amos camino de eso que llaman la nueva normalidad y, casi sin un respiro, nos hemos topado con la fecha electoral encima y los partidos en faena, por más que aquí la política vive en campaña perpetua. El 12 de julio está al caer, esa fecha para la que según el reproche de la oposición la gente no estaba preparada sanitariamente. Bien es verdad que la convocatoria "insensible y precipitada" del lehendakari ha quedado en grotesca polémica superada por una realidad de playas, terrazas y caravanas de fin de semana. Ya nadie tiene el descaro de repetir como crítica política aquello de que la gente no está pensando en elecciones y quién más quién menos ya ha puesto la maquinaria en marcha. Los partidos ya han abierto la veda, aunque el incipiente rebrote en Txagorritxu, Basurto, Aita Menni y algunos más ha añadido preocupación y hará más necesarias las medidas de seguridad ya anunciadas por el Gobierno vasco para la jornada.

Así que esto va a ser lo que nos espera y lo que vamos a escuchar. Parece clara la tendencia a lo fácil compartida de los tres partidos de la oposición: atizarle al PNV. Leña al mono, según la tradición de la cazurrería. Los discursos más reiterados tienen como destinatario al partido jeltzale, tanto por el hecho de presidir el Gobierno vasco como por sus supuestos postulados ideológicos. El PNV tendrá que apechugar con la resurrección de los viejos fantasmas, porque le van a venir todos los ataques por los flancos más sensibles: la OPE de Osakidetza, el derrumbe del vertedero de Zaldibar y, por supuesto, la gestión de la pandemia del COVID-19. Por ahí se las van a dar todas, se supone que con la carga discursiva más crítica, sin excluir de paso las alusiones al caso De Miguel o al etéreo asunto de Montai. Abierta la veda, al PNV le va a tocar poner en valor los logros obtenidos por el Gobierno compartido con el PSE, al que los partidos de la oposición parecen ignorar quien sabe si por ambicionada complicidad o por simple menosprecio. Tendrá que aplicarse el PNV para que la forzosa actitud a la defensiva no le impida expresar una estrategia propositiva. Mucho me temo que en esta necesariamente breve campaña abunden más los ataques que las propuestas, aunque por el momento vamos poco más allá de las vaguedades.

Elkarrekin Podemos habla de un evanescente "plan de reconstrucción económica y social de una dimensión descomunal" -ahí es nada- pero en todo caso condicionada a la estrategia tantas veces reiterada de una alternativa de izquierdas. Alternativa, por cierto, a la que ha explicitado su rechazo Idoia Mendia por parte del PSE y calificado de utópica por Arnaldo Otegi. La negativa de PSE y de EH Bildu ha escandalizado a la candidata Miren Gorrotxategi, que califica poco menos que de mamporreros del PNV a los socialistas y de acomplejados a los de la coalición abertzale.

Asumido el papel de máximo competidor en la hegemonía abertzale, EH Bildu carga en su contra con el peso de la ambigüedad en la condena a los ataques a las sedes de partidos atribuidos a sus escindidos de ATA y, quizá con un peso más incómodo, el peculiar protocolo que encubre a los abusadores machistas de su cuerda. Será muy probable que compensen ese agobio exhibiendo la joya de la corona, ese acuerdo firmado en Madrid (?) con PSOE y Unidas Podemos para la derogación de la reforma laboral. Un acuerdo descafeinado y en el aire, porque no se puede derogar un marco regulatorio sin que exista otro que lo sustituya, y para ello hay demasiados actores sociales contrarios a este tipo de derogación para la que, además, los tres firmantes no cuentan con la mayoría suficiente. La nueva reforma laboral surgirá, en todo caso, de un acuerdo entre patronal y sindicatos que arrastre una mayoría parlamentaria suficiente. Lo cierto es que, a pesar de aquella firma a tres atolondrada, no parece que el PSOE esté dispuesto a acercarse a EH Bildu en mucho tiempo.

Por último, a Carlos Iturgaiz, extravagante candidato del PP-Ciudadanos, no le queda otro hueco que intentar retener a posibles votantes de Vox a base de topicazos antinacionalistas apelando a ETA, a los proetarras y, cómo no, a las víctimas. Un discurso patético que no sacará a la derecha extrema española en Euskadi del pozo de marginalidad en la que está sumida.