Pamplona - El Parlamento de Navarra aprobará el próximo jueves los presupuestos de 2020. La ley más importante del año saldrá adelante con los votos de PSN, Geroa Bai y Podemos, y la previsible abstención de EH Bildu e Izquierda-Ezkerra. Una mayoría parlamentaria amplia que permite al Ejecutivo foral mirar con cierto optimismo el futuro a corto y medio plazo. Y que augura una legislatura larga que si el Gobierno de coalición consolida un equilibrio interno todavía frágil y gestiona bien las primeras fisuras que se dejan ver en la gestión institucional.

Los seis primeros meses de mandato dejan en cualquier caso un resultado positivo para el Gabinete de María Chivite, que ha adquirido ya la velocidad de crucero. La experiencia de la pasada legislatura en cuanto a negociaciones multipartitas y unas cuentas públicas saneadas han facilitado una transición que, pese a la continuidad de algunos de sus protagonistas, no era fácil de gestionar. El Gobierno también ha superado una compleja convocatoria electoral, y ha resistido a la presión de una derecha que ni siquiera le ha querido conceder los cien días de gracia.

Lo ha hecho además con solvencia y sin errores importantes. Pero sobre todo superando su minoría parlamentaria con una clara vocación por el diálogo y el acuerdo. La tensión política que dejó el proceso de investidura -el PSN ni siquiera se quiso sentar con EH Bildu-, ha dado paso a una colaboración parlamentaria que ha permitido aprobar los principales proyectos legislativos presentados hasta ahora, sobre todo la política fiscal y la presupuestaria. Lo que unido al escenario que se ha abierto en Madrid, con un Gobierno parejo en cuanto a alianzas, disipa muchas de las dudas que pudiera haber al inicio de la Legislatura. Hay motivos para el optimismo en el Palacio de Navarra.

No todo sin embargo son luces. La gestión de estos seis primeros meses también muestra grietas que pueden generar problemas a medio plazo si no se gestionan de forma adecuada. Algunas son de funcionamiento, comprensibles en el preámbulo de una alianza política en la que todavía residen desconfianzas del pasado. Otras tienen un fondo más político, previsibles pero importantes, y para las que los partidos que sostienen al Gobierno deberán buscar un punto en común que no implique renuncias de calado. La coalición no significa uniformidad.

retos pendientes Si en un Ejecutivo monocolor cada departamento ya es un mundo, más lo es en uno de coalición, donde se corre el riesgo de que cada área acabe funcionando por libre. Es la impresión que ha dado el Departamento de Hacienda con una tramitación presupuestaria que por momentos ha parecido improvisada. Pero que sobre todo se está dejando notar en la Consejería de Educación, que ya ha visto cómo tres de los cuatro partidos que lo sostienen han levantado la mano para advertir al consejero de que, por ahí, no.

Los casos de Castejón, con el PAI, y Mendigorria, con el modelo D, han puesto en evidencia diferencias de fondo, no solo formales, entre los socios de Gobierno, que se han citado a una reunión de seguimiento del acuerdo programático. Un tema de calado en el que choca la voluntad de la mayoría del acuerdo programático -Geroa Bai, Podemos e I-E suman más votos y escaños que el PSN-, con la visión de un consejero que no puede gobernar como si tuviera mayoría absoluta.

Será una prueba más para testar los sistemas de seguridad de la propia coalición, que al menos hasta ahora ha sabido gestionar bien sus discrepancias internas. En este contexto, la simbólica votación de la Ley de Símbolos, que el PSN finalmente decidió sacar adelante con la derecha pese a que su Gobierno se había posicionado en contra, es otro ejemplo de las contradicciones a las que tendrán que hacer frente los socios de coalición. La tentación electoral de subrayar el perfil propio puede acabar siendo un foco de división si no se pacta la discrepancia.

Hay en cualquier caso elementos claros para el optimismo. La coyuntura económica -con algunos nubarrones en el horizonte- sigue siendo positiva. El Gobierno está mayoritariamente muy bien aceptado, tanto en su transversalidad ideológica como en la territorial. Y la actitud bronca y obstruccionista de Navarra Suma supone un elemento cohesionador adicional. Ni el PSN puede crear una mayoría con la derecha ni EH Bildu sumar una oposición de bloqueo. A medio plazo no hay alternativa al Gobierno actual.

Tanto Geroa Bai como Podemos han demostrado ser socios fiables y leales, aun a costa de perder protagonismo público en beneficio del PSN. EH Bildu ha optado por una posición pragmática que facilita el acuerdo y los socialistas tienen clara una apuesta estratégica que les puede mantener muchos años en el Gobierno. Al final serán las urnas las que den y quiten razones, pero estos seis primeros meses dejan mimbres para una colaboración de largo recorrido. Solo falta pulir los detalles.