a lucha de Trump por renovar su mandato presidencial se inició en la madrugada de hoy, todavía sábado en la ciudad de Tulsa, donde tras meses de confinamiento que impedían reuniones masivas, el polémico presidente convocó de nuevo un mitin político para atizar el entusiasmo de sus seguidores.

Dos cosas de grandes consecuencias electorales deberían quedar claras: primero, la cantidad y entusiasmo de los asistentes, y segundo, la reacción en el resto del país ante las protestas que ya se han ido realizando por la elección del lugar.

En cuanto a lo primero, es decir, el número de asistentes y su actitud, nos habría de indicar si Trump mantiene el atractivo entre sus seguidores, que hasta ahora son incondicionales. Y en cuanto a lo segundo, es decir, la reacción en el resto del país, hay ya una prueba de fuerza para las organizaciones que tratan de desbancarlo desde que anunció su candidatura presidencial en 2015.

Por ahora, parece que la primera cuestión le favorece a Trump, porque la mejor manera de valorar el entusiasmo de sus seguidores es ver el número de asistentes, que generalmente es tan grande que las convocatorias se hacen en estadios deportivos con capacidad para millares de personas. Lo habitual es que no haya espacio suficiente, pues no solo acude gente de la ciudad, sino de cientos de kilómetros a la redonda, incluso de estados vecinos. Es habitual que el público haga cola durante más de 24 o incluso 48 horas para conseguir un puesto.

En este caso el aforo es de 19.500 y el gran interrogante era si también se repetiría una afluencia similar. No es difícil de calcular porque hay que conseguir entradas para el evento y este jueves se habían registrado nada menos que un millón de solicitudes, mientras que la acumulación de tiendas de campaña, caravanas y coches vivienda donde se alojaban personas que se iban añadiendo a la cola no hacía más que crecer.

La segunda cuestión, es decir, la prueba de fuerza, será el enfrentamiento habitual entre los enemigos tradicionales de Trump, financiados por grupos o personas con amplios fondos y ayudados por la mayoría de los medios informativos del país. Ahora presentan críticas porque Trump eligió la ciudad de Tulsa, en el estado de Oklahoma, en lo que ven una muestra más del racismo que supuestamente promueve Trump, lo que podría ser especialmente dañino en los momentos de tensión racial que vive el país.

Es porque hace 101 años los enfrentamientos raciales en Tulsa costaron la vida a 26 negros y 10 blancos. Los libros de historia hablan de una "gran masacre racial" porque un barrio tan próspero que lo conocían como el "Wall Street Negro, con una población de color de 100.000, quedó semidestruído por atacantes blancos que creían vengar la violación, por parte de un negro, de una ascensorista blanca".

Tal violación parece que no se produjo, pero aquel día y medio de violencia en 1919, del que raramente se habla, ha vuelto al debate público en los momentos de agitación racial que está viviendo América. Ahora sirve para acusar a Trump de racismo por haber escogido ese lugar para reiniciar su campaña presidencial.

Es algo que ocurre en momentos decisivos y peligrosos para su candidatura, cuyo mayor riesgo no son los disturbios raciales, que probablemente cesarán mucho antes de las elecciones si no hay nuevos incidentes graves. El auténtico peligro está en perder su atractivo principal, que ha sido la fuerza de la economía: el empleo y las bolsas iban creciendo antes de que el coronavirus produjera un parón que llevó al desempleo actual del 13%.

Peor aún, muchos de los que pierden su trabajo son seguidores de Trump, gentes sin gran preparación académica, que no pueden beneficiarse del trabajo por internet. Y la situación también perjudica a los pequeños empresarios que seguían a Trump por la bonanza de los últimos años: al intentar reanudar sus actividades, no encuentran trabajadores a pesar del elevado índice de paro. Y esto se debe a que las ayudas al paro tienen la contrapartida de hacer el trabajo poco atractivo: muchas veces, el seguro de desempleo es mayor que el salario ganado con el sudor de su frente.

No es de extrañar que el rival demócrata de Trump, el exvicepresidente Biden, vaya por delante en las encuestas: a pesar de una desventaja tan evidente como su apariencia senil, le lleva en las encuestas nueve puntos de ventaja a Trump.

Pero a cinco meses de las elecciones, la situación puede cambiar radicalmente si, como desea el actual ocupante de la Casa Blanca, el país entra en una recuperación acelerada. Pero aunque esto ocurriera, ni aún así hay garantías de que las encuestas lo pongan por delante: hace cuatro años Hillary Clinton llevaba una ventaja de doce puntos en los sondeos. Y quien ganó las elecciones fue Donald Trump.