donostia -El aspirante del PSOE a la Presidencia del Gobierno español, Pedro Sánchez, quiere "recomenzar" como fórmula para encauzar el conflicto catalán. "Retomar el diálogo en el punto en el que los agravios comenzaron a acumularse. Retomar, en definitiva, la senda de la política dejando atrás la judicialización del conflicto", dijo, sobre unas conversaciones que -a diferencia del acuerdo PSOE-ERC, que no cita la Carta Magna- encuadró dentro del marco constitucional. "No hay otra vía que un diálogo dentro de la ley. La ley por sí sola no vale. El diálogo es el camino", defendió en un discurso de casi dos horas en las que presentó ante las Cortes el programa de gobierno cerrado con Unidas Podemos, y los pactos bilaterales que le permitirán salvo sorpresa superar la investidura el martes. En el pleno pudo constatar realidades paralelas.

Minutos antes de que arrancara la sesión se había filtrado que el candidato del PSOE iba a comenzar su intervención con un golpe de efecto. Como el efectismo no está reñido con la buena educación, el aspirante dio los buenos días a la presidenta del Congreso, y a las señoras y los señores diputados, y sentenció: "Nadie va a romper España y nadie va a quebrar la Constitución".

Sánchez definió el "conflicto político" catalán como una "crisis heredada de la que ya advirtió el PSOE estando en la oposición". "No resolveremos súbitamente un problema larvado durante la última década, pero podemos empezar a resolverlo con templanza, generosidad, responsabilidad y empatía", recetó Sánchez, que aseguró que su Ejecutivo quiere asumir este problema "con toda la lealtad constitucional y con toda la responsabilidad institucional, para devolver a la política un conflicto político".

Lograrlo permitiría "dejar atrás la deriva judicial que tanto dolor y fractura ha causado en buena parte de la ciudadanía catalana y española". Frase que encontró el significativo aplauso no solo de sus socios morados, sino también de los diputados de ERC.

"Hoy existe en un sector amplio de la población catalana un sentimiento de agravio respecto de las instituciones centrales", concedió Sánchez ante el murmullo de la bancada conservadora, antes de añadir que "existe otro sector igualmente amplio de la población catalana que se siente ignorado o tratado injustamente por las instituciones de su propia tierra" y que, en tercer lugar, "en otros puntos de España existe un rechazo a las acusaciones que vierten algunos líderes independentistas sobre la España constitucional".

Por eso, tras muchos meses de buscar a fuerzas como C's para su investidura y dar apoyo cerrado a la aplicación del 155 en Catalunya, propuso regresar al punto en el que los caminos se separaron como "resultado de la incapacidad política y el abandono de anteriores gobiernos de la vía política para resolver un conflicto que es político".

Más allá del procés, Sánchez ahondó en la cohesión y el equilibrio territorial. También en el autogobierno, con mención expresa a la CAV en pleno debate sobre el nuevo estatus y en un año de contienda electoral para renovar la Cámara de Vitoria: "Colaboraremos con el Gobierno Vasco en el cumplimiento de las transferencias pendientes del actual Estatuto, y en la renovación que quiera hacer el Parlamento Vasco".

Ajeno al huracán En una intervención que superó la hora y 42 minutos, y que por momentos pareció ajena al huracán histriónico que ha llevado al Congreso a debatir una investidura en el puente de Reyes -y al Parlament a reunirse un sábado por la tarde-, Pedro Sánchez defendió los acuerdos para su investidura. El pacto central con Unidas Podemos y también los suscritos con otras formaciones como el PNV y el BNG, e incluso ERC pese a que la oposición de derechas insiste en calificarlo como "secreto".

"Otro de los fenómenos más dañinos para la confianza en la que se asienta la convivencia civil es la proliferación de las fake news. La mentira, la calumnia y la falsedad no son fenómenos nuevos", declaró Sánchez en el único momento en el que recibió el aplauso de las tres derechas de la oposición.

Al aspirante le sirvió para echar mano de la ironía e improvisar una de las pocas licencias de su intervención: "En este ámbito vamos a encontrar un consenso bastante amplio en esta Cámara...".

Para justificar su posición, sobre ante ese socialismo preocupado por pactar con Unidas Podemos, Sánchez recordó que se termina de aliar con los morados porque otras fuerzas ("la conducta de la derecha democrática") se negaron "a prestar la menor contribución a la gobernabilidad": "Menos se entiende que agiten los peores presagios sobre el porvenir de España y se nieguen a evitarlos".

"Patriotismo social" Cerrado el capítulo catalán, el aspirante presentó su programa a las Cortes, donde acuñó el concepto de "patriotismo social". "El dinero no está siempre mejor en el bolsillo de quienes poseen una fortuna", avisó Sánchez, sino que "a menudo está mejor en las escuelas y en las bibliotecas, en los hospitales, en las vías, en las pensiones, en las comisarías y en los juzgados".

"España es también los impuestos que pagamos solidariamente para costear todo eso", resumió Sánchez durante un extenso bloque en el que desgranó los diez apartados del programa del gobierno.

Crecimiento y creación de empleo; justicia fiscal y equilibrio presupuestario (con menciones expresas al cumplimiento de las reglas europeas); impulso de la industria; las pymes y los autónomos, aumento de la inversión en I+D+i; la emergencia climática; el reto demográfico; el impulso de la cultura y el deporte; la lucha por la plena igualdad; la regeneración democrática y protección y ampliación de derechos sociales (hubo que esperar una hora y 20 para oír la palabra corrupción); y los nuevos derechos y memoria democrática, antes de acabar con el desarrollo del Estado de las autonomías, donde abordó la mesa entre gobiernos con el Ejecutivo catalán, la reforma del Estatuto de Gernika y el nuevo modelo de financiación autonómica que, según pactó el PSOE con Compromís, deberá presentar en ocho meses.

Fue una enumeración casi burocrática de las medidas ya conocidas cuando se hizo público el acuerdo con Unidas Podemos. Una letanía de propuestas -ahora que la cúpula católica española llama a "elevar oraciones especiales por España"- en la que la aguja del aplausómetro perdía fuerza.

Memoria y ETA Tras un arranque brioso del público que sustentará al presumible Ejecutivo, los aplausos decayeron durante la enumeración programática. Como si las cosas de comer apasionaran menos. Hasta que llegó la exhumación de Francisco Franco, "hecho simbólico que fortaleció a la democracia española". Pese a la posición habitual del PSOE, Sánchez prometió como exigen formaciones como Podemos, PNV y EH Bildu, que el Ejecutivo "anulará las condecoraciones derivadas de acciones represivas de la dictadura".

A diferencia del intento de investidura de julio, Sánchez habló de la necesidad de hacer frente al terrorismo internacional, sin mencion al terrorismo de ETA -ni ninguna otra violencia de carácter similar en el Estado- en su intervención inicial.

No obstante, en el rifirrafe con el PP la cuestión salió a colación cuando Sánchez se quejó de que Pablo Casado "hable sin parar de ETA", una organización cuyo final atribuyó el candidato al PSOE. ETA no existe, dijo Sánchez, pero parte de la bancada popular en la que se encontraba Teresa Jiménez Becerril, hija de un asesinado por ETA, le interrumpió mientras ella señalaba a los diputados de EH Bildu y gritó: "¡Están ahí!". En esa cuestión, también, el Gobierno de Sánchez tendrá delante realidades dispares. Ayer eligió un camino.