de las candidaturas. Mientras no llegue algo parecido a una reflexión comprometedora, habrá que aceptar que lo que hoy dirima el cónclave no pasa de ser un estilo en su dirección, más nuevo o más tradicional. Pero en ningún caso será el Congreso para el fortalecimiento de un proyecto político, que ni está ni parece esperarse.

Decía el vicepresidente Remírez esta semana que "toca endeudarse". Que es lo mismo que decir que le gustaría seguir haciendo la única política que como socialista sabe hacer, gastar y hacer que futuras generaciones paguen sus veleidades. Como si nada hubiera pasado, haya o no haya dinero. Como si este año el Gobierno de Navarra no fuera a recaudar 800 millones menos. Toca endeudarse por valor de casi un tercio del presupuesto foral, de manera acumulativa durante tres o cuatro años, y para sufragar gasto corriente, entre otros el de la obscena estructura política que nos ha deparado la coalición. Algunos pensamos, aunque podemos estar equivocados, que este tipo de actitudes son las que deparan la ruina absoluta de las sociedades modernas. Y también algunos echamos de menos ideas reformistas, o simplemente que nuestros cercanos gobernantes echen un vistazo a lo que está pasando en Estonia, que es el mejor referente que Navarra podría tener para entender cómo debe aprovechar sus propias capacidades en un mundo nuevo. Aburre ver la misma película y con los mismos intérpretes. En el casting, UPN no parece aspirar sino a mantener un papel en la representación, aunque sea el de eterno secundario.