1.Ante todo demuestra que somos vulnerables. No somos conscientes de la fragilidad de nuestro bienestar y de las amenazas que lo rodean. No lo digo para que el miedo nos atenace: muy al contrario, sirve para tener presente que lo que hoy disfrutamos es fruto del esfuerzo de los que nos antecedieron y que el futuro de las próximas generaciones se gesta ahora, con nuestro esfuerzo de hoy, con nuestro compromiso de hoy. Conscientes de esa herencia, nos toca cuidar ahora a los que nos cuidaron ayer, y poner los medios para que las personas mayores, que son las que más sufren esta pandemia, reciban asistencia suficiente y también nuestro cariño y atención.

2.Reforzar nuestro sistema público de salud, con el fin de que cuente con medios suficientes para afrontar un reto sanitario de esta envergadura. Pero hay más cuestiones importantes, atender a las personas más vulnerables, a las que hayan perdido su empleo, ofrecerles nuevas oportunidades; ayudar también a las personas jóvenes que inician su vida profesional: que una crisis como la que hemos padecido no ensombrezca su futuro.

3.Hay que avanzar en la consolidación de una sociedad equitativa, cohesionada, comprometida y solidaria: una defensa de lo público como escudo ante las graves crisis, en especial la sanidad. En ella tiene extraordinario valor el trabajo de todos los niveles profesionales. Todos son necesarios para construir una sanidad atenta a las necesidades sociales. También pediría mayor compromiso con la ciencia y con la educación pública, materias en las que nuestra universidad realiza una aportación decisiva. Son claves para conseguir una sociedad que distribuya la riqueza y genere oportunidades para todas las personas.

4.Entiendo que la pregunta, más que a la política, nos lleva a la dimensión personal: paciencia, prudencia, responsabilidad… y añadiría que ánimo y optimismo. Y siempre atendiendo las directrices de las autoridades sanitarias y tratando de evitar repuntes de la epidemia.