- Ana Pardo de Vera cree que de la anterior crisis se puede extraer una enseñanza clave para el actual Gobierno. “A Zapatero le salió de pena, cuando se plegó a las medidas de austeridad”, recuerda, y califica de “auténtico infierno” e “invasión” la irrupción de la “ultraderecha en Madrid”, “muy complicada de gestionar”. A pesar de todo, cree que la legislatura avanzará y si no completa los cuatro años, como mínimo se quedará cerca.

Hay un debate sobre si la derecha ha llevado esta vez más lejos la confrontación.

-El hecho de que cada vez que no es la derecha la que gobierna tengamos graves ataques contra la legitimidad de los gobiernos no es nuevo. Recuerdo una entrevista que le hizo Santiago Belloch a Luis María Anson en Tiempo, donde decía que efectivamente había habido una conspiración para hacer caer a González, que parecía indestructible. El propio Anson, que participó en esa conspiración junto a Álvarez Cascos o Pedro J. Ramírez, reconocía que se había llegado a hacer temblar la estabilidad del Estado para conseguir que González se fuera de una vez.

Esta vez veníamos de una investidura en enero tras un año con dos elecciones generales.

-Efectivamente, Pablo Casado ha llegado a perder hasta en cinco ocasiones, pero les da igual. Cospedal lo dijo en una ocasión: o nosotros o el caos. Se trata de crear un clima de hostilidad que ahora además se ve azuzado por la ultraderecha más radical, trumpista, con 52 escaños, gracias a la repetición electoral. Y eso produce un ruido y una inestabilidad tremenda, y los ataques son feroces hasta el punto de haber acallado medidas sociales que no tienen precedente en nuestra historia.

Usted es republicana declarada. Una situación como esta se supone que reclama la teórica moderación de Felipe VI. En cambio, esa derecha se abraza a la monarquía como un elemento identitario.

-Efectivamente. Se abrazan al rey, a la bandera, a la unidad de España, a todos los símbolos que nos recuerdan a la etapa más oscura del franquismo porque aunque no había rey recordemos que fue Franco el que nos lo puso allí sin que hubiera un referéndum sobre la forma de Estado previamente al de la Constitución. El rey nos vino hecho ya en la Constitución. La ultraderecha se abraza a la figura del rey además pidiéndole un gesto. Un gesto que les legitime a ellos para un gobierno de tecnócratas como se contó sobre el general Armada en el 23-F con el beneplácito del rey Juan Carlos. Lo mismo está pidiendo Vox, que el rey haga un gesto para formar un gobierno de tecnócratas que haga caer a la coalición entre el PSOE Y Unidas Podemos. Se disfraza todo en una situación de emergencia de un gobierno técnico y de consenso, pero según tengo entendido al rey no le hace ni puñetera gracia hablando en plata que la ultraderecha sea la que se abrace a él con ese entusiasmo

Lo vino a apuntar Aitor Esteban en el Congreso. ¿Hay un plan en la casa real para sacudirse esa presión?

-El único plan que hay es tenerlo al margen de todos estos movimientos de deslegitimación del Gobierno democrático, y salvo el discurso aquel que en mi opinión fue un error que dio con el tema del coronavirus, completamente alejado de la realidad, se ha decidido que mejor que se mantenga en un segundo plano.

¿La irrupción de Vox puede servir a los intereses del bipartidismo?

-Más que el papel de Vox veo indicios muy primarios de lo que puede ser un giro en torno a Ciudadanos. Es evidente que desde los poderes ocultos que al final son los que mandan, los poderes fácticos, la monarquía, la iglesia, los poderes económicos…que son los que mueven los hilos y no han sido elegidos democráticamente, les interesa muchísimo más un pacto del PSOE con Ciudadanos que con Unidas Podemos.

Pero Ciudadanos está muy debilitado.

-Eso es. El problema es que ahora Ciudadanos tiene nada más diez escaños, entonces es muy complicada la operación. Pero C’s con esta nueva estrategia centrista incluso podría crecer. Los poderes fácticos quieren echar a Unidas Podemos cuanto antes. Tampoco van a cortarse a la hora de utilizar a la ultraderecha si es necesario. Los intereses de los poderes fácticos de este país van muy por encima del daño que puede hacer la ultraderecha ya no solo a la democracia, sino a la propia sociedad española, como se está viendo ahora.