l filósofo napolitano Giambattista Vico explicaba el despliegue de la historia como una sucesión de corsi e recorsi, una repetición de ciclos y hechos que se repetían una y otra vez. Parece que su teoría se confirma en este primer cuarto del siglo XXI, en el que vuelven a repetirse muchos de los episodios más oscuros del siglo XX, desde una crisis económica global, a una pandemia mundial, una invasión en el corazón de Europa y la división del mundo en bloques antagónicos con amenaza nuclear incluida. El fantasma de la Guerra Fría vuelve a recorrer Europa. ¿Viviremos de nuevo una nueva guerra fría?

En 1946 Winston Churchill afirmaba la existencia de un “telón de acero” desde el Báltico hasta el Adriático. Sus temores de que Stalin no soltase la mitad de Europa que había liberado del nazismo se habían hecho realidad. El mundo se dividía en dos bloques. Por un lado la URSS y sus regímenes satélites del este y, por otro, el mundo de las democracias occidentales abanderado por los Estados Unidos. Nacía el nuevo orden que marcaría el futuro del mundo. Su nombre pasaría a los libros de historia como la Guerra Fría.

Aquella época no fue solo de confrontación ideológica y militar, también se creó cierta estabilidad que evitó la guerra directa entre ambas superpotencias. La amenaza de una destrucción mutua mediante el uso de armas nucleares evitó que ambos bandos cruzasen la línea roja de una tercera guerra mundial. Mientras las guerras calientes se iban produciendo en los países periféricos como válvula de escape de la tensión, ambos bandos jamás pulsaron el botón rojo. En 1991 la URSS se desintegró, la Guerra Fría terminó y el mundo respiró de nuevo con alivio.

Pero lo que era un capítulo cerrado de la historia se abre de nuevo con la invasión rusa de Ucrania. Por primera vez desde 1945 una potencia invade otro país soberano en el corazón de Europa, poniendo patas arriba el statu quo europeo de las últimas décadas, dinamitando de nuevo las relaciones entre Occidente y Rusia. Emerge una guerra de sanciones económicas y aislamiento mutuo, con amenazas por parte de Rusia sobre distintos territorios europeos, incluyendo la amenaza directa del uso de armamento nuclear.

¿Estamos realmente ante una nueva Guerra Fría? Parece que los hechos responden afirmativamente. Una nueva Guerra Fría en la que la ideología no tiene tanto peso y que se juega en función de los intereses geopolíticos de ambos bandos.

Para Putin y su nueva Rusia imperial, Occidente trata de arrebatarle su territorio de influencia ampliando el espacio de la Unión Europea y el poder militar de la OTAN, buscando “atar al oso ruso, para arrancarle los dientes y las garras”. Para el líder ruso, los Estados Unidos rompieron la promesa de dejar Europa del Este y todo el espacio pos-soviético fuera del radio de acción de Occidente y la OTAN, primero expandiéndose por los países del oriente europeo para, después, llegar incluso a las antiguas repúblicas soviéticas, como Ucrania.

La integración de Ucrania en la OTAN hace emerger miedos ancestrales en la nueva nomenklatura rusa. Significaría por una parte que la puerta de acceso a Rusia estuviese completamente en manos de Occidente, lo que podría ser un peligro desde el punto de vista militar. Por otro lado, lo ocurrido en Ucrania podría repetirse en otras dos importantes exrepúblicas soviéticas que separan a Rusia de Europa, Bielorrusia y Kazajistán. En estos momentos ambas regiones son fieles a Putin, pero sus gobiernos autocráticos podrían sufrir revoluciones democráticas que podrían conducirlas a seguir el camino ucraniano, escapando de la esfera de influencia rusa tanto en lo político como en lo militar.

Siguiendo este pensamiento, la iniciativa rusa ha sido clara y contundente. Una ofensiva militar sobre Ucrania, con una clara señal de desafío a Europa Occidental y a los Estados Unidos. Pero la respuesta occidental también ha sido clara y contundente, primero a través de sanciones económicas y, después, con el envío de apoyo militar a los ucranianos.

La confrontación entre Rusia y los países europeos parece haber venido para quedarse. Como explicó el canciller alemán Scholz, “hemos entrado en otra era”. El oso ruso parece intentar reconquistar su antiguo territorio a base de zarpazos, pero Europa, con Estados Unidos detrás, parece no amilanarse. El retorno a una Europa partida en dos es ya un hecho.

Ante un presente tan oscuro, ¿qué es lo que podemos esperar del futuro? Muchas son las elucubraciones que se pueden hacer al respecto. Lo que está claro es que la confrontación entre Rusia y Occidente puede ser larga y compleja. Los puentes entre ambos bandos parecen ya dinamitados. A nivel económico y energético, la división entre ambos territorios traerá consecuencias negativas para todos, pero nadie puede obviar que la mayor amenaza de una nueva guerra fría sería una expansión del conflicto militar. Ucrania ha devuelto a los europeos el horror de la guerra a pocas horas de avión de sus casas. ¿Será Ucrania el único escenario donde las armas hablarán, o en un futuro Rusia extenderá el conflicto a otras zonas de Europa?

