s una constante a lo largo de la Historia que las naciones donde la vida es muelle, decaen inexorablemente. Así, la Roma imperial del panem et circensem, o el imperio persa de Jerjes, la Turquía otomana del siglo XVI. ¿y también los EEUU -y con ellos, todo el mundo industrial- de finales del pasado siglo?

Toda la evolución de la Humanidad -desde la Lucy africana que se bajó del árbol hasta la China de Mao- ha tenido como motor la necesidad. Pero también es cierto que las sociedades humanas rehúyen los esfuerzos en todos los tiempos y lugares.

EEUU, como antes las colonias inglesas de América, fueron un escenario duro en todos los tiempos y sentidos, desde el social hasta el de la oferta alimenticia, y la gente intentaba mejorar para sobrevivir. Como en todas partes, los menos capacitados copiaban -en la medida que podían- a los que tenían más éxitos. En Europa incluso copiaban los campesinos los bailes de los señoritos; los copiaban y adaptaban a sus inteligencias y costumbres hasta acabar por transformarlos en danzas folklóricas.

Pero con la hegemonía económica, política y militar estadounidense resultante de la II Guerra Mundial, la vida de los menos preparados para competir se hizo fácil, tan fácil que ya no hacía falta trabajar para comer.

Y como esto es una anomalía histórica -aunque cíclica, con su correspondiente castigo- los segmentos inferiores de la sociedad invirtieron las reglas del juego. Ahora, en EEUU ya no son los analfabetos, marginados y recién llegados quienes tratan de alcanzar el nivel profesional, idiomático, cívico, cultural y moral de las élites. No, ahora los -por ejemplo- pobres de Alabama (y eso es ser realmente pobre, porque está a la cola del desarrollo de los 50 estados de la federación americana donde ocupa el lugar 49) no tan solo no intentan hablar como la mayoría del país, sino que exigen la equivalencia para su slang, (algo así como “jerga” en inglés) con las rimas de Shakespeare o lord Byron. Ya no se avergüenzan de no saber dónde está el Mediterráneo, sino que acusan de fatuo elitista al valiente que se atreve a usar correctamente la sintaxis, los cubiertos, el jabón o el diccionario.

Si esto es grave -se podría hablar de un coma social-, todavía más grave es que la falta de vitalidad de las clases dirigentes es literalmente mortal. Ya no se sitúan los genocidios de la colonización (perpetrados en cualquier lugar del mundo, no solo en América) en sus contextos histórico-culturales, sino que los que teóricamente han de dirigir a las comunidades se bajan los pantalones y entonan un mea culpa por sus abuelos, tatarabuelos y hasta por los neandertales y los homo sapiens que se mataron alguna vez (decenas de miles de año ha) en cualquier lugar del mundo.

Es decir, las élites han abdicado y han adoptado la vía fácil que las masas impotentes reclaman por incompetencia o pereza. ¿Para qué labrar la tierra, si caerá el maná del cielo? Y si no cae, será por culpa las galeras cristianas que ganaron la batalla de Lepanto... o las tropas prusianas que les dieron la victoria a los ingleses en Waterloo. Pero en ningún caso faltará el maná por culpa de la indolencia o la incapacidad.

Así que, como los EEUU son el espejo en que se miran todas las sociedades de la Tierra desde mediados del siglo XX, ahora solo falta que surja un adalid de la sopa boba universal y cambie el “pan y circo” de la Roma imperial e impotente por un unánimemente jaleado “déjame decaer en paz”…

Y es bien seguro que los dejarán decaer para ocupar su puesto otros países dispuestos a esforzarse, ya sea como China para enriquecerse, o como el Irán para extender su teocracia islamista. Habrá que ir allí a esperar a los nuevos imperios.