ingún cargo gubernamental de la era Trump es seguro, pero hay uno cuyos titulares están condenados a la defenestración desde el mismísimo momento de su nombramiento: el de portavoz de la Casa Blanca.

Es algo que ha vuelto a quedar claro en esta semana: el desempleo aumentó a niveles de la época de la Gran Depresión, en Estados Unidos empezaron las pruebas para una vacuna contra el corona virus, las acciones judiciales contra aliados de Trump que consumieron los últimos dos años de su presidencia quedaron en entredicho, pero la nueva portavoz de la Casa Blanca tan solo compareció una vez ante la prensa, esquivó comentarios sobre estas cuestiones y se refugió rápidamente en la zona sin acceso a los periodistas.

Trump, en cambio, siguió perorando y haciendo comentarios a troche y moche a los medios informativos. Y es que en la egocéntrica presidencia de Donald Trump, este considera que nadie puede propagar mejor sus ideas y política que él mismo.

De ahí que pocos han aguantado mucho tiempo en el cargo de portavoz y, como hemos visto esta semana, apenas han ejercido alguna función realmente propia del mismo.

La penúltima titular - Stephanie Grisham - no llegó siquiera a comparecer ni una sola vez ante los periodistas acreditados ante la Casa Blanca para atender las preguntas de estos. Unas veces - las más - lo hacía Trump personalmente; y las restantes, el presidente defendía su gestión a través de los mensajes en Twitter.

La actual, la recientemente nombrada Kayleigh McEnany, probablemente correrá la misma suerte que sus predecesores€ aunque ella tiene sobre estos la enorme ventaja de pertenecer desde hace tiempo al círculo de colaboradores íntimos de Trump.

Kayleigh, de 32 años, tiene en realidad una preparación infinitamente superior en leyes que en periodismo. Estudió Derecho en las afamadas universidades de Georgetown (Washington DC), Oxford y Harvard, mientras que sus experiencias periodísticas ha sido principalmente unas prácticas en la rabiosamente filoTrumpista Fox News, donde tuvo mucho más protagonismo que en la CNN, detractora habitual de Trump, donde McEnany lució poco.

Nacida en Tampa, hija de un pequeño empresario, y casada con un jugador profesional de pelota base, nadie puede predecir cuanto tiempo aguantará la nueva portavoz en el cargo y mucho menos se puede apostar a que vaya a tener una salida del mismo tan "considerada" como tuvo su antecesora€ quien dejó el puesto de portavoz de la Casa Blanca para volver a dirigir la oficina de la esposa del presidente de los Estados Unidos.