- Las elecciones al Parlamento Vasco del 12 de julio se presentan como las más inciertas por las incógnitas que plantea la pandemia del

Del guion se van a caer también los temas clásicos que han presidido las campañas en las doce citas electorales autonómicas que se han celebrado tras el franquismo. Algunos desaparecen por completo y otros como el nuevo estatus de autogobierno, constitucionalismo o paz y memoria, acercamiento de presos de ETA, el derrumbe del vertedero de Zaldibar, las oposiciones de Osakidetza o el casoDe Miguel han quedado enterrados o tendrán una presencia menor. Su lugar será ocupado casi en exclusiva por la reconstrucción y la reactivación económica tras la pandemia y la intervención del Gobierno Vasco en la economía y en los sectores públicos.

Al bajar la marea de la pandemia van a quedar en evidencia las devastadoras consecuencias económicas por el confinamiento y el retraimiento del consumo debido al cambio de las costumbres ciudadanas por la crisis sanitaria. La situación aún no ha tocado fondo gracias en parte a que los ERTE maquillan los datos de ocupación y desempleo que se revelarán con toda su crudeza con el fin de las ayudas estatales.

El terrible impacto de la pandemia va a desplazar por completo la agenda de la campaña electoral del 12-J en Euskadi hacia cuestiones ahora más esenciales que nunca como el empleo, las políticas públicas en materias de salud, hospitales, residencias de mayores, reforzamiento del modelo social, recuperación económica, endeudamiento del Gobierno Vasco para afrontar los enormes gastos necesarios para combatir las consecuencias de la pandemia, la subida de impuestos y la intervención del Estado y del Gobierno Vasco en la economía. El mantra de que el Estado tiene que resolverlo todo es ahora más que nunca un clamor social que las instituciones no pueden esquivar.

En las próximas dos semanas de campaña los partidos políticos vascos van a dejar en una esquina los temas habituales que han desplegado tradicionalmente, más ligados a su ADN ideológico o aquellos de los que hacían bandera. Los partidos ultiman sus mensajes pero, a la luz de lo andado ya en precampaña y lo declarado por sus directores de campaña, la apuesta clara es ofrecerse como garantía para salir de esta.

EH Bildu pretende alejarse de parte de su pasado y, de momento, apenas ha tocado la cuestión de los presos de ETA. Tampoco aprieta demasiado con el derecho a decidir y el Estado propio, aunque a veces retoma este argumento. Su prioridad es presentarse como alternativa para un nuevo modelo tras la pandemia. Elkarrekin Podemos insiste en su tripartito de izquierdas con Bildu y el PSE sin bajar a la letra pequeña; y el PP se presenta como el único partido que defiende el constitucionalismo en Euskadi y dirige toda su campaña en el desgaste del PNV, al que considera títere del Gobierno de Sánchez

El PNV ofrece capacidad de gestión contrastada como arma principal para afrontar la nueva realidad. El propio lehendakari y candidato a la reelección, Iñigo Urkullu, ponía esta semana como ejemplo la salida de la crisis económica de 2008 y en concreto bajar el listón del 10% de paro también tras esta crisis.

Al igual que el PSE, que se aferra a la gestión de Pedro Sánchez al frente del Gobierno español para enfrentar la pandemia, los jeltzales venden la certidumbre de un partido y un gobierno contrastado y con capacidad propositiva y huirán de mensajes que embarren la campaña. Su prioridad será la reconstrucción y sus recetas son las inversiones públicas, el nivel de endeudamiento y el margen de déficit.

Estos serán los retos del nuevo Gobierno Vasco que salga de las urnas, que tendrá que dar respuestas a los tres dilemas básicos de la economía: lo que se gana, lo que se gasta y lo que se pide prestado, que en lo público se traduce en decidir qué impuestos se suben, dónde gastar más y dónde recortar, y cuánto endeudarse.

En este contexto, vuelve a agitarse el fantasma de los recortes o contención en el gasto público, una posibilidad descartada desde los partidos que gobiernan. Parte de la factura la pagará el Estado, gracias al dinero extraordinario para financiar los gastos sanitarios de la pandemia, o el nuevo Ingreso Mínimo Vital. Tampoco se sabe cuánto se ahorrará Euskadi con estas dos partidas, pero ayudará. Con menos recaudación y más gasto, habrá déficit, que se soluciona pidiendo prestado, endeudándose.

El déficit se pacta con el Estado, y Euskadi estaba tan bien que justo antes de la pandemia, en marzo, acordó un déficit cero para este año. Ahora hay que negociar de nuevo. Euskadi parte de una situación de deuda baja (el 12% del PIB), lo que deja un colchón para poder recurrir a los créditos, sin olvidar que, aunque los intereses estén muy bajos, hay que pagarlos.