- Los talibanes estrechan el cerco sobre Kabul, desencadenando el pánico en parte de la población de la capital, sobre todo entre aquellos con vínculos con países occidentales durante los veinte años de guerra en Afganistán.

En la oficina de registro en Kabul para la obtención de nuevos pasaportes, una marea humana trata a la desesperada de entrar en las instalaciones, un objetivo que logran solo unos pocos, mientras una mayoría debe resignarse a volver a intentarlo al día siguiente.

Basir Zaheer, de 28 años, logró solicitar el pasaporte hace tres días, pero la oficina de registro le dijo que debe regresar “después de 40 días para el proceso biométrico y el resto del proceso”, y luego necesitará varios días más para obtenerlo.

El joven explicó que está tratando de escapar a Rusia, porque si los talibanes regresan a Kabul ya no será un lugar para vivir, con los insurgentes imponiendo ahora restricciones en otras provincias, como la prohibición de escuchar música o afeitarse.

Pero el pasaporte no garantiza la posibilidad de abandonar el país, como asegura Mansour Qazizada, de 45 años, que hace casi un mes que va “de oficina en oficina para completar los documentos y papeles necesarios para obtener un visado para Tayikistán”.

Otros se apelotonan frente a los cajeros automáticos, muchos de ellos sin efectivo, para recuperar sus ahorros y estar listos en caso de que tengan que abandonar de urgencia el país. “He intentado desde esta mañana retirar mi dinero del banco. Casi ha concluido el día y aún no he podido retirarlo por la avalancha de gente en el banco y porque casi todos los cajeros automáticos están fuera de servicio”, aseguró el joven Sidiqullah Amin. Si no se puede conseguir ahora dinero en los bancos, “¿qué sucederá si mañana los talibanes llegan a las afueras de la ciudad?”, se pregunta Amin, que dice que si la situación empeora, su objetivo será huir a Irán para salvar su vida y la de su familia.

Los talibanes se encuentran solo a un centenar de kilómetros de Kabul y la presión aumenta para tratar de encontrar una salida de urgencia ante la probable caída de la ciudad, un temor que se cierne sobre funcionarios públicos, académicos, periodistas y, sobre todo, entre aquellos que han trabajado con alguno de los países que enviaron tropas a Afganistán para combatir a los insurgentes.

En menos de un mes tendrá lugar el veinte aniversario de los atentados del 11-S en Estados Unidos, unos ataques que desencadenaron semanas después de la invasión estadounidense. Desde entonces son decenas de miles los afganos que han trabajado de algún modo con los “invasores”, según la terminología talibán, estadounidenses o de los países miembros de la OTAN, como intérpretes, cocineros, conductores, o personal especializado.

El Gobierno estadounidense dijo a principios de este mes que ya tramitaba unas 20.000 solicitudes de visado de afganos que ayudaron a sus soldados junto a sus familiares, al menos 50.000 personas más.

La organización Human Rights Watch (HRW) advirtió ayer que los gobiernos extranjeros presentes en Afganistán “deben priorizar la entrega de visados y ayudar a garantizar un paso seguro para los civiles a quienes los talibanes pueden atacar debido a su trabajo o estatus anterior, junto con sus familiares”.

Por su parte, el presidente de Afganistán, Ashrasf Ghani, subrayó ayer la necesidad de hacer frente a la gran ofensiva talibán, que en poco más de una semana ha logrado el control de 23 de las 34 capitales de provincia afganas, el mayor avance en dos décadas de guerra que ha disparado las alertas sobre la posible caída de Kabul.

En un discurso televisado, Ghani aseguró que la “máxima prioridad” del Gobierno afgano reside en la movilización de las fuerzas de seguridad para lograr detener la captura de más capitales regionales en el país. “Bajo la situación actual, la movilización de las fuerzas de seguridad es nuestra máxima prioridad y se están tomando las medidas necesarias para este propósito”, apuntó Ghani.

Este anuncio del presidente se produce ante un panorama desolador, después de que muchas de las tropas afganas se rindieran o huyeran de los territorios conquistados por los talibanes, en algunos casos sin oponer resistencia.

Ghani dijo además que comprende la inquietud de los ciudadanos afganos sobre su “futuro y presente” en el país, y agregó que está tratando de prevenir una mayor “inestabilidad, violencia y desplazamiento de gente” a través de “amplias consultas” que ha iniciado en estos días con “líderes políticos y socios internacionales” y de las que pronto informará de los avances.

Asimismo, prometió que no permitirá que esta “guerra impuesta cause más muertes de personas inocentes, la destrucción de las infraestructuras del país y la pérdida de los logros alcanzados durante los últimos veinte años”, sentenció.

Tropas de EEUU. Este fin de semana se espera que lleguen a Kabul una mayoría de los 3.000 militares estadounidenses que el Pentágono ha decidido enviar a la capital afgana para la evacuación de la mayor parte del personal de la embajada de EEUU y de ciudadanos afganos.

Nuevo equipo negociador. El presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, anuncia la formación de un nuevo equipo negociador de paz con los talibán, mientras el que fuera su gran rival político y actual representante del Gobierno afgano en las conversaciones con los insurgentes, Abdulá Abdulá, discute con sus aliados la posibilidad de formar un ejecutivo de transición para facilitar un alto el fuego.