Javier Pérez regresó el sábado de India, justo el día que el Estado español empezó a imponer la cuarentena a los viajeros procedentes del país asiático, actualmente epicentro mundial de la pandemia. Este santurtziarra de 48 años ha pasado un mes en varias ciudades del estado de Odisha, en la bahía de Bengala, por trabajo y, en su regreso, ha vivido una pequeña odisea.

“Tenía incertidumbre a la vista de las noticias sobre el cierre de aeropuertos. Primero nos cancelaron el vuelo Delhi-Alemania y nos lo pusieron al día siguiente. Hicimos noche en Delhi. Por internet todo estaba bien, no teníamos avisos de cancelación de vuelo, pero justo al cogerlo, en ventanilla nos enteramos de que solo dejan entrar a Alemania a los residentes. No había tiempo de coger otro vuelo por otra vía, así que volvimos al hotel y al día siguiente volvimos vía Francia”, explica ya desde su casa en Santurtzi, donde se encuentra cumpliendo los diez días de cuarentena impuestos por el Gobierno español.

“En el aeropuerto Charles de Gaulle de París quisieron hacer pruebas de antígenos a pasajeros de muchos vuelos, hubo largas colas y un embudo importante de pasajeros. Y tensión. Había gente se se colaba porque salía su vuelo. Al final, tras horas de espera y cuando se acercaba la hora de coger mi vuelo, no tuve que hacer la prueba de antígenos”, continúa. Sí tuvo que someterse a una prueba a su llegada al aeropuerto de Loiu. “Di negativo y pude salir”, sostiene.

Las pruebas diagnósticas han sido constantes tanto en su viaje de ida como de vuelta. “Para volar se te exige una PCR en Loiu, al llegar a Delhi tuve que hacerme otra PCR para no pasar cuarentena y una prueba de antígenos antes de entrar a la empresa. Y a la vuelta, lo mismo, tuve que hacerme otra PCR antes de embarcar en Delhi. Hay que estar atento a la normativa de entrada y de salida en cada país y cada compañía aérea, qué documentos hay que rellenar online, subir PCR a la web, etc. Cada día cambia y te pueden anular vuelos”, indica.

La virulenta segunda ola ha convertido a India en el epicentro de la crisis sanitaria a nivel mundial. Ya ha superado los 20 millones de casos y cada día bate récords de fallecidos con unos sistemas sanitarios al límite. Sin embargo, a Javier Pérez no le ha tocado presenciar el descontrol de la pandemia. “Todo ha estado normal, tanto a la llegada, en los aeropuertos, como en los trayectos de mi residencia a la empresa y ciudades que he visitado. No he visto el caos ni el drama que sale en la televisión”.

Sí que ha presenciado “relajación y pasividad de la gente en cuanto a las medidas de precaución personales, como el uso correcto de la mascarilla, el distanciamiento social o la higiene permanente, celebraciones multitudinarias sin control, no realización de seguimiento de las PCR” que han influido claramente en la expansión del virus.