Parece claro que el deseo de Putin es la asimilación de Donbás y, como algunos autores apuntan junto a algún general ruso, quizás también la costa sur de Ucrania enlazándola con Transnistria, reviviendo de esta manera la entidad territorial que antiguamente era conocida como Nueva Rusia. Si ese es el resultado final, con una negociación entre ambos países incluida, Ucrania seguiría el modelo coreano, con un territorio dividido y foco de continuas tensiones militares y políticas entre Rusia y Occidente. Más allá de este posible resultado para Ucrania, las conjeturas de los expertos y las amenazas rusas se multiplican, advirtiendo de otros escenarios que serían potencialmente nuevos focos bélicos.

La amenaza más clara sería para Moldavia, vecino de Ucrania. La región denominada Transnistria se separó de Moldavia en los noventa tras una guerra civil y sus lazos con Rusia hacen que incluso tenga soldados rusos en su territorio. La unión del sur de Ucrania con Transnistria abriría un escenario peligroso para un país tan pequeño y débil como Moldavia, incapaz de defenderse ante los rusos. Otro posible escenario, mucho más complicado debido a la presencia de la OTAN, sería la agresión a los países bálticos y Polonia. El escudo de la OTAN parece servir de protección en este caso, por lo que Putin se vería en un serio problema si intentara algo en este escenario.

Pero existe una zona en peligro menos expuesta a los focos estos días, que es la de los países escandinavos. Suecia y Finlandia hacen frontera con Rusia, con más de 1.000 kilómetros muy difíciles de defender en el lado finlandés. Además, Finlandia ya vivió una guerra con la URSS en 1941 en la que perdió parte de su territorio. El carácter pacifista de ambas regiones, que no han ingresado en la OTAN hasta la fecha, en el caso finés sobre todo para evitar enfurecer al vecino ruso en el caso, puede ser un problema si Rusia intenta alguna maniobra. La posible integración de ambos países en la alianza militar occidental para junio, como se ha publicado, puede ser un foco de tensión en los próximos meses.

Por tanto, vemos que la tensión en esta nueva guerra fría puede llegar a ser elevada si Putin quiere aumentar la apuesta. Una Rusia, por una parte “norcoreizada”, aislada económica y políticamente del resto de Europa y, por otra parte, balcanizada y sumida en conflictos como el de Ucrania, puede buscar elevar la tensión y generar conflictos constantes. Incluso utilizando países de la propia Unión Europea como Hungría, cuyo líder apoya a Putin, o generando tensión en polvorines como Bosnia, donde el nuevo líder serbobosnio pone en duda la Bosnia multiestatal surgida de los acuerdos de paz de 1995.

Pero, al igual que en la pasada Guerra Fría, la amenaza nuclear juega un papel muy importante. No hay que olvidar que el mismo término Guerra Fría surgió de un artículo de George Orwell de 1945 denominado Labomba atómica y usted, donde el escritor británico ya vaticinaba que la bomba atómica generaba un conflicto continuo entre estados “en constante situación de guerra fría con sus vecinos”.

Pero esta nueva guerra fría parece más sombría que la anterior. Las amenazas de Putin alrededor del armamento nuclear han sido continuas y las advertencias estadounidenses sobre su posible uso están siendo también continuamente repetidas.

Según los expertos, la amenaza más real no es la de las denominadas armas estratégicas nucleares, que producirían la respuesta del otro bando generando una guerra nuclear. Lo que se cree que se podría utilizar en Ucrania son las denominadas armas tácticas nucleares, que son armas más limitadas en su potencial y en sus efectos, pero que podrían, por una parte, lograr una victoria fulgurante para un Putin que necesita algún trofeo para el 9 de mayo, fiesta nacional rusa de la victoria sobre los nazis, y, por otra, lanzar un órdago a toda la comunidad internacional, demostrando de lo que puede ser capaz. Un escenario que las autoridades norteamericanas creen posible, pero que desde luego abriría un escenario de consecuencias imprevisibles a nivel internacional.

Está claro por tanto que las viejas pesadillas de la Guerra Fría vuelven a desvelar nuestro sueño. Veremos si esta vez ambos bandos son capaces de no superar la línea que lleve al mundo a un desastre nuclear. Desde luego, la retórica actual no envidia en nada a los peores años de la Guerra Fría. Y la amenaza nuclear, aunque sea de una manera más limitada, puede abrir un escenario completamente imprevisible.

Parece que la herida abierta en Ucrania entre Occidente y Rusia es muy profunda y necesitará de mucho tiempo para cicatrizar con seguramente mucho dolor por el camino. Lo único que podemos esperar es que, al igual que en el pasado, ninguno de los bandos cruce la línea roja. Corsi e recorsi diría Vico. Regresamos a la Guerra Fría...

A nivel económico y energético, el choque traerá consecuencias negativas, pero la mayor amenaza es la expansión del conflicto militar

Existe una zona de peligro menos expuesta a los focos. Suecia y Finlandia hacen frontera con Rusia. La tensión se puede elevar en esa zona